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Septiembre 18 de 1740. La flota de Anson zarpa desde el puerto de St: Helens en
la Isla de
Wight.
Su destino es la confluencia de los océanos
donde espera enfrentar a la escuadra que se le ponga por delante en su objetivo
de azolar los dominios españoles del Pacífico.
Comandaba la poderosa flota inglesa un
marino de 43 años que venía de una exitosa campaña en la guinea: Goerge Anson,
y lo hacía en la nave que ya lo conocía como capitán: la Centurión que transportaba
60 cañones y 513 hombres. Lo secundaban cinco naves más que elevaban el poder
de fuego a 234 cañones y la dotación armada a 1573 efectivos.
Los barcos estaban íntegramente pintados de
rojo para evitar la visión de la sangre enlos días de pelea.
El sistema de artillería funcionaba de la
siguiente forma: “ Las bocas de los cañones se elevaban o se deprimían mediante
cuñas de madera. Una vez descargado el cañón retrocedía y era entonces limpiado
de la pólvora quemada. Luego se procedía a incertar una nueva carga, asegurada
mediante un taco. A continuación se colocaba la bala. El alcance era de una
milla. Cerca de los cañones había cubos de agua, para la limpieza d elos mismos
y para extinguir incendios. Cada una de las piezas requería la atención entre cuatro
y doce hombres. Operaban desnudos hasta la cintura, aun cuando tendría que
enfrentar al enemigo en las heladas aguas de su destino. Para absorber la sangre y evitar resbalones,
diseminaban arena por las cubiertas; los tripulantes combatían descalzos. A
menudo las astillas de las paredes de roble al desprenderse por un disparo
provocaban más daño que las mimas balas.
Los hombres, los artilleros, eran a la vez
diestros en técnicas de abordaje.
Una armada así podía protagonizar una
batalla sin igual en las inmediaciones del Cabo de Hornos, pero las
inclemencias del tiempo mandaría un destino diferente cuando España ponga en su
persecución otra poderosa armada: la de Pizarro..
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