EVOCACIONES*26 de Junio de 1887. Naufraga el Magallanes sobre las costas de la provincia de Santa Cruz.


Entre los pasajeros estaban además del gobernador fueguino, el de Santa Cruz, el Doctor Polidoro Seguers, y José María Beauvoir, el futuro Director de la Misión Salesiana de Río Grande.

 

Si bien consigue salvar los caudales que transporta, no corren la misma suerte los aprovisionamientos, con lo que la situación en Ushuaia quedará al límite.

 

Beauvoir había nacido en Turín en 1850 graduándose de maestro en 1872 como paso previo a la consagración sacerdotal que se daría tres años más tarde. Llegó a Buenos Aires en 1879 desempeñándose como maestro en el colegio San Carlos. Acompañará después a José Fagnano a Patagones cuando se levanta la primera capilla católica de la Patagonia argentina.

 

En 1884 es designado capellán de la Provincia de Santa Cruz, y en razón de tal cargo la recorrió extensamente a caballo.

 

Residía en Buenos Aires cuando Fagnano luego de conocer Tierra del Fuego solicita su concurso para iniciar la labor misional desde Punta Arenas.

 

En ese accidentado viaje se produce el naufragio en el Magallanes, de que dejará Beauvoir un interesante testimonio...   El incidente se dio cuando la nave choca con una piedra cuando en el momento del desembarco el capitán creyó que haciendo una bordeada más extensa facilitaría las tareas de llegada al fondeadero.

 

“Imposible describir el pánico y las ansias mortales que se apoderaron de todos los que allí estábamos. Un ir y venir atropellado, un griterío ininteligible, un llorar de las mujeres y de los niños, un correr de los marineros yendo desatinadamente de proa a popa, todos mandaban y nadie obedecía, en fin un pandemoniun indescriptible”

 

Beauvoir agrega también que durante el desembarco en botes: “Vi a mas de uno empujar a otro y quitarlo de un puñetazo para ponerse en el mismo; a ninguno vi invocar el auxilio divino y pedir a Dios misericordia, solo se oían blasfemias e imprecaciones horrendas. Hubo quien clavó en el cielo la mirada y agitando el puño maldecía a Dios. Me horroricé pensando que estaba quizá al borde de la muerte y desafiaba al rigorosísimo Juez que entre poco tal vez le habría de juzgar. Otro, con el revolver en la mano, estuvo a punto de pegarse un tiro si no le hubiese faltado ese valor satánico. ¡Cuánto desvarío en esta desgraciada humanidad!!!

 

Entre los náufragos se encontraba Ibón Noya, quien había sido contratado como carpintero para la gobernación fueguina, pero el accidente torció su rumbo: se quedaría en Santa Cruz, donde llegaría a hacer fortuna como hacendado presidiendo con los años la Asociación de Río Gallegos.

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