ANA LAURA Y LA MEMORIA DE LO QUE VENDRÁ


Ella abrió los ojos y parecía que la luz no la deslumbraba.

Movió su cuerpo, sus dedos, sus manos, sus hombros, sus tobillos y un ruido interior invadió su vida.

La vida parecía manifestarse en su plenitud, en su libertad y ella que vivía desde hace siempre en la caverna materna no supo que comenzarían a llamarla la desalojada.

Su llegada al mundo de los papeles había sido así. El mundo de los papeles le traía otros ruidos indescifrables: cuadernos que se abrían hasta encontrar la última página y en ella escribir su nombre, su peso, sus medidas. Ningún registro de aquellos era el que estaba entre otros ruidos, indescifrables también, pero donde se hablaba del color de su piel, su cabello y de sus ojos, de los menudos huesos que se escondían en su menuda carne, de esa fragilidad de pájaro. Otros papeles se envolvían y pasaban a un cesto el que se levantaba y chocaba con torpeza contra la pata de un mueble metálico, y todo eso que era ruido intimidaba, hacía estremecer, proporcionaba tal vez las primeras sensaciones de miedo.

De pronto el mundo comenzaba a tomar cierta opacidad y eso la tranquilizaba, volvería a lo mejor al mundo que tanto la conocía, ese universo fluido, líquido, donde se fue transformado.., pero no era así, alto que después de llamaría hambre comenzó por urgir a su boca en un reflejo –de succión se escucharía con los años, mas científicamente- un reflejo le traería la idea del hambre, y eso la devolvería a la caverna, que ahora estaba como dada vuelta –como la manga de un saco se pensaría si se tuviera más vida- y el con hambre saciada y los nuevos ciclo de urgencia refleja aparecería su primera idea del tiempo.

En algún momento alguien puso sus dedos junto a sus dedos y se prendió de ellos con una fortaleza que movió al asombro del entorno. Todos en el entorno había experimentado eso con otros niños, pero habían tenido con ella la delicadeza de expresar su asombro, como si fuera una niña diferente a todo lo que había existido antes.

Sus dedos en movimiento, su muñeca enérgica, las dos extremidades superiores lo mismo; la columna que parecía un xilofón al arquearse en esa levitación neonatal eran otro integrantes que les transmitían vibraciones internas, la música de existir.

La llamaban la desalojada. Su nacimiento al contrario que el de sus hermanos se había dado siguiendo antiguas pautas quirúrgicas que la sacaron del vientre materno. No hubo forcejeos ni exploraciones sobre su mollera, no hubo monitoreos que verificaban como se aceleraba el corazón de la recién nacida. Todo fue un desborde, el mundo líquido que se retiraba, y ella en la cascada.. ¡a fuera! Con el tiempo llegaría a preguntarse si de otra manera podría haber vivido.

Con sus dedos, de la mano o de los pies, había llegado a tocarse y tocar las paredes de su casa, pero ahora los extremos de su cuerpo se distraían en movimiento que tocaban con las cosas, esas mantitas de abrigo, esas paredes transparentes, esa ropa; ese mundo que de a poco le brindaría la sensación del olor, donde se repartían experiencias agradables y desagradables.

Y de pronto supo lo que era el sueño. Y el despertar. Y se asombraba en todo esto por ciertas cosas que le molestaba entonces gritaba, y gritaba, y los que la socorrían se ponían también molestos y hacía por su parte ruidos y arrullos que en algunos casos lograban los fines propuestos, y en otros todo lo contrario.

La pequeña comenzó a tener cierta idea del futuro. Sabía que todo lo que la tranquilizaba duraría cierto tiempo, y se repetirían los malestares que le había traído el vivir. Y otra vez a la alerta del grito, y otra vez al calor conocido que le devolvía la calma.

La pequeña no sabía que antes de ella hubo otro, u otra, que hablaba con sus madres y sus hermanos con una aparente ventriloquia, respondiendo a la preguntas las insólitas, provocando desde la ternura a la risa. Pero ese/a que había estado antes experimento la detención en el tiempo y entonces Ultra, que así se lo llamaba calló. La caverna fue vaciada en una experiencia quirúrgica que se mantuvo en silencio, sobre todo para la pequeña hermandad de aquellos diálogos a los que se les dio una explicación muy poco satisfactoria. Pero al poco tiempo estaba ella, y con ella no se habló por el temor a que se repitieran las frustraciones. La desalojada estaba ansiosa por recuperar todo lo que había perdido. En cambio para los hermanos operó el olvido, y de los dos partos hicieron uno en la memoria, un largo período de espera de la niña que vendría a quebrar la paridad varón-mujer que entonces existía.

A poco de vivir externamente parecía, como le parece a todos los recién nacidos, que todo lo que están viviendo lo habían vivido. Que en el estrecho derrotero de armarse de experiencias había una cassette grabada que de pronto se había tenido que rebobinar, pero que emergía con ese sonido agudo y trunco que suelen tener los deja-vù del existir.

Y lo que no sabía hace 25 años Ana Laura Gutiérrez, no tardaría en aprenderlo mucho mejor de la mano de Jean Piaget.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias Pa!!
Me encanto... como siempre..
Gracias por todo, por estar tan presente aunque estemos a la distancia!
Gracias a patricia y a mi hermanito menor.. por todo el cariño y afecto!
Los quiero muchisimos...

La desalogada.

Pali dijo...

¡¡¡Qué hermosa forma de escribir!!!. Si no supiera que es por el cumple de Ana, podría y es un gran trabajo literario. ¡Qué bueno esto tuyo de escribir sobre lo que se quiere! Aquí en esta casa, la de muchos pies y manos, la llenada de susurros, de alegrías y penas y aunque me ha llevado bastante trabajo sacar alguna memoria que te hizo mucho daño, creo que con el tiempo uno aprende que el dolor y la alegría van juntos y que las paredes y suelos de esta casa, siguen contándote historias, querido Mingo. Para vos va a seguir una suerte, pues cuánto más arreglamos, más siguen apareciendo papeles y más papeles para que puedas contar. Visitando, sin moverte siquiera, el corazón de tu amado lugar. Gracias por esto de Ana y a Ana, porque también lo hizo posible. Ella que será la desalojada, pero que siempre juntó lo que no quería juntarse. Cariños y aquí también sentimos lo mismo, candorosa Ana.