Escribe Carlos M.Ratier: LA SALUD Y LA ENFERMEDAD EN LOS COMIENZOS DE RIO GRANDE


Finalizaba el año 1938 y Río Grande aún no contaba con servicios médicos, ni un centro asistencial para atender la enfermedad. En casos de emergencia o consultas por afecciones leves, los vecinos debían cruzar el río apelando al servicio de boteros para llegar hasta la Sala de Primeros Auxilios del Frigorífico, donde además de un médico permanente se contaba con un enfermero o dos, según el ritmo del establecimiento y la cantidad de personal ocupado en el mismo. Este servicio asistencial comenzó a prestarse a partir de 1920 y si bien las prestaciones eran mínimas y precarias, era algo importante con que los pobladores contaban. Se sucedieron en esta función los doctores Ronsisky, Otero, Barabino, Goytisolo, Pacheco y Feuillade.


Esta carencia asistencial de Río Grande preocupaba por entonces, al Comisario Don Francisco Medina, quien además de ser el Jefe de Policía del Depto. de San Sebastián, representaba también al Gobernador del Territorio en toda la zona norte de la Isla. Su inquietud se centraba en la cantidad de mujeres que debían trasladarse a Punta Arenas para el alumbramiento de los hijos, por falta de un servicio adecuado.
El servicio sanitario del Frigorífico nunca discriminó en la atención, pero su capacidad física ya era insuficiente para la asistencia de un pueblo constituido por unas 250 familias permanentes, sin contar con el personal del Frigorífico, sus familiares y la atención de los establecimientos ganaderos, en las que también habían matrimonios jóvenes.
En distintas oportunidades se había tratado de interesar al Gobierno Territorial con el fin de instalar un hospital en Río Grande, pero el presupuesto disponible por entonces (tal como hoy) era insuficiente para ello. El pedido se fundamentaba también en la proximidad del Frigorífico o que Ushuaia ya contaba con una Sala Asistencial y un Hospital en la Cárcel de Reincidentes.
La cercanía aludida en relación a la Enfermería del Frigorífico era real, ya que estaba ubicado a unos 4 km en línea recta de la población, pero estando ésta en la margen norte del río, era necesario dar una vuelta de 27 km, que pasando por el puente colgante de El Tropezón, se ingresaba en la margen sur del río, lugar donde se encontraba la Enfermería. Aquí es necesario recordar que la actual Ruta 3 era solamente una huella de tierra turbosa sin afirmar, que se convertía durante las lluvias o los deshielos en un lodazal que a duras penas podía superarse a uña de caballo. La otra opción era utilizar el servicio de los boteros para efectuar el cruce del río.
La navegación en esos pequeños botes de remos y de rústica construcción, era riesgosa, tanto en verano como en invierno.. El verano deparaba fuertes corrientes en el curso de agua y había que superar vientos de 100 km, y en invierno, por la gran cantidad de témpanos flotantes de más de un metro de espesor, que podían con facilidad triturar un bote de madera. Si a esto sumamos una temperatura de15 bajo cero, tendremos un claro panorama de lo que eran tales cruces para los enfermos que debían trasladarse para su atención médica.
Con los antecedentes de la realidad descripta, la iniciativa de los vecinos comenzó a producir hechos. En principio se convino una reunión en el local de la Comisión de Fomento, presidida por su titular Don Francisco Bilbao y en la que participaron el Comisario Francisco Medina en representación del Gobierno Territorial, las fuerzas vivas representadas por Don José Raful, Federico Ibarra, José Muñiz y Don Agustín Vidal, contando además con el apoyo de la Sociedad Rural. Representada en esa reunión por José Cullaré Py y Fernando Romero. Pensando en la salud pública acordaron que se utilizaría la vieja casa del Sr. Bilbao, sita en Elcano entre Lasserre y Rosales, la que se adecuaría para su nuevo cometido.
Se trataba de un edificio de antigua data, de dos plantas, construido de madera y revestido con chapas de zinc, que estaba en aceptable estado de conservación. Por intermedio de los buenos oficios del Sr. Romero se comprometieron los servicios de un médico y personal auxiliar, enviándose el expediente a la Gobernación para su diligenciamiento y aprobación.
Después de una larga negociación de orden burocrático, de informes y mensajes, finalmente llegó el 25 de Mayo de 1940, la inauguración de lo que se llamaría CENTRO DE HIGIENE MATERNAL E INFANTIL, el tan anhelado centro asistencia. Eran las 11 de la mañana y hacían 16 grados bajo cero. Allí fue puesto en funciones el Dr. Salvador José Ricardo Serpa, a quien secundaría Antonio Cabezas como enfermero y Catalina Pericic como mucama. Nuevamente, era algo más con que contar. Mientras tanto, por estos años, y cuando mediaba pedido, solía acudir a socorrer casos de urgencia la ambulancia de la Cruz Roja de Porvenir, conducida por Federico Kuvacic.
Fechas concretas y comprobables indican que 13 años después, a partir de 1953, la salud de los pobladores también comenzó a ser atendida en el Hospital Rural del BIM 5, cuyos médicos hacían proezas en el servicio de sanidad, que incluía además, un servicio odontológico.
Pasaron 20 años, y por Resolución 1016 del Ministerio de Asistencia Social y Salud Pública, fechado el 24 de septiembre de 1963, se aprueba la habilitación parcial del Hospital de Río Grande, fijando una partida presupuestaria para construcción y equipamiento. Este emprendimiento tardaría otros 20 años en perfilarse en su final de obra, entre replanteos y demoliciones. A partir del 3 de agosto de 1962, otra Resolución Ministerial designaba interventor del Hospital Rural de Río Grande al Dr. Carlos Alfredo Pacheco en reemplazo de la Dra. Elba Aurelia Villafañe Bombal.

La vieja enfermería del Frigorífico, los viajes a Punta Arenas, el Centro de Higiene Maternal e Infantil y el Hospital Rural del BIM 5 conforman el historial de la salud publica precedente a la puesta en marcha del Hospital de Río Grande, el que ya inaugurado, continuó contando con las prestaciones que médicos y cirujanos del BIM 5 brindaban. Mas recientemente se agregarían clínicas privadas.

Hoy lo conocemos como Hospital Regional Río Grande, pero que habiendo nacido con unos pocos consultorios, fue creciendo a fuerza de ampliaciones que acompañaron el crecimiento desmedido de una población que generaba demandas no previstas. Sumadas las ampliaciones, completaban la ocupación de una manzana transformada a fuerza de trabajo solidario, cuya fisonomía y funcionalidad ya no es tal como hoy lo vemos, porque aquel edificio fue cuestionada en nombre de la modernidad, y fue construido un nuevo edificio que lo reemplazó.



 LAS ENFERMERAS PROFESIONALES EN SU DIA

La muerte siempre duele. A los familiares, a los amigos. Nos duele y preocupa. Las personas ya no mueren en sus casas, con sus seres queridos, con sus cosas. Nos morimos en la sala de terapia intensiva, llenos de
 tubos por todos los agujeritos que tenemos, más algunos que nos hacen a propósito, totalmente desvinculados de lo que puede ser la relación directa, fundamental, que en ese momento necesitamos. Obviamente, no es el momento ni las condiciones para que una persona pueda realizar un resumen de su vida y terminar en paz con sí mismo y sus amigos.

Allí solo hay seres humanos enfermos con deseos de cura, y familiares que ansían retener al ser querido. La salud es un factor muy significativo para el que no la tiene, de modo tal que el riesgo de pérdida, implica la inseguridad, la desazón y la amargura por parte de quien lo sufre y de su entorno familiar.
Es en este sitio donde ellas encuentran su lugar de trabajo: las enfermeras. Las que saben que el paciente es un doliente que necesita ayuda y que es persona, independientemente de los datos que figuran en su historia clínica. Tal vez por ello es que se dice que para ser enfermero es necesario tener vocación. Porque es el preocuparse por el sufrimiento de otro ser humano al que hay que darle el apoyo necesario desde todo punto de vista, cubrir sus necesidades básicas. Desde este lugar se está más en contacto con el enfermo, se trabaja en “primera línea”. Comparativamente, la función del médico es más breve y esporádica. Es que el médico atiende, diagnostica, medica y se va. El enfermero continúa luego en contacto con el enfermo, cumpliendo y controlando las indicaciones, las 24 horas del día, los 365 días del año.
La función del enfermero es amplia, habla para y por la comunidad; hace promoción y prevención; ayuda en la rehabilitación; contiene a la familia y hace la atención propiamente dicha del enfermo. El campo de trabajo del enfermero es mucho más amplio de lo que la gente se imagina, y su tarea es por demás humanitaria.

La historia de la profesión de las enfermeras se inicia con Florence Nightingale, quien a principios de siglo atendía a soldados heridos durante la guerra. Eran épocas donde se adjudicaba cualidades como “abnegación y altruismo” a quien lo practicaba. Con el paso del tiempo estos conceptos se fueron puliendo y perfeccionando, y en nuestros días ya se lo menciona como una profesión en sí misma, aunque ahora va acompañada con años de estudios de capacitación universitaria.

En nuestros días, para ser enfermera profesional hacen falta 3 años de estudios básicos, y 3 años más para la licenciatura universitaria. De este modo se aprende a tomar al paciente en su con junto y no únicamente por su dolencia. Está la parte humana, la parte social y la de salud. Hay una persona que sufre y las necesidades básicas deben ser satisfechas siguiendo la escala de Maslov, que comprende las necesidades físicas, psíquicas, de autoestima, lúdicas y de protección.

En el anecdotario de la profesión en Río Grande, existen infinidad de situaciones que definen el perfil, la actitud y la vocación del enfermero. Una enfermera con mucha antigüedad nos decía: “las vivencias que nos depara cada turno son impredecibles. En los comienzos del Hospital de Río Grande nos tocaba hacer de todo en casos de emergencia. Desde suturar heridas, por el médico estaba atendiendo a otro paciente, hasta atender partos urgentes en la misma cama, porque la partera aún no llegaba. En otros casos, nuestra preparación nos lleva a detectar dolencias por las que el paciente no era tratado. Por ejemplo, en una oportunidad, tomando una enfermera la presión a un interno, solo daba la alta, no había lectura de baja. Intentó en el otro brazo y por 4 veces, repitiéndose el fenómeno. No había lectura de baja, no había piso. Surgió la sospecha de una cardiopatía, que el médico luego confirmó. Las enfermeras están preparadas para todo. En otra oportunidad vino un llamado del lago Khami para buscar a un enfermo. Llegado al lugar la enfermera se encontró con que se trataba de un herido de arma blanca y tenía los intestinos colgando por la gran herida. Abrió una bolsa de sachet esterilizado, puso los intestinos dentro y la pegó con cinta adhesiva. De esa manera el herido llegó en perfecto estado a la guardia del hospital y salió bien. Otros recuerdos pasan por aquellas primeras épocas del Hospital y las de cortes de luz, donde las actitudes superadoras hablan solas, como en el caso de aquella enfermera que estaba instrumentando en el quirófano, y devino un corte de luz. La operación terminó con éxito a la luz de una vela”.
Queda claro que para esta profesión hay que tener sensibilidad. Quien no la tiene o la pierde, pierde sentimientos y ya no podrá ser enfermero. Sólo ellas saben de los dolores cervicales, dolores de caderas, piernas o de várices por levantar o mover pacientes imposibilitados de hacerlo. Muchas veces, cuando finalizado el turno regresan a sus casas, no les es posible bajar un telón y olvidar lo vivido durante la guardia. En sus cabezas persiste el sufrimiento ajeno. Son los efectos que genera la impotencia ante la muerte. Eso... las enfermeras lo saben... 

Y por ello nuestro saludo a las enfermeras en su día... para las que hoy están ejerciendo su profesión, a las que fueron mis alumnas en el CENS 18, y a las que lo hicieron antes en la historia de nuestro hospital, tal el caso de Hilda Lincomán, Irma Varas, Marina Cárcamo, Arsenia Alvarez, Clara Romano, Pablo Legunda, Blanquita Mella, Mari Vargas, Carmen Alvarado, Marina Sandoval, Celina Prieto, Nélida Torres, Anita Oyarzo, Agapito Paz, Rubén Cabrera y Daniel Recio, entre otros. A través de Uds. 


Nuestro homenaje en el Día de las Enfermeras. ESCRITO COMPLELENTARIO DE CARLOS MARIA.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mingo, abajo copio algunas informaciones que podrían complementar el artículo al respecto de algunos puntos referidos. Los datos corresponden al libro "A hacha, cuña y golpe":

- La antigua pobladora Dominga Stanic, cuenta lo siguiente: "En esos tiempos - refiere Dominga - estaba el doctor Goytizolo en el frigorífico. Después me acuerdo del doctor Zerpa, del doctor Guillot, pero ya ellos eran de la década del '40. Más bien en el pueblo no hubo médico durante mucho tiempo. Eramos muy sanos (ríe). Después se puso en la casa de Bilbao una especie de dispensario y maternidad".

- Aníbal H. Allen, viejo poblador que cumpliera funciones como Comisario Inspector, en una suerte de "homenaje" al Doctor Goytisolo (lo escribe con "s") cuenta: "La subdivisión de tierras en 1927, trajo al Territorio al Dr. Don Joaquín Goytisolo, vino a dedicarse a la ganadería y funda la Estancia Tepi, de su propiedad. Don Alejando Menéndez, que conoce la actuación del Dr. Goytisolo en el Hospital Español de la Capital Federal, le ofrece en nombre de la Compañía Frigorífica Argentina, la dirección de un hospital a construirse en la planta industrial de dicha empresa. El Doctor acepta, y en 1928 se inaugura el primer hospital de Río Grande. De ahí en más la figura de este caballero de la medicina comienza la difícil tarea de atender la dilatada jurisdicción que comprende toda la zona norte de la Isla Grande, carente de caminos y comunicaciones. Con el paso del tiempo y durante casi una década, se hace la legendaria su figura señera transitando a caballo, en carreta o a pie todos los ámbitos de la misma. Muchas veces arriesgó su vida al cruzar a nado con su caballo los ríos convertidos en torrentes por los deshielos y las lluvias, pero siempre llegó a sus pacientes, con su ciencia, su afabilidad y su sentido del humor. Pionero por antonomasia, siempre halló tiempo para su familia y atender su ganadería, sin descuidar su humnnitaria tarea de ayudar a traer niños al mundo y salvar vidas humanas".

- Mirko Milosevik, nacido en Punta Arenas en 1909, cuenta algo sobre los 'boteros': "En cruce del río se hacía con botes de cuatro pasajeros. La gente se embarcaba desde Punta Triviño y se iba para aquel lado ... Ahora, el que quería salir del muelle salía pero ... Ahí había otros boteros. En los tiempos que yo estaba había siete u ocho boteros. Del lado del frigorífico había también. En el frigorífico estaba Bruno Mansilla, que después puso una lancha que en un tiempo (...) se dio vuelta sobre un muchacho ... Y después de eso lo llevó la correntada hacia el mar y se perdió. También eran boteros Santiago González y Ramón Leiva. ¡Y yo también hice de botero cuando me quedaba sin trabajo!".

Un Saludo Mingo ... !
Hernán, Buenos Aires!