Dos tipos de comentarios rondaron mis conversaciones en
torno a la noticia de este lunes que ha motivado a la ciudadanía fueguina. Uno
de ellos encuentra en la disposición presidencial un gran aliento a las
políticas de mejor y pleno empleo en el ámbito fueguino; otra circunscripta a
los que piensan que si la medida sirve para mejorar el caudal elector del
oficialismo, los votos que se ganen por aquí se pueden llegar a perder en otros
distritos.
No han sido abundantes mis charlas, y menos en los ámbitos
de salud entre los que me movilizo, pero si han que reconocer que son mucho más
las miradas optimistas que las pesimistas.
Pero hubo una voz que despertó mi interés, cuando alguien dijo
–desde el punto de vista del empleo- que tal vez así se consiga volver a las
mejores épocas vividas en la economía lugareña.
Y yo me pregunté: ¿Cuándo fue?
La idea rondó mi cabeza tanto para hacerme pensar si puedo
afirmar convencidamente de cual fue ese momento.
Y creo no equivocarme que recuerdo aquellos días en que,
siendo docente a nivel medio, encontraba a pocos años del egreso de quienes
habían sido mis alumnos respuestas de ellos sobre lo que había sido su vida:
tenía un empleo fijo, una vivienda Fonavi, un auto Cero, el televisor de última
generación, y un viaje..¡a Brasil! Era una generación satisfecha entre gente
que no superaba los treinta años de edad, y que además ya se había casado
tenido los primeros hijos.
En algunos casos la afortunada respuesta no comprendía
solamente a los muchachos, sino también a las chicas, convertida a la postre en
tempranas madres.
Tal vez a diferencia de ahora no todos habían seguido
estudios superiores. Y algunos enmudecían cuando uno les preguntaba que otras
metas tenían para el resto de su vida.
Que esperanzas cifraban en los hijos. Que protagonismo
esperaban tener en el mundo que se les avecinaba.., sobre todo cuando se
comenzaba a hablar de la provincialización.
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