Antología inesperada de Benito Fava.

Algunos lo identifican como ese señor siempre sonriente, vecino de la calle Don Bosco. Otros miran hacia atrás y lo saben sereno jubilado municipal. Más atrás y es cotizado sastre del cambiante Río Grande.

Algunos saben que vino de Italia, donde pasó la guerra y sus privaciones, y que tal vez por eso cazaba gorriones para que toda la familia los comiera con arroz o polenta, no solo por que fueran ricos, también porque acumulaba en el recursos libre y disponible una estrategia de alimentarse con lo primero que aparecía al alcance de la mano.

Benito concurría de tanto en tanto al programa de la radio, el programa de Leonor Piñero donde leía sus escritos.

Benito, italiano, escribió sobre los antiguos fueguinos:


Diez millones de años han pasado

desde que un capricho natural hizo

esta tierra aparecer por debajo del mar

Los gigantes vigilan desde lo alto,

el Olivia y los Cinco Hermanos.

Grandes lagos y ríos de agua cristalina,

y un canal como un mar para navegar.

Verdes praderas y árboles milenarios

plagados de avecillas que van para anidar.

El robusto Ona recorrió esta solitaria

tierra para encontrar guanacos y mariscos

para su hambre saciar.

Diez millones de soles y de medianoches

en este cielo se han visto cruzar…

Diez millones de crudos y fríos inviernos

con escarchas como vidrios brillando.

Vientos que en verano dejan oír su ulular.

Si los gigantes pudiesen hablar…

Diez millones de años es mucho para pensar!


Su mano en la mía

Un día gris, de un triste invierno

se presentó en mi casa

una humilde viejita

de voz cálida y suave

y pocas palabras…

Sus ojos reflejaban

una tristeza lejana

de tiempo pasado,

de horizontes perdidos.

Temblaba de frío!

Con humildad saludo

estrechando mi mano.

La suya era blanca

igual que la mía.

Con voz temblorosa dijo:

-“Soy Ona,

vengo e una raza que un día

fue la vida de esta tierra…

Ahora soy pobre y tengo frío;

quisiera calentarme un poco

si me lo permite”

Su voz tenía angustia

y reflejaba un largo sufrir.

Le brindé calor y todo lo que tenía.

Recuerdo su mano blanca y cálida

dentro de la mía…

Recuerdo a la pobre ONA, con frío

y a esa mano igual a la mía…

Todos seremos viejos un día

y también tendremos frío

como aquella viejita ONA

que puso su mano en la mía.


El Ona

Vivía libre su vida,

igual que un ave en primavera,

como techo las estrellas…

Su mirada al cielo como diciendo:

“Creador, quien soy yo?...

Un pasado, un presente, un futuro.

Soy hijo de la tierra el mar o el cielo?

Soy dueño de esta soledad?”

Pero el ona piensa porqué los fusiles

y no las palabras,

porqué la matanza y no la amistad y la vida…

Por qué matarse entre hermanos,

si él solo quería darles la mano…

Nada se lleva uno consigo,

ni el oro ni la tierra;

y a la tierra todos iremos a parar

Por eso paisano, cuando vengas a esta tierra

y te encuentres con el Ona…

Estréchale la mano!


Lola canta a los onas.

Lola había nacido para cantar…

Ona pura, mantenía su costumbre aborigen…

A quien le cantaba Lola?

Al cielo, a las estrellas, al mar, a la vida,

a la tristeza de ser una solitaria nativa

en medio de esta soledad.

Lola le cantaba a todas las criaturas

del campo, que al oír su voz

Se paraban para escucharla.

Le cantaba a su pueblo triste, para alentarlo

Le cantaba a su gente lejana, que añoraba.

Sus cantos se esparcían por el cielo,

los valles y el lejano horizonte…

…buscando ser oídos por los onas fallecidos

Lola en los y blancos inviernos

le cantaba a su tierra que ya no tenía…

Le cantaba a su pueblo, a su gente ona,

que de a poco se extinguía

2 comentarios:

Kata dijo...

Gracias Mingo ! Que placer leer en tus paginas las letras de mi papá....

Giuly dijo...

Estoy muy orgullosa de mi abuelo Benito, porque es un hombre de principios, muy respetuoso y en mi vida me enseño muchas cosas (y lo sigue haciendo). Gracias Mingo !!