Llegamos a un viernes y aparecen las reflexiones sobre el tiempo transcurrido.
Para algunos fue una semana interminable, aunque a la hora
de recordar lo que se hizo pude ser que no hayan pasado cosas muy
trascendentes.
Para otros la semana terminó rápidamente, y puede ser que en
realidad la expectativa está centrada en lo que se viene a partir de hoy:
-¡Es viernes y tu cuerpo lo sabe!
-¡Hay que programar el fin de semana!, finde que le dicen
ahora…
Y en algunos casos mucho tiene que ver el almanaque, las
sensaciones que se despiertan según la altura de año que está en marcha.
En otros momentos la llegada de un hecho electoral suponía
una instancia trascendente en la cual muy pocos no podían sentirse
involucrados.
Pero actualmente una elección es un hecho más rutinario,
aunque subyace tras de ella la posibilidad de cambiar el mundo, o de conservar
lo poco o lo mucho que forma parte de nuestra felicidad.
¿Se acuerdan cuando los viejos comenzaban a buscar “la
libreta de carnicero”, esa que se tenía como un testimonio de vida cívica?
Yo voté por primera vez el 23 de septiembre de 1973, un
hecho inolvidable. Hay gente que también tiene estampada estampara en su
memoria ciudadana estos aconteceres.
Yo ya perdí la cuenta la cantidad de veces que concurrí a un
sufragio, y con los años –no son pocos- los que ya no recuerdan por quien
votaron en cada caso. O quieres despojarse de las responsabilidad sobre lo que
vino después a partir de su firme decisión en el cuarto oscuro..
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