Publicado hace un año, llega a mis manos este reportaje que forma parte de una experiencia de aprendizaje orientada por Laura Giussani Contenla. Se ha dicho que uno es lo que cree ser, lo que otros dicen que somos y finalmente lo que verdaderamente es. Este escrito se sitúa indudablemente entre la segunda y tercera consideración.
Sabía que iba a entrar a su casa y no tenía dudas: era
un premio a mi constancia. Había pasado por el frente muchísimas veces,
escuchado miles de anécdotas de quienes lo habían visitado, incluso de los que
habían vivido allí pero en la casita del fondo. En un momento determinado era
casi inevitable que los que vinieran del vecino país no pararan en la casa de
Mingo Gutiérrez.
Él mismo, vestido con jean, camisa a cuadros roja,
pañuelo al cuello y pantuflas, abrió la puerta de la calle Obligado 519, una
verja por afuera con pilares de mampostería y rejas, la casa también de
mampostería con ladrillo a la vista y techo de chapa, un jardincito adelante
con lindos rosales y un álamo bastante alto.
Entrar fue como hacerlo a una biblioteca o a un museo
pero en el sector de archivo, distintos anaqueles donde por acá veía libros,
más allá lograba discernir decenas de VHS, casetes en estantes más abajo del
mismo mueble, también se veían esos archiveros como en las oficinas públicas,
altísimos y con muchos cajones.
Siendo fueguino aunque el azar y las condiciones
sanitarias del entonces territorio en el año 53 hicieran que naciera en Río
Gallegos, fue uno de los primeros en estudiar Periodismo en La Plata, se graduó
como Licenciado en Ciencias de la Información y más tarde como Profesor en
Comunicación Social, en épocas en que se daban préstamos para estudiar que
luego sí o sí había que devolver. Así que una vez recibido volvió y se presentó
en una oficina del gobierno en Ushuaia para ver cómo hacía para reintegrar lo
prestado. Y ahí nomás consiguió su primer trabajo en radio nacional.
Como le ofrecieron el trabajo un 28 de diciembre no
obstante aceptar, dice que pensó que era una broma por ser el día de los
inocentes.
Como sea, comenzó a trabajar en enero del año 77
cuando un empleado de radio nacional ganaba más que el gerente del banco.
Su mujer Patricia se acerca con el mate y la pava,
disculpándose por interrumpir, pero en realidad estábamos como saludándonos, él
preguntando para qué medio era esta entrevista, yo intentando explicar.
Comienza el mate y cuando Patricia descorre la cortina se empieza a filtrar el
sol tibio de otoño y se ven las hermosas plantas con flores del jardín.
En ese momento descubro en uno de los estantes de la
biblioteca distinto de los otros, con libros antiguos, encuadernados, con lomos
donde sobresalen letras doradas, un guanaco de madera de lenga, muy probablemente
esculpido por Enriqueta Gastelumendi “la india Varela”, y en la pared cercana un
cuadro de Mónica Alvarado, y una acuarela de Nico con las casas de la Misión en
invierno.
Físicamente es un hombre alto, con pelo y barba
entrecanos, ya no luce los históricos anteojos de miope o aquellos lentes de
contacto que lo hacían parpadear casi todo el tiempo, recordé que se había
hecho operar de cataratas hace poco.
Le pregunto por su relación con Adrián Bistch, un
veterinario que tenía un programa radial que se llamaba “Lavando cebaduras”. Y
me responde que efectivamente ese programa iba todos los días muy temprano y a
la tarde, para él al principio como tenía muchas pretensiones estéticas, le
parecía demasiado sencillo. Pero a lo largo del tiempo se dio cuenta que la
respuesta que tenía por parte del público oyente era maravillosa, al decir de
Bistch “la radio entraba a las casas sin golpear”. Los paisanos del campo lo
escuchaban siempre, porque él trabajaba dentro del Programa Provincial de
Hidatidosis y esta era una forma de llegar a mucha gente, justamente en el
invierno cuando no podían recorrer los campos.
Mirando las diferentes estanterías y archiveros le
solicito su confirmación para que me diga si efectivamente son sus archivos
personales y me cuenta que por el año 79 había ido acumulando entrevistas a
algunos viejos vecinos hechas para la radio cuando llegaban los días de Río
Grande o algún acontecimiento en particular y que ese año estuvo bastante mal
de salud y paralelamente su padre fallece y muere y cuando vuelve al trabajo
después de tres o cuatro meses de ausencia busca donde tenía sus reportajes y
encuentra las cintas regrabadas con programas de chamamé.
A partir de esto, comenta “me costó mucho asimilar el
chamamé, independientemente de que en su momento me gustara Teresa Parodi, pero
me costó digerir el tema ese”. Y a partir de ese momento empezó a archivar en
su casa.
Pasan los mates que se van lavando como aquel programa
de radio, pero la charla es verdaderamente amena y se va mechando con
comentarios muy simpáticos acerca de distintos personajes de la política local
y del quehacer riograndense, y me cuenta de aquel otro programa que tuvo en la
radio que fue un verdadero desafío porque el horario que le habían asignado era
de 16 a 17 “el horario de la novela, o ves la novela o escuchás Ser del Sur”. La idea del programa
había sido difundir música patagónica, pasar información local, leer relaciones
de diferentes lugares del sur, hacer reportajes y ver qué les podían mandar de
otras emisoras asimilables a ese proyecto.
Dice que fue una experiencia muy linda que duró cerca
de dos años.
Estábamos totalmente ensimismados, yo grabando
mientras él hablaba y tomando pequeñas notas o imaginando futuras preguntas
cuando entra Patricia preguntándole si quiere comer pastel de papas o guiso de
lentejas, en fin, todo el ensimismamiento pasó a alojarse en mi estómago y
sentí hambre, y lamenté muchísimo que no me estuviera invitando a almorzar.
Recordé, aunque hubiera sido anterior a mi llegada a
la ciudad, su pasado como concejal, se refiere a esta etapa diciendo que “esos
dos años no fueron de producción periodística ni intelectual, ni nada.Y cuando
volví a la radio venía con una idea, yo estaba escribiendo en aquel momento, o
sea, tuve etapas de mi vida en que escribí y guardé, escribí y guardé”
Comenzó con un programa histórico-local llamado “Fronteras
del pasado” desde hace más de 25 años, mucho más de 700 programas grabados,
cerca de ocho mil horas de grabación sobre la memoria de Tierra del Fuego.
Desde la cocina comenzaron a llegar hasta el living
aromas de cebollas rehogadas y de toda una preparación gastronómica deliciosa,
era hora de terminar la charla.
Oscar «Mingo» Gutiérrez, fue nombrado ciudadano
ilustre en el 2014 por su trayectoria como periodista, historiador e
investigador.
Actualmente
aparte de continuar trabajando en Radio Nacional, tiene un blog que se llama “Mensajero
del río”, ha editado varios libros entre los que se cuentan
"La Candelaria" en 1988, "Rastros en el río", 2001, “Los
selk´nam: ausencias y presencias".en 1999, "Temprano Río
Grande". 2001 y finalmente "Hasta el próximo recuerdo".
1 comentario:
Que linda nota, hecha con humildad, respeto y admiracion, bien merecidas por supuesto por Mingo Gutierrez..un pequeño tesoro para guardar...
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