... Algunos cuando vendían los corderos, otros cuando vendían la lana.
Zapatino, paulatinamente dejó de comer. Revolvía apenas con el tenedor el estofado de capón y chupaba su jugo, y dejaba el plato así para rezongo del cocinero y alegría de los quiltros. Poco a poco fue comentando a la gente que se le acercaban que había cosechado una enorme cantidad de oro y no confiaba en la gente, por eso mandaba mensajes en la botella a un amigo de confianza que vendría a buscarlo...
Algunos especularon sobre el lugar donde debía guardar Zapatino sus
botellas con oro. Otros pensaron simplemente que se había vuelto loco. En el hotel comenzaron a rondar algunos amigos de lo ajeno, se sentaban a
su mesa, trataban de sacarle palabra, de mirar de reojo lo que estaba
escribiendo pero había un problema para esta gente que o no eran muy letrados o no entendían el idioma o dialecto en que se escribía.
Un día de tormenta Zapatino no fue a la playa. Con la autorización de la señora de Cusiufo permaneció en la cocina realizando trabajos de orfebrería. Con el oro
que trajo de una botella fue construyendo aros de oro nativo: uno para su mujer, dos para comadres, dos para las hijas, y uno más para la dueña de casa. A ella se los dejó en depósito. Si le llegaba a pasar algo pagarían con holgura todos sus gastos.
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El ruso casi no durmió aquella noche del día que no encontró a Zapatino. Pensó que si era tanto el oro cosechado debía ofrecer el mejor precio, e incluso hasta vio la posibilidad de venderle un porcentaje de su negocio. Por eso no esperó y al amanecer se acercó a lo de Cusiufo para hablar con el minero. Allí se enteraría que no había aparecido en toda la noche. El ruso creyó prudente avisar a la policía.
Agarró para el lado de la Comisaría. En el camino le llamó la atención que no hubiera vigilancia en la garita que se levantaba frente a la obra del banco, y que otro tanto pasaba a la altura del futuro hospital. Fue al llegar a la Capacha que le preguntó al sargento Hernández si estaría en condiciones de recibirlo el jefe -¿Le digo que se trata del ruso? -Salisky, Salisky es mi apellido.
!Qué alboroto! Hoy diríamos que la tropa estaba acuartelada. En aquellos territorios nacionales los cuerpos policiales se conformaban con gente de las más diversas nacionalidades. El ruso se dio cuenta que todos hablaban de lo mismo, pero no podía entenderlos. De pronto en el entrevero apareció el Subjefe, y en atravesada frase le dijo, !Tu judío de mierda tendrás que salir de testigo!
Los recuerdos del comerciante se encadenaban en tantas humillaciones, pero el insulto venía con la prepotencia de ese alemán que lo metió con el hombro en esa pieza que olía desagradablemente, llamando a gritos: -!Escribiente, a su trabajo¡ Entonces Salinsky sintió que algo golpeaba a sus espaldas. Todo se lentificó. Pero finalmente se dio vuelta y allí estaba: el cuerpo de Zapatino colgando de una viga del techo.
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