Hubo un tiempo que si tenías que viajar no era un problema encontrar quien te cuidara la casa.
La figura a la que pronto podías acudir era el vecino.
A este le podías dejar el cuidado de plantas y animales que
sabías que encontrarías en circunstancias idénticas a las que las dejabas
porque hoy el vecino se preocupaba por vos, y mañana vos te preocuparías por
él.
El tiempo ha ido modificando estas formas de convivencia y
hoy ya no tienes un vecino tan conocido como los de antes, o tal vez lo conoces
de una manera que te hace desconfiar sobre su capacidad de entrega a la misión
encomendada.
Había situaciones que se institucionalizaban: por ejemplo
que uno y otros organizaban sus vacaciones para brindar el servicio que el otro
podía demandar.
También hubo un tiempo anterior en que eran pocos los que
viajaban y siempre había alguien de la familia que podría quedarse en la tarea
de cuidador.
O había una suerte de pensionista que se alojaba en forma
permanente en nuestra casa, o en nuestro patio y que cargaba la responsabilidad
de estar cuando nosotras no estuviéramos.
En otros casos se conseguía que alguien fuera de tanto en
tanto para que la casa no estuviera sola. Y en ese caso dependía de las
posibilidades de aquellos que te decían que sí. Podía ser algún compañero de
trabajo, o un amigo que hasta podía a alojarse por las noches en tu casa con
libre acceso a algunos elementos de confort que formaba parte de tu vivienda.
A mí me ha tocado estar de uno y de otro lado: cuidando casas,
y dejando la mía en manos de prójimo.
No siempre hubo que suscribirse a servicios de vigilancia, o
sistemas de alarma. En algunos casos la autoridad policial solicitaba a la
población que los pongan de sobre aviso sobre las fechas de partida y retorno,
que ya pasaría el rondín –con el tiempo la patrulla- para ver si no estaba
pasando nada raro.
De un tiempo en el cual estas cosas de planificaban de un
día para otro, se fue pasando a otros momentos en que la tarea debía
planificarse con antelación. Por ejemplo: el resolver medianamente el tema para
mediados de octubre, pensando en que pasaría... ni bien terminaban las clases.
Cuando todavía no se hablaba de la “gran estampida”.
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