Yo dormía con mi abuelo materno, un gringo de casi dos metros de altura con ojos cristalinos increíbles, entre verdes y celestes. Cuerpo de estructura de mármol, rígido, fuerte, para mi, un Quijote.
Una noche como cualquiera murió a mi lado, en su cama.
Y ya no fue más una noche como cualquiera. Yo me levanté para ir al baño a la madrugada y, cuando volví a la habitación, estaba mi madre sentada a su lado, ella me dijo muy despacio como si sus palabras lo fueran a despertar: Perlita el Nono se nos ha ido…
Al poco tiempo nos fuimos de viaje a Uruguay, mis hermanos y mi mamá, casi un mes.
Al regresar, nuestra vecina y amiga de la infancia, casi hermana, que tenía dos años más que yo, nos dijo asustada que mi abuelo se sentaba a la tarde en la vereda con su silla como siempre lo hacía.
Que ella lo veía cuando ya era de nochecita en esas tardes de calor, y que no se animaba ni a acercase a la casa, que lo miraba desde su vereda. Mi hermana, que me llevaba casi dos años, falleció sin que yo pudiera llegar a verla en sus últimos minutos. Hice un raid de aviones y transportes que recorren kilómetros para llegar a ella, cuando ella ya se trasladaba de una forma bastante más rápida que yo en mi realidad terrenal. Yo de todos modos insistí en llegar.
Pero la angustia me llevó por caminos extraños, todos los que hemos perdido a seres queridos, hemos experimentado transitar esos caminos.
Así fue como cuando regresé al lugar donde estaba yo viviendo, luego de su entierro, una noche al acostarme, a dos días de su muerte, me desperté en medio de la noche porque ella me decía que escuchara una canción determinada. Así lo hice, puse la canción, la cual muy claramente me decía que: Lamentaba por no haberse despedido, que todo había sido muy rápido, que solo puede verme y hablarme cuando estoy durmiendo, que me quede tranquila que está en el cielo y que siga sonriendo que me queda muy bien…
Al año y medio de fallecer mi hermana, mi teléfono sonó como siempre y una voz me decía que mi padre había fallecido. La llamada se cortó, yo me senté en el piso desolada, y al volver al sonar el teléfono a menos de unos segundos yo dije:
¿Es mentira verdad?
¿Es una broma no es cierto?
No. No era una broma.
Un nuevo raid de aviones. Nunca llegaré a donde quiero llegar tomando un avión o un bus. Él se fue, claro, se fue. Liviano, en paz absoluta. Luego de un tiempo, estando yo en su casa, un sueño profundo me llevó más allá de la realidad. Y él apareció.
Aparecía desde la pared de mi habitación y giraba saliendo por la puerta y volviendo a pasar a mi lado, atravesando la pared.
Varias veces, de joven, luego más adulto. En unas de sus pasadas me puse de pie y me lancé para abrazarlo, sintiendo que se me salía el corazón. Me tiré encima de él gritándole:
-Yo sabía que había sido una broma! Acá estás!
Perla Bollo 2015.
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