Tenía los ojos
cubiertos,
y el alma
irritada.
Peleaba con
fuerza por mis recuerdos.
No sentía el
dolor a la tortura.
No escuchaba al “Señor”
hacerme preguntas.
Sólo quería ver
la luz, que no había visto.
Quiero ver a
esos “Señores” y responsables
de mis
cicatrices, detrás de rejas.
Pero.. ¿quién podrá
borrar las cicatrices
de mi alma?
“No hay rejas”, para éstas
marcas.
Quiero aquellas
cosas que ya no están..
Un niño riendo,
calesita de risas, la dulce canción
del dormir que
acunaba desde aquella niñez.
Flor naciente de
colores vivos y el rocío acariciando
aquella rosa.
Amistades
sinceres de verdaderas palabras.
Y el “Te amo”
sin preferencia de nadie.
Hoy, ya no
están, las extraño
¿Por qué? Se fueron…
Ahora, sólo hay
Cuerpos sangrados
bocas de
palabras, sobre un mar tormentoso
de la noche, la
embarcación de la vida navega.
Casas
solitarias, un jinete emigrante.
El cielo nos
envuelve, en su manta gris, sin respiración.
Nosotros en este
viejo lugar, paseando como fantasmas
en busca, de un
nuevo Amanecer.
La autora con su maestra Rosa -Rosita- Paredes.
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