Ese destino recién puede ser
alcanzado el 10 de agosto, debido a los incesantes temporales que se cruzaron
en su derrotero. El prefecto apostólico venía haciendo diligencias a más no
poder con el propósito de abastecer a la misión ubicada en las proximidades de
Río Grande. Ya había remitido 50 bueyes y se había comprometido a un envío
adicional de otro medio centenar de vacas y otros elementos imprescindibles
para el sostenimiento y consolidación de la radicación salesiana. El 30 de
mayo, Fagnano había comprado en Santiago de Chile la embarcación para cumplir
la tarea de mantener comunicadas a las avanzadas salesianas. Al llegar,
encontraron una treintena de indígenas, cuatro días después, se sumaron
cuarenta y cinco indios más. Antes de regresar a la ciudad magallánica, Fagnano
asignó un nuevo sitio a la
Misión , a la vera de tres manantiales y distantes, del puerto
más o menos una legua. Partió el 16 de agosto, mientras el Torino abandonaba el
puerto, vio a unos doscientos aborígenes alborozados cruzar el río Grande con
destino a la Misión.
Monseñor José Fagnano movía desde Punta Arenas
todos los resortes necesarios para asegurar el abastecimiento de los hermanos
del río Grande. Es por eso que un día como el de hou, el 22 de julio zarpa a bordo de la tan suspirada embarcación de
150 toneladas, 450 caballos de fuerza y 300 toneladas de capacidad de carga, la
cual, registrada bajo el nombre TORINO cumplió una destacada labor en apoyo de
las misiones salesianas de Dawson y Río Grande.
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