Serenatas

Por los años 70, no recuerdo si antes o después de la tensión con Chile hubo una ocurrencia de fin de año: los alumnos de los quintos salían a saludar a los profesores.

Para eso ideaban cantitos alusivos en los que se destacaban las cualidades de los educadores, y también algunas de sus falencias.

Moderadores de esta actividad fueron siempre Emma Susana Cobos, la profe de Geografía, y Enzo Oliver Magaldi, el de Química y Merceología.

Llegaban con cierto sigilo a la vivienda de los profesora y proferían cánticos para que se les abriera la puerta. Los alumnos que sumaban en algunos casos algo más que 40 a veces no conseguían entrar todos en la vivienda, pero igual se las ingeniaban para compartir alguna comida y un brindis.

Y con no poca inquietud se mal dormía esperando la llegada de esos pillos, aunque en muchos casos había un menú y algo refrescante para que pudieran seguir la travesía.

Los jóvenes trataban que la experiencia durara varios días, y en la sala de profesores se compartían con los que aun no habían sido visitados los pormenores de eso que ellos llamaban “asalto”.

En el transporte se utilizaban vehículos particulares los que eran manejados por los que ya tenían carnet, un hermano, pariente o allegado, dentro de los que no faltaban los novios.

La salida siempre era entre semana, por lo que no era posible una conexión de esta salida con otras recreaciones nocturnas.

Generalmente se daba después del viaje de egresados, que todavía seguía engañándonos como un “viaje de estudios”, experiencia que acentuaba la camaradería entre los inminentes egresados.

Son recuerdos de mi paso por la docencia en el Instituto Don Bosco, único secundario del pueblo.

En los últimos años he tenido noticias de la proliferación de esta práctica a otros colegios, donde ya no parece necesaria la presencia de adultos para acompañar a los adolescentes.

Estuve a punto de disponer de alguna grabación de las murgas que desde hace algunas noches pasan por mi barrio, donde hay varios docentes de enseñanza media, y armar un texto evocativo de esta práctica, como muestra de la latencia de algunas tradiciones entre las distintas generaciones de jóvenes riograndenses.

Pero después de lo que pasó: !Qué se puede decir!

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