Sólo Martín Gusinde entre tantos investigadores del origen fueguino pudo encontrar un testimonio de cómo comenzó la cosa.
Este acontecimiento es el primero que tengo registrado en mi Cronología Incesante que he hecho crecer en el tiempo producto de mis lecturas, mis investigaciones y mis diálogos sobre el ayer fueguino.
El austriaco encontró entre los yámanas su referencia a como fue el comienzo de la “libido sexualis”:
“Los hombres cuentan entre ellos: Cierto día, el Yoalox menor sintió una gran lascivia e intentó por todos los medios satisfacerla. Con esta intención formó un cuerpo humano. En el abrió las cuencas de los ojos et immisit membrum suum mágnum, pero no quedó satisfecho. Luego abrió dos orificios debajo de la nariz, pero tampoco en este lugar encontró placer. En seguida abrió a ambos lados de la cabeza las aberturas del oído pero aquí tampoco llegó a la satisfacción que buscaba. Ahora abrió una ancha boca, pero esto así mismo no le satisfizo. Siguió con sus intentos de satisfacer su lascivia, y lo hizo en las axilas, en los pechos, en el ombligo, pero nada de esto le causaba placer. Por último abrió una abertura ente las piernas, y aquí por fin encontró plena satisfacción”.
“Más adelante instruyó a los hombres acerca de esto. Desde entonces ellos también saben de que manera pueden satisfacer su lascivia”
Todos los que hemos sido iniciados en la civilización judeocristiana tenemos un conocimiento cabal de lo que significa “immisit membrum suum mágnum, aunque tenemos la impresión, tal vez por un error de imprenta, de que se omitió un orificio.
Este bendito Yoalox menor fue el inventor del trabajo, habiendo sido el mismo producto de una discusión con su hermano mayor al que le afirmó lo siguiente: “¡Qué la gente sufra hambre si no trabaja”, habiendo afirmado que “Los hombres deben estar constantemente obligados a trabajar. Por eso deben ir a cazar; si han abatido leones marinos o ballenas, las mujeres prepararán la grasa. Entonces todos podrán disfrutar abundantemente del apetitoso aceite, que resulta más sabroso aún después de un trabajo cansador. ¡No se concederá a los hombres goce alguno sin previo esfuerzo!”
De allí que la libido sexualis haya sido una suerte de compensación para esta otra condena.
Este acontecimiento es el primero que tengo registrado en mi Cronología Incesante que he hecho crecer en el tiempo producto de mis lecturas, mis investigaciones y mis diálogos sobre el ayer fueguino.
El austriaco encontró entre los yámanas su referencia a como fue el comienzo de la “libido sexualis”:
“Los hombres cuentan entre ellos: Cierto día, el Yoalox menor sintió una gran lascivia e intentó por todos los medios satisfacerla. Con esta intención formó un cuerpo humano. En el abrió las cuencas de los ojos et immisit membrum suum mágnum, pero no quedó satisfecho. Luego abrió dos orificios debajo de la nariz, pero tampoco en este lugar encontró placer. En seguida abrió a ambos lados de la cabeza las aberturas del oído pero aquí tampoco llegó a la satisfacción que buscaba. Ahora abrió una ancha boca, pero esto así mismo no le satisfizo. Siguió con sus intentos de satisfacer su lascivia, y lo hizo en las axilas, en los pechos, en el ombligo, pero nada de esto le causaba placer. Por último abrió una abertura ente las piernas, y aquí por fin encontró plena satisfacción”.
“Más adelante instruyó a los hombres acerca de esto. Desde entonces ellos también saben de que manera pueden satisfacer su lascivia”
Todos los que hemos sido iniciados en la civilización judeocristiana tenemos un conocimiento cabal de lo que significa “immisit membrum suum mágnum, aunque tenemos la impresión, tal vez por un error de imprenta, de que se omitió un orificio.
Este bendito Yoalox menor fue el inventor del trabajo, habiendo sido el mismo producto de una discusión con su hermano mayor al que le afirmó lo siguiente: “¡Qué la gente sufra hambre si no trabaja”, habiendo afirmado que “Los hombres deben estar constantemente obligados a trabajar. Por eso deben ir a cazar; si han abatido leones marinos o ballenas, las mujeres prepararán la grasa. Entonces todos podrán disfrutar abundantemente del apetitoso aceite, que resulta más sabroso aún después de un trabajo cansador. ¡No se concederá a los hombres goce alguno sin previo esfuerzo!”
De allí que la libido sexualis haya sido una suerte de compensación para esta otra condena.
El hermano mayor tenía un proyecto menos productivo, pero más saludable.
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