Yo también nací en 53.





UNO

Gestado en el bosque fueguino, la cigüeña me dejó a causa de un gran ventarrón en Río Gallegos, donde concurrieron a retirarme mis padres el 28 de marzo de 1953.

Esta historia se contrapone a otra que dice que nací muerto, y que debo mi resurrección a las nalgadas que me propinó mi tía Lucrecia.

Desde entonces, mi vida cabalga entre mitos y certezas.

Algunos me valoran por el aporte dado a la historia del lugar, otros suponen que mi fantasía es tal vez el elemento dominante de mi creatividad.

Para eso he tratado de encontrar una respuesta mirándome al espejo, pero el espejo me devuelve mi imagen invertida.

En la extensión de mi vida están los hijos, las nietas que se mueven en dimensiones de futuro, mundos paralelos en los cuales esta raíz que pasamos a ser se constituye en una atadura.

DOS

Los padres salesianos contribuyeron a mi formación, tal vez más allá de mis deseos. Los de Punta Arenas, Río Gallegos y Río Grande, cada uno en su medida.

Ellos me enseñaban a amar, pensando que en casa no me podían haber instruido al respecto; y finalmente sólo aprendí a perdonar.

Y con el tiempo he venido a perdonar a muchos que ni siquiera me pidieron disculpa, exceptuando algunos fotógrafos.

3 comentarios:

Beatrice dijo...

Decir que coincidimos no es nada de exagerado...
Me gestaron mis padres en el bosque fueguino...y en el mismo año.
Uno de ellos era ya bastante mayorcito.
La educación salesiana influyó en mi vida, largos 12 años en el Liceo María Auxiliadora de Punta Arenas.
Y la historia del repollo traída desde la isla de Brac, me tuvo curioseando las quintas de mis vecinos yugoeslavos por el largo tiempo en que transcurrió mi infancia.
Feliz cumpleaños Mingo, que sean muchos más junto a la familia.
(adelanté los ñoquis de mañana y brindaré por ti)
Un abrazo
Beatriz

Anónimo dijo...

Feliz cumple, espero que nos veamos pronto por el cosmos Rio Grandense
Un abrazo y a seguir festejando
Steve

Anónimo dijo...

Feliz Cumple Mingo !! Y que tus fantasías sigan creando ese mágico relato.
PIKI