La excursión del "MONTE CERVANTES" por Jimena Sáenz.



Mi padre me inició como lector de la revista de Félix Luna: Todo es Historia. En los primeros tiemnpos la compraba -cuando llegaba- en el Kioslandia de Guillermo Lindstrom; más tarde -cuando me fui a estudiar a La Plata- yo me conventí en su lector asiduo y para las vacaciones vovía a Río Grande con todas estas novedades. De tanto en tanto en tanto aparecía un tema del sur, que era conocido medianamente por mi padre, o en mayores detalles. Esta fue nuestra primicia familiar sobre el Monte Cervantes.







3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Mingo!

La cuestión de los naufragios ocurridos alrededor del archipiélago fueguino ha sido abordada desde distintas miradas. Así, contamos con valiosas informaciones aportadas por estudiosos de la historia fueguina en general, y también con material acaso más específico – vinculado al mundo naval – dado a conocer por investigadores como Carlos Pedro Vairo (1).

Algunos autores también se han ocupado de tratar en detalle los hechos que rodearon al naufragio del Monte Cervantes. Aquí podemos citar por un lado a Enrique S. Inda con su obra “El tesoro del Monte Cervantes” (Marymar) desarrollada en un sentido más novelado aunque sin perder ciertos ejes de base real, y por otro lado a la Lic. Adriana S. C. Pisani con su minucioso trabajo titulado “Monte Cervantes y el Capitán Dreyer”; esta autora ha publicado además diversos libros sobre buques siniestrados a lo largo de la costa marítima argentina (destaco uno de ellos titulado ¡Nos Hundimos!) (2).

Con posterioridad a estos trabajos, se publicó la obra de Adrián Gustavo de Antueno: “Monte Cervantes. Carta y Recuerdos del Naufragio” (Zagier & Urruty Publicaciones). Se trata de una edición muy cuidada y con excelente calidad de impresión. Al pasar sus páginas, una a una se suceden nítidas y sorprendentes fotografías de época complementadas con cartografía precisa e historia del buque. A ello se suma una carta escrita por C. Beatriz de Antueno Etcheverry, tía del autor del libro y pasajera a bordo del Monte Cervantes al momento del impacto en las rocas Les Eclaireurs allá por 1930. La señora Beatriz escribió esta nota con motivo de cumplirse los 55 años del naufragio, y la remitió al Sr. Oscar Zanola, entonces titular del “Museo del Fin del Mundo” (Ushuaia).

De esta carta, por cierto de inestimable valor histórico, transcribo aquí algunos párrafos que refieren al momento de la llegada del barco a Ushuaia y su posterior golpe contra las rocas traicioneras del Canal Beagle. Así recordaba su viaje la Sra. Beatriz, en su ancianidad:

“Ansiábamos la proyectada visita a Ushuaia, la olvidada y querida del mundo austral de la que sólo sabíamos de sus historias del Estrecho, de su población pesquera, y de guardia cárceles y de su presidio.

Sería muy breve la estadía, pues esa tarde haríamos una excursión en los botes por los estrechos y coloridos canales, con sus paredones blancos y sus multicolores juegos de sol (3).

Ya caminábamos por Ushuaia, por sus dos calles, la del mar y la de la montaña (4). En esa Ushuaia con alma de espuma y perfume de algas; esa con raíz de prehistoria desde las piraguas de onas y yaganes (5), y desde la audacia pobladora de las primeras factorías inglesas ya muy alejadas.

En aquella mañana del 22 de enero de 1930 visitamos sus tres mojones de vida: la amargura del presidio, la verdad de su escuelita (6) y el amor de su Capilla (7). Quisimos conocer ese refugio de odios y castigos, pero a las señoras solo nos permitieron permanecer en el patio y desde allí veíamos rostros y gestos de hombres vencidos que tal vez volvían al hogar perdido, a la madre jamás olvidada, y al no vivir.

CONTINÚA EN EL SIGUIENTE COMENTARIO

Anónimo dijo...

VIENE DEL COMENTARIO ANTERIOR

El práctico argentino que nos acompañaba indicó la vuelta por las peligrosas rocas, culpables ya de accidentes marítimos. Pero el Capitán Dreyer se opuso y por él, tan conocedor de esos canales ordenó el cruce directo de las rocas. De nada valió la oposición del práctico nuestro.

Así, recién comenzábamos a alejarnos de Ushuaia, cuando como un trueno espantoso en sonoridad hizo temblar al buque, inclinarnos de golpe y luego detenerlo clavándolo en las rocas. Se había partido el casco, pero los que comprendían esto, dicen que fue una maniobra única y eficaz para dar tiempo a salvar el pasaje.

El terror de la sorpresa produjo silencio en vez de pánico pues las ordenes por los amplificadores eran serenas, seguras, de plena fe en que bajaríamos en los botes para amarre a los cabos y que en una hora se pondría en su lugar el barco.

El miedo, la oración, el sollozo contenidos fueron muestra de la moral de la gente, en dominio absoluto de los nervios (y eran mil doscientas personas). Todo agravado por la gran inclinación del buque hacia popa, pues era difícil caminar hacia los botes y muchos lo hicimos de rodillas.

El salvataje fue perfecto: el amarre de botes en el espacio desde los puentes hasta el mar; cargado el pasaje.

Unos fuimos hacia Ushuaia en una gran lancha a motor que llevaba cuatro botes a remolque, navegando en montón, empapados de oleaje y en el silencio de oraciones y ruegos a Dios. Fueron diez horas inolvidables de completa entrega pues la marea no dejaba entrar nuestros botes. Ya en la fatiga de remeros improvisados y de los tripulantes alemanes que por gran pena no hablaban castellano. Y al fin, ya noche en el puerto donde nos esperaba la población entera con ponchos, frazadas, ropas, ya que estábamos sufriendo frío y mojadura helada. Caíamos extenuados en brazos de esa gente inolvidable en su solidaridad y adhesión al dolor. Nobles, generosos, nos dieron sus casitas: confortables unas, muy humildes otras, dispusieron colchones en el piso y ¡colchones del presidio! (De Antueno Berisso, Adrián Gustavo: “Monte Cervantes. Carta y Recuerdos del Naufragio”, Zagier & Urruty Publicaciones, 1º Edición, Ushuaia, 2012).-

(1) Cito aquí su libro “Naufragios en el Cabo de Hornos” (Zagier & Urruty Publicaciones).

(2) Enrique S. Inda nació en Avellaneda (Bs. As.) en 1923. Fue técnico en perforación y explotación petrolífera. Vivió en Tierra del Fuego y la Patagonia durante las décadas del ‘40 y ‘50, participando en la construcción de los puertos de Ushuaia, Río Grande y Río Gallegos. Fue dirigente socialista y diputado provincial por el Partido Socialista Auténtico. En 1956 fundó la Biblioteca Popular Almafuerte de Aldo Bonzi (localidad donde residía), y en 1983 una Asociación Ecológica en la misma localidad. Escribió varios libros, entre los que se encuentran: “El tesoro del Monte Cervantes”, “El faro del fin del mundo”, “El náufrago del Cabo de Hornos”, “El exterminio de los onas”, “El condenado del fin del mundo” y “Pioneros fueguinos 1869-1890”. Enrique S. Inda falleció el 19 de diciembre de 2013, en Merlo (Bs. As.).

CONTINÚA EN EL SIGUIENTE COMENTARIO

Anónimo dijo...

VIENE DEL COMENTARIO ANTERIOR

(3) ¿Cuáles serían esos canales que visitarían en excursión partiendo desde Ushuaia? Siendo que la estadía era muy breve, podríamos arriesgar que quizás se trataba de una navegación hacia las islas cercanas que se encuentran saliendo de la Bahía Ushuaia (¿Islas Bridges?) puesto que llegar a los canales propiamente dichos hubiera demandado un tiempo más prolongado.

(4) La “calle del mar”, imaginamos tal vez que pudo haber sido la actual Av. Maipú.

(5) Los yámanas (o yaganes) se movilizaban en los canales utilizando sus canoas. También lo hacían los alacalufes, etnia que en la geografía ocupaba el sector chileno del archipiélago fueguino.

(6) Se refiere seguramente a la Escuela Nº 1, que fue inaugurada el 28 de julio de 1890 y que más tarde recibió el nombre de “Domingo Faustino Sarmiento”. Su primer director fue un docente español de nombre Juan Ruiz Galán. Cabe aclarar, que las clases en realidad tenían lugar en una vivienda común adaptada para tal fin. En 1924, por iniciativa del pueblo se empezó a pedir la construcción de un edificio para la escuela. Pero recién en 1930 se dará curso al proyecto, y se destinarán los recursos para construir el edificio. Sin embargo, un hecho importante en nuestra historia detuvo momentáneamente la iniciativa: el entonces Presidente Hipólito Yrigoyen (UCR), que había sido electo en 1928, fue derrocado por un golpe de Estado acaecido el 6 de septiembre de 1930 liderado por el General José Félix Uriburu. No obstante ello, en 1931 se determinó la construcción de la nueva escuela, para lo cual se contó con la asistencia del Presidio en cuanto a mano de obra y materiales. El 29 de junio de 1933, finalmente la escuela se trasladó al nuevo edificio. Ello nos hace pensar, que la escuelita que refiere la señora Beatriz en su carta y que vieron sus ojos en enero de 1930, era la primigenia que todavía funcionaba en una vivienda.

(7) La Capilla mencionada en la carta, es el Antiguo Templo de Ushuaia, situado en Av. Maipú 830. La actual “Iglesia Nuestra Señora de la Merced”, ubicada en la calle principal San Martín esquina Don Bosco, se inauguraría recién en 1949. Una publicación turística de la Secretaría de Turismo de la Municipalidad de Ushuaia (Edición 2002 – 2003: Ushuaia City Tour), indica lo siguiente con respecto al Antiguo Templo: “Consagrado el 24 de diciembre de 1898, este edificio recibió durante muchos años a la comunidad de Ushuaia en los eventos más importantes, por lo que era un sitio muy concurrido. En 1949, se inaugura la nueva parroquia, mucho más amplia y cómoda para albergar a la población que para aquella fecha, había crecido notablemente. El antiguo templo deja de funcionar y al correr de los años se deteriora casi completamente. Tiempo después, en 1997 se comienza la reconstrucción del mismo, que se reinaugura el 24 de diciembre de 1998, fecha que coincide con el centenario del edificio. El mismo tiene un sencillo cuerpo cubierto con techo a dos aguas, nave de 7,10 m. x 18,20 m. (parte original de la primera construcción), mientras que su campanario, de 2,30 m. x 2,30 m. fue reconstruido a un siglo de su proyecto original”.

Un abrazo Mingo!
Hernán (Bs. As.).-