RASTROS EN EL RIO.91*“De cómo se intentó reflexionar sobre la modalidad de buscar nombres aborígenes fueguinos, para imponerlos a los hijos.”

Primero fue Juan Carlos. Después Mónica en la misma redacción de El Sureño. Me interrogaron sobre la lista de nombres selknam. No es la primera vez que ocurre esto. Alguien que viven en la Tierra del Fuego se propone inscribir en su linaje a un hijo con nombre aborigen.

En el trámite de encontrar un listado apropiado, que luego exigirá un trámite nada fácil ante las autoridades del Registro Civil, me puse a consultar alguna bibliografía, y con ella arrimé a esta columna mis consideraciones personales y también la de algunos estudiosos de la cuestión selknam.

Martín Gusinde tras señalar que entre estos primitivos habitantes de la Tierra del Fuego no existía un momento ni un encargado de poner el nombre, asegura que no existía regla fija para su determinación. ¡Cuánto contraste con nuestra regimentada burocracia!

El investigador austríaco señala: “Ya en los primeros días de vida puede surgir espontáneamente un nombre propio para el lactante. El color del cabello o de la piel, la forma del rostro o de la boa, la conformación de la nariz y del tronco, de los brazos y de las piernas puede llamar un poco a la atención de padres o visitantes ¡y el niño ya tiene un nombre! De lo contrario, puede transcurrir bastante tiempo antes de que exista consenso en cuanto a un nombre determinado a través de una frecuente repetición. No se fija el nombre por un acuerdo deliberado o por una decisión de los padres o parientes, sino de modo que, a la propuesta expresada por alguien en cierta oportunidad, se suma la aprobación de otros, hasta que siente que el nombre es adecuado y se empieza a usar. A veces se proponen varios nombres, y, entre estos, se da preferencia uno mediante el uso, y ese es el que finalmente queda. En cientos casos, los padres de acuerdo de antemano en un nombre determinado.”

En muchos casos este tipo de nominación se corresponde más a lo que, diríamos nosotros es un apodo o sobrenombre, porque si no qué sería para nuestra cultura: El Negro (Pavmen), el que tiene un defecto en el ombligo. Nariz Chata (por más que Akarkén tenga musicalidad), Grasa de Pingüino, La que cayo en el arroyito, Un tronco cayó sobre ella, Labio partido, Niña muerta al nacer, Manchas peladas en la cabeza, Hombre de verano, Rostro feo (Kosyipen), Rostro quemado (Kostaten), Atrapador de sombras (Mankanchen); o Koskos ( Rostro-rostro) para denominar a los pelados “de doble cara”.

Este fenómeno social de bautizar a los niños cristianos –en la mayoría s de los casos- con nombre que no lo son, pasa por una nueva conciencia de lo indígena. No fueron los antiguos pobladores, generación del exterminio y la sustitución del indio, los que fueron a colocar a sus hijos los nombres del vencido. Esta circunstancia es más propia de los nuevos fueguinos.

Si bien los nombres que se daban los indígenas, nombres que no tenían contenido mágico –siempre según Gusinde- y para los cuales no existían abreviaturas cariñosas o familiares, representaban en su conjunto para nuestra forma de ser un “grotesco nominativo”, no fueron los blancos más condescendientes con el selknam. Por las aguas del bautismo apareció: Juan Frío, o Juan Fuego, o los hermanos Piedra. Pero en la mayoría de los casos el nombre desaparece atrás de los muy cristianos Adán, Angela, Luis, Federico, Rafaela, el doméstico Lola, o tras el rastro de un nombre que se apellidiza: Loij, Kiepja, Iston, Minkiol, entre los más conocidos.

¡Entre los ingleses de Harberton y Viamonte se respetaron los apellidos y se colocaron nombres de lengua británica!

Nuestras transcripciones no son más que una acomodación de grafías y sonidos no muy prolija. El Diccionario de Beauvoir da muestras de nombres entre nuestros cazadores prístinos, pero hay consenso entre los investigadores que el trabajo es el de un hombre de buena voluntad, pero un precario lingüista. Precarios nosotros también agregamos algunas denominaciones que cumplían entre los selknam simple función nominativa, al margen de cualquier circunstancia de vida, fisonomía y carácter, indicando en todos los casos que hemos hecho una conversión fonética poco exigente, así para un hombre era factible la denominación de To’in, Metéten, Tenekésk, Kosmót, Sispi, Kesips, Mikiol, Sáipot, en el caso de los hombres; y entre las damas era usual: Kauxia, Kosyutan, Osmotan, Ochétan, Alcas, Háyin. ¡Qué significan algunos de estos nombres?

Le cuento que siendo adolescente gracias a la revista Para ti me enteré que me llamo Guerrero que salta, Día del señor; de aquí a Danza con Lobos sólo algunos pasos.

En el diccionario Selknam, Filología y Lingüística, preparado en 1975 en Buenos Aires por Elena Najlis, aparece un listado de nombres con su interpretación fonética y semántica, del que aunque sea por curiosidad vamos a transcribir algunos:

Nombres de mujer:

Tej?al: cabellera estirada.
Cét’ha?jte: herida en el pecho.
Qó?pen na: mujer chata de útero.
Kso?lán: cascarita.
‘?owlg’té: ojerosa.
Nex’tj?: puño.
Éjstel: flaca de muslo.

Nombres de hombre:

Péjces: cansado.
P’ahceeqn: chato de trasero.
P’ahlave: comprimido de trasero.
Kt’b?nn: sarnoso.
Calsó?t: viejo de lengua.
Cérórjc: escarcha (que aquí era masculino)

Kawjól: de la casa.
Qólenksá: excremento de paladar.
‘?lanejq:zurdo.
Éjstohnn (Iston): muslos gruesos.

Probablemente no les haya solucionado su problema a Juan Carlos y Mónica. Los nombres selknam no tienen la musicalidad de los yámanas, y no encierran la ternura de un hijo recién nacido. Es que somos culturas diferentes. La nuestra ha desarrollado una estética de la culpa que se traducen en un intento reivindicador tan solo en las apariencias. Vendrá un día que, después de superadas muchas urgencias, alumbre el país y sus instituciones una nueva legislación sobre nombres. Entonces veremos que pasa con aquellos que quieran poner a su hijo un nombre aborigen, o un nombre extranjero o no cristiano.

Por ahora el silencio es elocuente.




1 comentario:

Anónimo dijo...

... Seguramente poner a un hijo un nombre selknam o yámana, acá en Argentina, tendría mayor sentido que elegir un nombre americano, como los que suelen circulan en los últimos años, como por ejemplo “Dylan” u otros similares, los cuáles suenan bien por cierto, son nombres lindos, aunque sin contar con una identificación nacional.

Pienso, un nombre selknam, sería difícil para nuestra pronunciación, por ser más “gutural”, pero los yámanas parecerían ser más suaves para pronunciar, incluso se podrían separar claramente en sílabas! Otra costumbre argentina, es la de acortar los nombres que elegimos, así a Santiago lo llamamos Santi, o a Silvana la llamamos Silvy; o bien asignamos también un apodo que hace “desaparecer” por el resto de la vida al nombre original, y a Jorge lo llamamos “Coco”, o a José lo llamamos “Pepe”. Así, siguiendo esta línea, un nombre como Minkiol, en nuestros tiempos y para nuestra costumbre argentina, podría quedar reducido a un “Minky”, o a un apodo ...

Sobre Minkiol precisamente, mencionado en el artículo, Sara Sutherland, al contar sobre los aborígenes que venían a la Estancia Irigoyen en la década de 1940, refiere: “En Irigoyen tuve contacto con los pocos aborígenes que quedaban: Minkiol que era amansador dela estancia y Eusebio. Minkiol ayudaba a rodear también. Era un hombre muy alto (...). Eusebio – que no especifica su nombre selknam – era de un tipo como los mongoles, de cara muy grande, redonda, bastante alto y corpulento”.

Al respecto de otros nombres referidos (e importantes), podemos decir que Lola Kiepja murió el 9 de octubre de 1966 en el Hospital Regional de Río Grande, en tanto que Angela Loij murió el 28 de mayo de 1974, también en la ciudad norteña.

Sobre los significados de ciertos nombres onas que suelen leerse en bibliografías, seguramente muchos quedarán reservados a los momentos y escenas que generaron su asignación; un significado sólo comprendido para quienes compartieron contemporáneamente aquellos momentos cercanos al nacimiento y que hoy bien puede conservarse como un atesorado secreto selknam. Así por ejemplo, en “Hacha, cuña y Golpe”, libro que en su capítulo “Recordando a Don Segundo Arteaga” se transcribe el texto de Domingo Gutiérrez (“Mis últimos onas”. En Impactos. Año 2, Número 20. Mayo de 1991. Punta Arenas. Chile), donde Don Segundo indica: “Mi padre era Antonio Arteaga, mi mamá ya se sabe que es indígena, se llamaba Kaitjen, el significado del nombre ... no doy, tendría que pensar mucho (...)”.

Un saludo Mingo ...

Hernán
(Bs. As.)