Porosidades


El Domingo de Ramos al pasar frente a los ventanales de El Sol, antigua despensa barrial, descubrí tras de rejas el afiche del primer libro de la Editora Cultural Tierra del Fuego; y no me asombró que estuviera tras de rejas puesto que el mismo –trabajo de Silvana Mabel Cecarelli- se titula El Penal Fueguino. Origen del Estado y la Sociedad en la frontera austral Argentina (con mayúscula) (1895-1916).

Era el primer anuncio –poco visible- de la presentación del libro del cual Carlos Baldassarre me había dicho se haría en el Museo de la Ciudad, casi de inmediato a su presentación ushuaiense. Pero indudablemente la puja de siempre –municipio vs. Gobernación- puede haber llevado al escenario elegido: el de la más antigua entidad cultural de nuestra ciudad, la Biblioteca Popular Eduardo Schdmit (h).

Algo más tarde recibí la llamada de R. Andrés Toledo, fue una de las tantas que recibía por mi cumpleaños pero la de él daba cuenta que me estaba buscando desde hacía tres días y que se había visto entorpecida porque su celular había quedado inutilizado por una mojadura en Vinciguerra. Tenía un regalo para mí y me preguntaba si no andaría por allí. Almorzábamos tarde y llegó a gimnasio salesiano poco después del strip-tease del que todos hablaban y conseguí localizarlo en el stand de la legislatura. Roberto tenía un regalo: el libro de Cecarelli que todavía no se consigue en nuestra ciudad.

¡Gran regalo el tuyo Toledo! Siempre me gustó concurrir a la presentación de un libro con el libro leído y El Penal Fueguino se constituyó en mi lectura de esta semana.

Podemos decir en su favor que es una obra de rápida lectura, que los primeros capítulos 130 condensan las habituales referencias al tiempo y al espacio que son propias de los trabajos de maestría, y donde además se da cuenta de la bibliografía esencial de consulta. El libro experimenta un cambio con el cuarto capítulo –los conflictos de poderes- donde asoma la profundización temática lograda por la autora en sus consultas –esencialmente- al Archivo General de la Nación- y donde emergen con relaciones documentadas las interferencias recíprocas entre los mandamases de la gobernación y la cárcel y la aparición de un término –superintendencia- que nunca fue fácil de implementar en el ámbito fueguino.

El quinto capítulo –Presidio y Sociedad- es el más entretenido para nuestra curiosidad sobre el ayer, donde se concatenan multiplicidad de registros históricos, y se dan algunas primicias. Entonces uno se queda con las ganas de otro libro que abarque un tiempo más amplio del que encontró su límite en la asunción del primer gobierno radical. Pero también se queda con las reflexiones finales:"...fueron varis las cuestiones que truvieron que afrontar los que decidieron radicarse en Ushuaia. Si bien por un lado resolvían el problema laboral al trasladarse hasta el extremo sur, las dificultades y limitaciones eran tants que la población se conformaba con sobrevivir con los mínimos requisitos que un Estado necesitaba par fundionar. Mínima educación, mínima higiene, mínima comunicación, resignándose a ser solamente una célula de este Estado penitenciario en el confín del territorio".

Fuera de los apéndices documentales y anexos, están las conclusiones, que por tratarse de un trabajo de investigación creímos oportuno leer primero, y así terminamos por leerlas dos veces. Situación que aconsejamos como método de abordaje a esta obra por encima de las palabras preliminares.

Ya en su presentación primera la autora reivindica de Lila Caimari, en alguna medida madrina de este libro, la que en su obra Apenas un delincuente –ensayos que llevan nombre de una película trascendente- dijo: “Como el “muro” entre Ushuaia y el “norte” era tan espeso, el muro entre la prisión y Ushuaia se volvió excepcionalmente poroso”. Relación que cuando yo la leí en ella me llevó a pensar en la querida canción de Horacio Guarany que cuenta “Estamos prisionero carcelero, yo de estos toscos barrotes, tu de miedo…”


El libro nos remonta aquel tiempo en que faltos de presencia del estado argentino en el espacio austral, la escepción la daba en el sur fueguino, la ciudad prisión.


Ya para el martes brillaban en Río Grande otros afiches invitándonos a la presentación, entre ellos un segundo en El Sol, esta vez libre de barrotes. Allí me llamó la atención que la tipografía mayor no es para la obra, ni para la autora, sino para la editora: y entonces recordé el verso aquel de Anahí Lazaroni: “Los homenajes halagan más a los que los dan, que a los que los reciben”.

Porosidades de una iniciativa que pretende ser comienzo, pero que es, más allá de todo propósito… continuidad.

2 comentarios:

Paly dijo...

¡¡¡Gracias Mingo!!!

RAT dijo...

Gracias Mingo por el comentario y me alegra que el regalo le siente tan bien. Abrazos desde la cima del Vinciguerra! Ah, ya recuperé comunicación... sigo conectado!
RAT