Y allí está sobre la hornalla esperando que mientras ella
siente calentarse al agua yo emprenda mis primeras actividades del día.
En un tiempo fueron mis obligaciones.
Recién me senté en la computadora mientras tomo café con
leche escucho a Mesié Periné, lo que salió elegido para activar mis ganas de
vivir.
Y abrí la puerta y salieron con las perritas que siempre se
manifiestan con alegría, en su momento ladraron que fue su forma de aplaudir
que yo me haya levantado. Ahora la puerta sigue abierta porque a la casa hay
que ventilarla.
Y pasé por la zona sanitaria, y el tiempo de mejorar las
apariencias: colocarme las prótesis, emprolijar la barba, lavarme la cabeza;
hoy no dio el tiempo y las ganas para una ducha pero estoy vestido –si se
quisiera- para salir a ganar la mañana.
Pero tengo una visita, eso me predispone a pensar en que
lugar de la casa conversaremos. La casa encierra varios recintos públicos, de
los cuales suelo usar a dos más que un tercero. El privilegiado es la cocina.
En otro tiempo era un lugar de convergencia doméstica y yo pretendo que se el
centro de mi mundo, que siga siendo.
La pava es lo primero, nos decía un profesor del último año
de la universidad en una materia llamada Investigación Operativa. El profesor
nos hablaba de cómo se armaba un convoy durante la guerra, de cómo hay que
planificar las distintas acciones de la vida para economizar recursos, ganar
tiempo y economizar dinero. Era un hombre de mediana edad que también trabajaba
en el ámbito militar, tenía labio leporino operado y su apellido era López.
Suelo recordarlo todas las mañanas cuando coloco la pava en el fuego, a veces
me recuerdo su nombre y apellido, en otras aparece siempre vestido de la misma
manera, y en algunos casos se escucha su voz que dejado de oir hace casi 50
años.
Estoy tomando café en una tasa que me ha regalado Tati. Tati
ya ha muerto pero en casos como este vuelve a mis recuerdos, la extraño a Tati
pese a que nunca compartió conmigo un desayuno: La extraño también a Viviana,
lo extraño a Luís. Son todos amigos que tanto hicieron por acompañarme después
de que enviudara, y a los tres se los llevó el cáncer.
Las enfermedades ocupan un lugar en la vida de los viejos.
Les debe pasar a todos.
Aunque de pronto pienso que Loncón, al que siempre lo veo
sano y vital en El Roca, no debe tomar ninguna pastillita al amanecer.
Y yo ya tomé cuatro después de medirme la glucosa que me dio
86.
El diario me trajo algunas cosas que desconocía. La mayoría
de ellos me habían llegado por otro concurso, fundamentalmente por las redes
sociales. En el diario no hablan de mí, pese a que pronto voy a ser noticia. A
veces ocurre de las cosas que pasan tardan en convertirse en noticia.
Me pongo a pensar cuanto tiempo tardó la pava en calentarse.
Cuántas cosas fui haciendo mientras tanto. Y recordé que en
tiempo hubo en esta casa una pava de esas que silban cuando ya han terminado su
tarea. Mi actual pava es un caldero alto, comprado en Domingo Granja, tal vez
un producto español. ¡No hay muchos que conserven una pava así! A veces me la
olvido en la hornalla y la pava se va poniendo negra, pero no se funde, es de
materiales nobles.
El celular se está cargando, he levando las cosas que dejó
la noche ahí: medias sucias, celofán de alguna golosina. Mis perras se portan
bien y no hay nada que limpiar. La casa ya tiene varias luces prendida,
evidencia de que por esos espacios he pasado a hacer algo.
Ahora escucho una canción que eligió la PC, es de Canal Emerson
Juliani, la máquina sabe de mis gustos más allá de que nunca pedí escuchar este
tema. Se pone a ritmo con mis acciones.
Mi visitante ya tendría que haber llegado.
No siempre soporto a la gente que se demora en sus citas.
La pava fue lo primero. Tal vez en tu casa y en tu caso fue
lo mismo. Aquí pasó así, y así te lo conté.
Habría que hacer un storyboard de todo esto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario