Escribe
Tomás Bridges para el periódico misionero en Inglaterra, la realidad vivida en
el confín.
Martes, septiembre 8.(de septiembre de 1875) Ayer y hoy el
clima fue malo y nevó casi continuamente. Son tiempos muy duros para los
nativos, a quienes (más de sesenta) hemos estado dando cada día una mezcla de
arroz cocido y azúcar (por un valor de unos diez chelines), que nuestros
vecinos nos ayudan a cocinar.
La pobre gente está casi todo el día
trayéndonos algo para vender por comida, la mayor parte de lo cual nos vemos
obligados a rechazar.
Esto es muy penoso para ellos y no
menos para nosotros, porque sabemos que muchos no han tenido en estos días nada
fuera del potaje de arroz, pero no podemos darles más.
Es
la estación más dura para los canoeros del fin del mundo.
Un hombre trajo un hacha que le compré
porque su esposa y dos hijos estaban mal, y el me dijo que tenía otra hacha
para usar.
Otro quería vender su azada, pero no lo
acepté.
Muchísimos deseaban vender lanzas,
flechas, pulseras, etc, pero rechacé la mayoría, amable pero firmemente. A
menudo, somos objeto de mucho abuso en tales circunstancias.
Estos
aspectos son poco conocidos, se piensa que los misioneros entregaban a los
nativos todo, sin pedir nada a cambio; pero Bridges se siente en algunos caos
explotado por los carenciados a los que socorre, comercialmente.
Pasé un buen rato esta mañana y sentí mucho
consuelo al hablar a la gente del bendito servicio del Señor de su gracia para
con todos los que le buscan de corazón.
(*) Ilustro el presente comentario con el anuncio del libro sobre la vida de Cristina Calderón, nativa yagán descripta por su nieta, donde me impresionó una realidad -medio siglo después de la referencia histórica que aquí presentamos- donde la niña relata de continuo situaciones de hambre vivida en el nomadismo de la familia ora en el sector argentino del archipiélago, ora en el sector chileno.
1 comentario:
Hola Mingo!
Al ver la fotografía que corresponde a este artículo, vino a mi memoria un libro que había comprado en el Museo Yámana de Ushuaia, hace varios años, en uno de mis primeros viajes a la Isla. Lleva por título “Úrsula Calderón & Cristina Calderón. Hai Kur Mamashu Shis (Quiero contarte un cuento)”, escrito por Cristina Zárraga. Básicamente, se trata de historias o cuentos que antiguamente eran contados por las abuelas yámanas, recuperados en un trabajo de investigación que llevó adelante la autora del libro, nieta de Cristina Calderón (*).
Los cuentos, amenos y entretenidos, permiten descubrir costumbres del pueblo yagán, su forma de vida, búsqueda de sustento, relaciones de grupo. Aparecen en ellos referencias a animales y aves autóctonos. El escenario será el sur del archipiélago, área de ocupación de esta etnia fueguina.
Del compendio propuesto en este interesante libro, comparto el siguiente relato:
“Lejuwa o Bandurria”
Un día cuando llegaba la primavera un yámana se asomó fuera de su ákar y vio una lejuwa volando en el cielo. El yámana se alegró tanto que gritó a los demás: - Una bandurria está sobrevolando nuestro ákar, miren-, inmediatamente los demás salieron de su ákar gritando: - Ha llegado la primavera, las bandurrias ya están volando de vuelta -, ellos saltaban de alegría.
Al escuchar estos gritos, la bandurria se puso furiosa, profundamente ofendida y provocó una fuerte tormenta de nieve.
Incesantemente nevó, estaba muy helado. Toda la tierra y las aguas se cubrieron de hielo, se congelaron.
Mucha gente murió, al no poder navegar en sus canoas e ir en búsqueda de alimentos. Tampoco podían salir de sus ákar a buscar leña, ya que todo estaba cubierto de nieve. Y así mucha gente murió.
Después de un largo tiempo dejó de nevar y el sol comenzó a brillar dando un calor muy fuerte, que derritió el hielo y la nieve que había cubierto completamente la tierra. Y así las grandes cantidades de agua comenzaron a fluir.
También angostos y anchos canales fueron derretidos y los yámanas pudieron navegar en sus canoas y así recolectar sus alimentos. Sin embargo, en las grandes laderas y valles el hielo era tan profundo que el calor del sol no pudo derretirlo. Hoy aún se pueden ver los glaciares, que bajan al mar recordando así la severa helada y nevazón que Lejuwa provocó (**).
Desde entonces los yaganes tratan con mucho respeto a las bandurrias. Se dice que es una mujer sensible y delicada, le gusta ser tratada con especial deferencia. Y cuando ellas se aproximan al campamento, los habitantes permanecen quietos y en silencio, principalmente los niños, a quienes no se les permite imitarles” (Zárraga, Cristina: “Úrsula Calderón & Cristina Calderón. Hai Kur Mamashu Shis (Quiero contarte un cuento)”, Kultrun Ediciones, Valdivia, Chile, 2005).
(*) Úrsula Calderón y Cristina Calderón, consideradas las dos últimas mujeres yámanas.
(**) Podemos aclarar en este punto, que los glaciares que bajan al mar en la Isla Grande se encuentran en el sector que corresponde a Chile, principalmente en el brazo NO del Canal Beagle.
Un saludo Mingo!
Hernán (Bs. As.).-
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