Dinko entre nuestras cosas.


El año 1991 sobrevino un incendio en esta casa que la destruyó al cincuenta por ciento. Eso se tradujo en la alternativa de optar por demoler lo que se había salvado del fuego, o recuperar los espacios destruidos.

No era algo para resolver de inmediato puesto que pasaría a vivir en la casita de al fondo que Patricia compró a sus ocupantes, los hermanos Rosso, representados por Daniel –el Colo- a quien fue entregando las cuotas de un acuerdo que en los primeros días de la Provincia, hizo el gobierno de Estabillo con los empleados estatales. Mientras tanto se acondiciono la parte de delante de la casa quemada en lo que vino a ser la única parte habitable de la misma –un cuarto en su extensión- y a la vez nuestro Salón de Usos Múltiples.

Al año siguiente, por una iniciativa de Rubén Baliño nació la Primer Feria Provincial del Libro, y por los contactos logrados con la Revista Impactos de Punta Arenas, su staff fue haciéndose conocer en un medio en el cual ya habían sido leídos.

Entonces un día aterrizó Dinko Pavlov Miranda, un austriaco desmesurado que había sido el primer psicólogo radicado en Magallanes, y que apunta en su historial una novela autobiográfica –Atrapado pero con salida- donde contaba sobre los avatares que lo llevaron a pensar que se podían hacer buenos negocios en Porvenir, la prisión que purgó por su ingenuidad, representado sus escritos toda una enseñanza para los que vienen al sur a hacer fortuna.

Porque Dinko era un croata del norte chileno, ese que pintó Skarmeta en sus novelas, y no había sido del todo asimilado a la colectividad sureña donde sus impulsos poético y políticos –siempre fue comunista- se daban de bruces con seducción que su figura demandaba.

En más de una oportunidad lo tuvimos en nuestra casa de pensionista. Fueron numerosos los encuentros culturales que lo atraían a estas playas. Sus ingestas terminaban siempre en sus cantares estertóreos con variados repertorios, desde el Tamo Daleko –que para mí había sido una ancestral canción de cuna, hasta el María del Paraná, que él conoció en su temprana adolescencia en un cine nortino..., en una ya olvidada película argentina.

Entonces Dinko cantaba hasta cansarnos, perdón… hasta cansarse.

En otros momentos más lúcidos todavía reflexionaba sobre la praxis de nuestros pueblos, y también sobre los usos y costumbres. Sobre el alcohol que invadía nuestras bohemias, consolándonos con este dicho: -Piensa oye, en cuantos se habrían quitado la vida, sino no existiera el copete.

La hora, la vida en Dinko parece ser cosa de poco tiempo. La vida que viene, porque la que fue entre los que los conocimos aquí da para una larga saga de recuerdos.

De pronto en el entrevero de sus representaciones apareció él, en ese rincón mentado de mi casa –casi por entonces un campamento- y en diálogo con José Piñero, el actual redactor de Un pueblo chico, en días de sus pininos periodísticos.

Y mi casa los rodea en sus objetos invitándome a un somero inventario.

Un hogar de leños artificiales, que ahora se ha mudado al otro extremo de lo que fuera ese recinto, demandando una renovación en el infrarrojo con caducidad del originario.

Una biblioteca que nos construyera Fredy Gallardo con restos de aglomerado que habían quedado de una de las tantas reformas a la casa. La biblioteca era, y sigue siendo, aunque mudada a espacios interiores de la vivienda, la biblioteca de poesía, y por eso emergen verticales las publicaciones recibidas más recientemente. Sobre ella un conjunto de papeles, sobres y otros aditivos en días en los cuales la comunicación se sostenía aun en la correspondencia postal.

En el esquinero está la máquina de coser Singer, que obsequiara mi padre a mi madre cuando se casó con ella en 1951. Por entonces dada la política de protección a la industria nacional solo se conseguían máquinas nacionales, que a criterio de la costurera que era mamá dejaban mucho que desear. La máquina importada llegó, vaya a saber como desde el Paraguay, por gestión de Guido Bianco, el patrón de la estancia donde mi padre era capataz. La máquina es el legado de Margarita a su primer nieta, la que la podrá pasar a retirar cuando termine su casa fueguina, mientras tanto sirve de apoyo a nuestro ya vetusto televisor de 29 pulgadas.

Sobre el hogar se aprecian una tetera de loza, que es la única que sobrevivió de un regalo de bodas de la familia Vázquez Martínovich, al matrimonio Gutiérrez Martínovich. Tetera sin marca reconocida que por supuesto ha perdido su tapa, pero que muestra una pintura de rosas en su costado que parece embellecerse cada vez más, con el tiempo.

También esta a su lado una torcida rama seca, llamada Pablita. Nos dio la impresión que era una serpiente y su nombre nació de haberla encontrado en una excusión en que trepamos con mis suegros por la vertiente más escarpada del Cabo San Pablo, para descubrir luego que existía un cómodo, aunque prolongado camino, que lleva al faro a los que tienen que asegurar su mantenimiento. Pablita tiene una mirada entre feroz y temblorosa.

Los dos cuadros allí existentes responden a una gentileza del ingeniero Baldasarri. Este señor que fuera gerente de la cooperativa me obsequió el primero de ellos, que se encuentra sobre un costado, mostrando en un panel la primer turbina Solar que funcionara en la Cooperativa. El cuadro principal también estaba en la Gerencia de la Cooperativa, cuando ésta funcionaba sobre la calle Rosales y había llegado a ese lugar por gestión oficiosa de Rodolfo Canalis, cuando fue gerente de la entidad. Puede ser la misma que existió desde los días de Apolinaire en el despacho del Intendente, si no hicieron otra igual para el recinto cooperativo que también usó en su momento Chiquito Martínez. El cuadro resolvía un trabajo expositivo mío en relación al desarrollo de nuestro pueblo y mostraba, producto de la censura militar, un espacio negro en la aerofotografía, sobre el amplio recinto del batallón.

Una muestra de telar indígena comprado en 1994 en APAP, Río Gallegos, y sobre ella una percha de madera de la tienda La Capital.

También se pueden apreciar cuatro zapatillas blancas –dos pares-, calzado de mi hijo Marcial que luego de ser lavadas esperaban volver a ocuparse de su pies bien sea para su andar escolar, o para sus primeras prácticas de kung-fu.

Dinko y José están sentados en sillones de mimbre, que compramos cuando se demolió el Hotel Miramar, uno de ellos estaba atado con alambre. Sillones comprados al camión mimbrero, aquel que llegaba en cada noviembre, luego de recorrer la Patagonia.

Y de por medio y par de puff, obsequios de Ángelica, la señora que nos ayuda en el orden doméstico desde hace tantos años.

Las plantas invaden todo.

Dinko escribe una dedicatoria sobre uno de sus libros. Por aquel tiempo y en afán de desmerecerlo, algunos colegas decían que sus que muchas dedicatoria era literariamente más valiosas que el libro que aludían. Es que a algunos le ha tocado ser así, artífices de una vida que es superior a su obra.

¡Ni todos sus libros juntos podrán decir lo que ha sido Dinko Pavlov Miranda!

4 comentarios:

Paly dijo...

Mingo,querido Mingo. Los recuerdos me matan!. Si no fuera por mi viejo, jamás le hubiese contado anécdotas para el hijo, para vos o... pero mi padre decía que era bueno para que se conociera de esta manera, quienes somos en el tiempo. Así vas haciendo desde esta voz interior, tan íntima, el cuadro de lo que sos. Esto es lo que quiería Dinko. Vos lo hiciste. Aunque él querría leerlo. Querría una correspondencia, ojalá él pueda hacértela. Así también lo quiso Lucinda Otero, quién escribió hasta que ya no le dio su conciencia. ¿Dónde estarán sus escritos?
Pero si no se puede, para eso está el escritor. O sea...
Gracias y cariños... querido Mingo

Anónimo dijo...

"Lejos, muy lejos, allá en la orilla del mar, está mi novia querida, está mi amada ciudad.
Brindemos hermanos, brindemos por el amor, que nunca más en la vida seremos más jóvenes que hoy..."
Abrazos.
Tuni.-

cristina dijo...

"Porque Punta Arenas no tiene problemas en darme cariño y darme amistad....","Un gorro de lana...." y todos los boleros...cantaba Dinko, con su voz estentórea....siempre con buen ánimo, amable y muchas veces durmiéndose...y sus dedicatorias, hermosas y sentidas y cariñosas...Abrazo amigo Dinko Pavlov!!.

cristina dijo...

Y es una hermosísima foto Mingo!!!