La conocí a Virginia el año 1976, cuando ella comenzaba a cursar
el secundario en el Don Bosco y yo me iniciaba en la carrera docente.
Le habían comprado todos los libros pero a poco de andar la
cursada uno de ellos no se podía leer, era el de la Materia ERSA –Estudio de la
Realidad Social Argentina materia nacida durante la gestión peronista que por
entonces fue derrocada. Allí andaba Virginia con su libro inútil, y yo –profesor
de esa materia- estaba sin saber para que lado arrancar. En una entrevista que
le realicé en el 2018 recordaba que les encomendé algunas investigaciones, y
ella señaló la vinculada a l hidatidosis, y el episodio de fiebre aftosa en
María Behety.
Tal vez hubo otros temas que yo no recuerdo, pero ella –chica
de campo- tenía presente estos dos aconteceres.
Para el tiempo de esa entrevista Virginia ya se destacaba
dedicándose al aprovechamiento artesanal de la lana, en una técnica mas
primitiva que el hilado: el fieltro.
Durante años le perdí el rastro. Es que iba a desertar en
tercer año, y la familia que formó concentraba sus múltiples aspectos por
vivir. Ya para el tiempo de reencontrarnos junto al caballito de Radio Nacional,
los chicos habían crecido, tenían su profesión y ella había termino la
enseñanza media y se había graduado como Técnica en Comunicación Social. ¡Éramos
colegas!
En estos días se ha jubilado con muchos años a su haber en
la escuela de capacitación laboral Manuel Belgrano.
Fue hija de Belarmino Saldivia que luego de desempeñarse en
Dos Hermanas, Guazú cué y José Menéndez
de desempeñó como matarife en el manejo del Matadero Municipal. Por la
categoría del establecimiento debía tener 20 empleados, pero los tiempos
hicieron declinar el consumo, entraba carne del norte, y la actividad hizo
crisis. Entonces la alternativa fue el comercio: En el mercado José Alejandro
solía encontrarla y ella me hablaba de sus sueños, de sus proyectos.
También estaba la chacra, dos hermanos para trabajar en
familia, el esposo de Virginia, los dos hijos que trajeron al mundo; uno de
ellos –muy cantor- vino hace poco al salirnos de la cuarentena para darme una
serenata.
El tejido siempre le había gustado a Virginia, lo había
aprendido en el colegio de las hermanas, donde su alumna y también pupila. Ya
más grande fue incondicional de la hermana Berta Weber, la que le encargaba
ordenas las monedas de las colectas. Era su tesorera.
Ana, la madre, y también la abuela hilaban y tejían y
Virginia quiso hacerlo desde una edad temprana. Habían proyectos oficiales de
fomento de estas actividades que ella podía dirigir pero no podía firmar por
que le faltaba un título a nivel superior. No obstante ello se abriendo el
camino, armada de paciencia y constancia. Parte de eso fue su trabajo en la
Fundación Kayen, que funcionaba en el Comedor Semillitas, allí la práctica era
el hilado y tejido en telar.
Un día fue invitada a una exposición rural para mostrar lo
que hacía, y de verla a Sarita Sutherland trabajar con la rueca, también
aprendió.
Siguió con la fundación del 2000 al 2007.
Allí capacitó a otras 21 mujeres.
Un día, por una convocatoria del Ministerio de Desarrollo Social,
y el INTI, viaja a Bariloche a un encuentro que se llamaba Formadores de
formadores en fieltro… Ya era una profesional de la comunicación que no ejercía
plenamente –en un momento compartió un programa de radio con Yolanda Dips- le
servía para tener una medida más acaba del mundo. Ese mundo que para ella ha
sido activo, y que difícilmente va a parar de andar, más allá de lo que se le
declama: su bien merecida jubilación.
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