Observaciones.3. Allende-Perón-Pinochet

UNA GUERRA ENTRE HERMANOS: CONFLICTO BEAGLE 1978.

Mientras gobernaba Chile Salvador Allende, y la Argentina el general Juan D. Perón crecen con tranco de gigante las relaciones de hermandad y cooperación. En FUERZAS ARMADAS Y PUEBLO UNIDOS POR LA RECUPERACIÓN. La Guerra de Malvinas: ensayo de revisionismo histórico. Escrito de Oscar Abudara Bini y Domingo Dellepiane. En MALVINIZACION Y DESMINTIRIZACION. Un aporte económico y cultural en el marco de la Patria Grande. Página 33. Ediciones Fabro.

En el libro se incurre en un error, puesto que Allende fue derrocado el 11 de septiembre, y recién 12 días después Perón ganas las elecciones por las que sumirá el 12 de octubre de 1973, es decir a un mes y un día del gobierno de Pinochet.

En el interregno Perón opinará sobre el riesgo de acelerar las acciones, y la ecuación de sangre y tiempo que luego trasladará a sus interpretaciones sobre lo que le pide la izquierda de su partido, y lo que admite de la derecha que le es más cercana.

Perón no era presidente en los días de Pinochet Ugarte, militar que saldrá de su aislamiento internacional cuando el mandatario lo reciba al año siguiente en la base de Morón.

En una página del PTS encontramos un referencia reciente a este último encuentro:

El día que se juntaron Pinochet y Perón 

Una leyenda de la izquierda peronista dice que, según Taiana padre, Ministro del General (...), Perón lloró el día que derrocaron a Salvador Allende porque el cambio dramático de la escena política del Cono Sur hacia derrumbar todos sus planes de negociación con el imperialismo. Sea verídica o no, la anécdota muestra un rasgo característico de la izquierda peronista que es el de cubrir o justificar a Perón en sus actos. Algo que repite el kirchnerismo –que se dice heredero de la “jotapé”- cuando se trata de justificar cualquier alianza reaccionaria de su gobierno. Lo cierto es que en mayo de 1974 en la Base Aérea de Morón, el presidente Perón se reunió con el dictador chileno dando su apoyo así a la dictadura proyanqui y genocida que había aplastado a sangre y fuego el proceso revolucionario que obreros y campesinos protagonizaban en Chile. Más tarde, en 1975, el dictador recibirá del gobierno peronista de Isabel la condecoración de la Gran Cruz de la Orden de Mayo al Mérito Militar (el único “merito” militar que tiene Pinochet y las FFAA chilenas es el de haber asesinado a su propio pueblo). En nuestro país bajo el auspicio de Perón y la batuta de su Ministro de Bienestar Social, José López Rega, actuaban impunemente las Tres A como brazo paramilitar de la represión contra la extendida vanguardia obrera y popular que existía en la Argentina pos Cordobazo.
El fallecido Eduardo Luis Duhalde sostuvo que el encuentro de Pinochet y Perón, lejos de ser protocolar, fue uno de los antecedentes que puso en marcha el Plan Cóndor, mediante el cual los regímenes del Cono Sur coordinaban sus acciones en la represión a los movimientos obreros y populares. Como antecedente del Plan Cóndor, el 30 de septiembre de 1974, es asesinado el ex jefe del ejército bajo el gobierno de la Unidad Popular, el General Carlos Prats, exiliado en Argentina luego del golpe pinochetista junto a su mujer, por una bomba colocada en su auto por agentes de la DINA chilena y que contó con colaboración de la CIA, la Triple A y las fuerzas represivas de nuestro país.
Como corolario, queda destacar la contratapa de Página/12 (8/9) de José Pablo Feinmann donde olvida el papel de Perón en la legitimación de Pinochet y carga las tintas del golpismo sobre la errada política guerrillerista del MIR y su denuncia de Allende como “un burgués conciliador”. Pero fue precisamente por ese carácter conciliador que Allende se opuso a la autoorganización y al armamento obrero y popular para enfrentar las intentonas fascistas, entronando a Pinochet en su Gabinete con la ilusión de frenar así el golpe.
En tanto que en RUINAS DIGITALES, aparece otro material de interpretación:
EL ENCUENTRO PERÓN-PINOCHET SOLO BENEFICIO AL GORILA CHILENO
Yace Chile humeante de escombros, sangrando de heridas abiertas aún, cuando pisa suelo de nuestra patria aquél que recibiera la confianza del Presidente Allende y que hoy por donde transita deja sucia la marca de sus botas chapaleadas en sangre de trabajadores. Igual que ese otro general gorila, Aramburu, jefe de la “libertadora” y fusilador de peronistas. Y la comparación se impone en estos momentos cruciales. Es que el fantasma del 55 reaparece ante las distorsiones que sufre el proceso de liberación nacional abierto el 11 de marzo. La suerte del pueblo chileno es la mejor advertencia.
Y justo cuando las Naciones Unidas se dirigen al gobierno chileno exigiendo el cese a la violación de los derechos humanos, justo en ese momento, se acepta la “escala técnica” de Augusto Pinochet y su entrevista con el general Perón. Independientemente de quién haya solicitado la entrevista, de que fuera una simple escala técnica y pase al repudio general del pueblo argentino, el único que ha ganado ha sido el gorilón visitante quien podrá en su país alardear no sólo de haber sido recibido por el más importante país de América Latina, sino que podrá agregar además que en ese país gobierna el presidente elegido con mayor caudal de votos en el continente, líder de un movimiento multitudinario.
Cierto que todas las organizaciones políticas, a excepción de las más reaccionarias, hicieron saber su repudio y que la actitud del mismo general Perón marcó distancias al decir que se mantenían relaciones con un estado “no importando quién esté al frente”. De la misma manera se interpretaba el operativo de seguridad excepcionalmente riguroso y la ausencia total de cualquier ciudadano no involucrado en las reglas de protocolo.
PALABRAS Y REALIDADES

El Secretario de Prensa y el canciller gorilas hicieron declaraciones a la prensa (Pinochet solo habló para decir que vino a la Argentina respondiendo a la invitación de Perón), tomando a los periodistas y al pueblo argentino por un conjunto de imbéciles incapaces de pensar. Así, señalaron que “el toque de queda lo pide la gente para su seguridad”, que “por lo menos el 70 % y en algunos casos el 90 % del pueblo apoya a la Junta” y al ser preguntados sobre cómo se había sabido de ese apoyo, contestaron que “no se ha realizado un plebiscito en razón de la existencia de padrones viciados”.
Seguramente también allá tienen un brujo asesorando al gobierno, cosa que les permite adivinar que “nadie quiere elecciones en Chile”.
Pero donde realmente se pasaron de la medida es ai aseverar que en ese país “no existen presos políticos”. Como antes aquí, durante la dictadura y como se está empezando a hacer ahora, niegan que haya presos políticos remitiéndose a que los detenidos están encuadrados dentro del Código Penal.
“LA CONJURA MARXISTA”

El canciller Huerta atribuyó la mala imagen del gobierno gorila de su país, a la conjura de la prensa mundial “instrumentada por el marxismo”. De donde nos venimos a enterar que, por ejemplo, La Prensa, La Nación, La Razón, Noticias, Clarín, La Opinión, Crónica, son diarios marxistas. (Atención Margaride).
Si esa “gran prensa” internacional, como el New York Times, Le Monde y aún L’Observatore Romano, se hacen eco de las denuncias sobre los crímenes gorilas, és porque estos son de tal magnitud y de tal manera indiscriminados, que no pueden ser pasados por alto.
En Chile hoy día la represión llega no sólo a quienes apoyaron a Salvador Allende, sino que incluso militantes y dirigentes democratacristianos son perseguidos. El ex-senador Rafael Moreno, de la DC, por insinuar la defensa de asentamientos campesinos fue detenido y deportado en el plazo de 48 horas, siendo notorio que el Cardenal Silva Enríquez condenó públicamente los excesos de la Junta, lo que valió para que uno de los milicos declarara que los obispos también eran instrumentos del marxismo.
La tortura como método de interrogatorio se ha convertido en sistema general, habiendo los gorilas no solo asimilado la experiencia de sus pares del Brasil, sino que han inventado nuevas exquisiteces, como un aparato mecánico para las violaciones que produce efectos desgarrantes cuya utilización denunciaron dirigentes religiosos.
Al mismo tiempo, se han restituido empresas expropiadas a los monopolios y se han restablecido las “buenas relaciones” con el imperialismo, rebajando drásticamente el nivel de vida del pueblo a límites tales que el hambre es ya un mal nacional. Un obrero tiene un sueldo máximo de 18.000 escudos (el sueldo promedio es de treinta mil), un kilo de pan vale 300 escudos, uno de arroz 410, la docena de huevos 430. Téngase presente que un sueldo de diez y ocho mil escudos son 600 escudos por día y que la desocupación crece diariamente, a niveles nunca conocidos antes.
EL PUEBLO ARGENTINO REPUDIO A PINOCHET

Si la “técnica” produjo entrevistas y condecoraciones, la tradición popular y latinoamericanista argentina no dejó de manifestarse. Además de ser designado Pinochet “persona no grata” por la Ciudad de Buenos Aires y producirse una larga serie de declaraciones a todos los niveles, se realizaron actos y movilizaciones. Frente al Congreso y en el radio céntrico, miles de manifestantes, encabezados por las Juventudes Políticas Argentinas, por la FULNBA y por otras agrupaciones (al igual que en otras ciudades) hicieron conocer no sólo su repudio a la delegación gorila, sino también su profunda fe en que finalmente el pueblo chileno habrá de triunfar.
Porque pese a las amenazas, las torturas, la prisión y las masacres, en Chile las fuerzas populares se reorganizan, analizan críticamente su anterior estrategia y están dando ya los pasos que paulatinamente harán crecer el desarrollo de la guerra popular contra sus opresores.
Ese pueblo sojuzgado pero no vencido, ese pueblo que sabrá sacarse de encima a los gorilas usurpadores y vendepatrias, sabe que pese a todas las “escalas técnicas” y las condecoraciones en mala hora otorgadas, tiene la solidaridad viva y militante de su hermano, el pueblo argentino.


El diario de la tendencia también reflejó aquel incómodo encuentro. Ya hacía dos semanas que se habían dado los incidentes de la Plaza de Mayo que marcaron el gran desencuentro del proyecto nacional.

En la HISTORIA GENERAL DE LAS RELACIONES EXTERIORES DE LA REPÚBLICA ARGENTINA, Carlos  Escudé dice;

Otro tema de la agenda con Chile que generó intensas polémicas dentro de la Argentina fue la actitud del gobierno de Lastiri hacia los asilados chilenos en la embajada argentina en Santiago y los refugiados que llegaban a Buenos Aires. El encargado de negocios argentino, Alberto del Carril, directamente se desinteresó de la suerte de los asilados chilenos, delegando esta tarea en el secretario de embajada, Félix Córdoba Moyano. Pero el último, junto con otros dos diplomáticos de la embajada, Albino Gómez y el cónsul general Sainz Ballesteros, debieron retornar a Buenos Aires por disposición de las autoridades de la Cancillería. El hecho motivó el pedido de informes al Palacio San Martín de un grupo de parlamentarios encabezados por el diputado de UDELPA-Alianza Popular Revolucionaria (APR), Héctor Sandler. En dicho pedido, los legisladores se preguntaban si no era precisamente la actitud de estos tres diplomáticos de otorgar asilo a los chilenos perseguidos por el régimen de Pinochet lo que habría motivado su regreso a la capital argentina.  
   
 En la edición de Clarín del 30 de septiembre de 1973 apareció una solicitada firmada por numerosas personalidades del medio académico y literario, tales como, entre muchos otros, José María Aricó, Luis Aznar, Gregorio Klimovsky, Ernesto Sábato, Rodolfo Puiggrós, Reyna Pastor de Togneri, Pablo Sigal, Gregorio Selser, David Viñas y Rodolfo Walsh, quienes solicitaron al gobierno de Lastiri:     a) que hiciera efectivo el traslado a la Argentina de los asilados en la Embajada argentina en Chile; 
    b) que promoviera acciones para garantizar vida y seguridad de los ciudadanos argentinos presos en territorio trasandino; 
    c) que actuara ante los organismos internacionales para asegurar que el régimen militar chileno respetara la plena vigencia de los derechos humanos; 
    d) que levantara las restricciones del gobierno argentino que limitaban el goce de derechos a los exiliados políticos que estaban en y que llegaran a territorio argentino, extendiendo a todos sin distinción el derecho de asilo y garantizando a todos la residencia legal; y 
   
 e) que estructurara una política inmigratoria amplia, consecuente con la mejor tradición argentina.  
   
 Por su parte, los exiliados chilenos solicitaron a Perón su intervención personal para resolver el problema.  No obstante, el primer resultado concreto no provino ni del líder justicialista ni del gobierno de Lastiri sino de la Justicia. El 17 de octubre de 1973, el juez federal, Miguel Inchausti, hizo lugar al recurso de amparo interpuesto por 112 asilados chilenos alojados en el Hotel Internacional de Ezeiza, ordenando su libertad inmediata. Asimismo, Inchausti cuestionó al jefe de la Policía Federal, general Miguel A. Iñíguez, por privación ilegítima de la libertad. Pero este fallo judicial no fue obedecido por las autoridades de la Dirección de Migraciones, que haciendo caso omiso de lo dispuesto por el juez Inchausti, dieron un plazo de 24 horas a los asilados chilenos para abandonar el país.  
    A las dificultades de los asilados chilenos en la Argentina se sumaron las de sus compatriotas en la embajada argentina en Santiago, situación que motivó las investigaciones en la capital chilena de legisladores argentinos como el diputado por la APR, Héctor Sandler. El último denunció que de las 374 personas refugiadas en la embajada, 278 tenían el salvoconducto acordado con la Junta Militar chilena, pero no podían salir de Chile por la falta de autorización del gobierno argentino. Frente a estas acusaciones, el ministro del Interior Llambí negó que durante septiembre de 1973 se hubiera registrado algún caso de detención.  
    Entre los exiliados chilenos que llegaron a la Argentina huyendo del régimen de Pinochet se encontró el general Carlos Prats, quien contó con la protección de Perón y del ministro Gelbard, quienes no pudieron evitar que un año después fuera asesinado por un comando de la agencia de inteligencia chilena DINA, en coordinación con la Triple A y gente de la Policía Federal vinculada a López Rega..
    Durante la gestión de Perón, el problema de los residentes argentinos en Chile perseguidos por el régimen militar continuó siendo un serio problema, pero no tanto a nivel de gobiernos, pues Perón procuró un bajo perfil en todo tema que obstaculizase el acercamiento con el régimen del general Pinochet. Más bien el conflicto estalló entre los sectores de izquierda, la opinión pública y los legisladores argentinos y el régimen pinochetista. Los primeros repudiaron abiertamente la violación de la dictadura chilena a los derechos humanos de los residentes argentinos en Santiago, quienes eran detenidos e incluso fusilados sin juicio previo.  (En comunicaciones vía facebook recordábamos que por esos días en la Tierra del Fuego la Infantería de Marina fue apostada a lo largo del límite para impedir el paso de quienes escapaban del horror, recordando que en Porvenir hubo fusilados sin juicio previo)


 
    A pesar del rechazo expresado por los sectores anteriormente mencionados, en mayo de 1974 tuvo lugar un encuentro entre Perón y Pinochet en el aeropuerto de Morón. Este encuentro cumbre fue públicamente repudiado por manifestaciones organizadas por distintos sectores de la clase política argentina en diversos puntos del país, lo que provocó que el encuentro se hiciera en el marco de estrictas medidas de seguridad. Asimismo, varios legisladores presentaron proyectos en rechazo a la visita del dictador chileno.  Más allá de estas polémicas derivaciones internas, el resultado más importante del encuentro Perón-Pinochet fue la firma de una declaración conjunta sobre los derechos soberanos de ambos países en el continente antártico, acompañada de tres convenios sobre transporte marítimo, terrestre y cooperación científico-tecnológica bilateral, suscriptos por los cancilleres argentino y chileno, Alberto Juan Vignes y almirante Ismael Huerta Díaz. El documento referente a la Antártida enfatizaba el mutuo propósito de promover el desarrollo de una política armónica en el continente blanco, de conformidad con los términos del Tratado Antártico del 1º de diciembre de 1959 y de salvaguardar los respectivos intereses en el Polo Sur, especialmente en lo referente a la exploración y eventual explotación de los recursos naturales dentro de la zona establecida por el Tratado.  (las negritas son nuestras)


Agregamos esta fuente, de carácter oficial y ministerial como son estos escritos, para dar en alguna manera continuidad a lo intercambiado con Miguel Ángel Pintos vía facebook.



De todo esto se han cumplido cuarenta años..., y las omisiones son de tal naturaleza que ni fiera se menciona el día exacto.



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