ENRIQUE ASTESANO y JULIO LEITE están de cumpleaños.

El mayor festeja 86 años.
El menor su llegada a los 60.

Astesano trabajó desde los años 60 en la construcción y luego el comercio. Dedicado a la pesca recorrió caminos y encontró elementos de la naturaleza y de las antiguas culturas originarias. Con ella conformó un Museo, que lleva el nombre de ASTES, como un apócope de su apellido.

Julio nació en Ushuaia y es nuestro poeta mayor. Homnbre de escenarios y talleres literarios, de pueblo y Patagonia.

Ambos son motivo de orgullo para nuestro Río Grande.

















Agregamos una foto del Muso Astes.


Como así también una descripción del escritor ALEJANDRO PINTO, de los 60 años de Julio celebrados en su ciudad natal: Ushuaia: UN SALUDO FUEGUINO
La noche nos agarró en la ruta. Paramos cinco minutos en Tolhuin y seguimos viaje. En el valle, llegando a Ushuaia, algunos muñones de nubes gruesas se amontonaron encima nuestro dejando pasar dos o tres rayos de luna que caían sobre las cumbres nevadas de la cordillera. Una luz celeste rociaba las montañas. El Vaina bajó la velocidad del coche para contemplar mejor el paisaje. Donde caían los rayos de luna se abría una ventana apenas más brillante que el entorno, dejando ver con mayor claridad el terreno escarpado y la pureza de la nieve.
Cuando llegamos al Monte Olivia bajé la ventanilla para decirle algunas cositas lindas, y que me espere.
Entramos a la ciudad, dimos algunas vueltas y encaramos hacia la casa de Carmen, donde ella y algunas amigas y amigos estaban reunidos celebrando el cumpleaños de nuestro querido amigo el Mochi.
Fue una noche maravillosa, llena de anécdotas, risas, algún que otro lagrimón, y buena música. Comimos y bebimos en torno al poeta que en un momento, con la voz en la tristeza, preguntó ¿dónde está Santiago?.
Carmen y Mochi nos albergaron en su casa con una amabilidad suprema. Casa que por cierto era una obra de arte bella y cálida. Libros, esculturas, cuadros, cerámicas y antigüedades por donde mires.
Muchísimas gracias Carmen y Mochi por su hospitalidad. Son dos gigantes como las montañas que los rodean. Por eso no me extraña lo que ocurrió cuando nos fuimos.
Al día siguiente nos despertamos pasado el mediodía. Berni, la mascota de la casa, de la obra de arte, se acercó a darnos los buenos días. Nos levantamos y tomamos un café en unas tazas de cerámica hechas por Carmen con motivos Selknam. El Mochi se apareció con una remera roja y dijo, como quien se presenta: “Condorito”. Nos reímos, comimos un poco de torta, charlamos otro rato y nos despedimos. Teníamos que estar en Río Grande antes de las cinco y ya eran la una y media. En ese momento afuera se largó a nevar fuerte, la ventana parecía un paño blanco.
Cuando íbamos saliendo de la ciudad el cielo estaba completamente encapotado salvo un pequeño claro, el único, que se abría hacia el sur, dejando caer la luz del sol justo encima de una de las montañas que se levantan frente a la bahía. En el coche volvía con nosotros Dani, el músico del cumpleaños. Y entonces sin poder contenerme grité desde el asiento de atrás ¡miren eso! Y los tres nos quedamos mirando callados aquello que parecía una suerte de saludo gigantesco, o simplemente fueguino.

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