Quién en un
atardecer de verano atraviese raudamente en su vehículo la ruta a la altura del
Río Grande, yendo o viniendo por la ruta tres, tendrá muy poco tiempo para ver
al poniente –encandilado por un rojo sol austral- el perfil de hierro del
puente colgante que fuera habilitado por los años veinte para el transporte de
hombres, cabalgaduras y carretas, ovejas y los escasos automotores de entonces.
Por
diversas urgencias su memoria no será convocada necesariamente a recordar que
durante el año que pasó el puente se vino abajo, que la calzada del mismo fue
levantada del río y que sus despojos se encuentras depositados en la margen
norte, esperando providencias que -al no darse de inmediato- sumieron el
historial de vida de esta obra de vinculación en una total incertidumbre.
Los
defensores de la existencia del puente se configuraron –al estilo fueguino, o
de este tiempo- en buscadores de culpas. Y los sectores involucrados –atacados
de esta forma- creyeron necesario hacer algo que se tradujo en: decisiones
ejecutivas por parte del Municipio, y estudios técnicos por parte de la
gobernación.
Algunas
promesa quedó en el camino, y alguien sintió correr una lágrima por su mejilla
cuando después de medio siglo de inacción el puente ya caído sobre el curso del
río se desgarró durante una fuerte ventolera.
Enero nos
encandila con sus soles enérgicos. Quién en un atardecer encuentre el lugar
como destino; el vado del Tropezón, o el cerro del Águila, verá más de cerca
que el perfil inconfundible del puente colgante muestra ahora sus mutilaciones.
Alguien caminará sobre sus escombros. Se harán múltiples ejercicios
fotográficos, Y también se sustraerán recuerdos.
Enero es un
mes de ausencias: no están los que dan soluciones, pero también no están lo que
reclaman con mayor enjundia.
Pero con el
caso del puente, cuando pase el verano..., ¿pasará algo?
Se sabe que
los estudios encarados vieron la posibilidad de recupera la estructura, tal
como la conocimos, y que esa situación resulta imposible: hay muchos
componentes que se han perdido, y otros ya estaban destruidos. Se ha pensado en
levantar una suerte de museo de sitio que conserve lo que quedó e imprima en el
lugar una situación informativa general sobre la ganadería fueguina y la
colonización. Pero no hay dinero para estos en los presupuestos aprobados. El
sector ganadero de ser invitado a aportar elementos de trabajo de otros días,
para que puedan ser vistos en el lugar, desconfía de quienes puedan ser los
responsables de esos elementos en una esfera patrimonial. El sector ganadero a
su vez no es visto con simpatía con los sectores que hoy se identifican como
progresistas, los que no invertirían un solo peso en la exaltación de una
experiencia histórica –representada por el puente y su entorno- que alude entro
otros bemoles al final de los pueblos originarios.
Pero se
llegó hasta considerar la reconstrucción del puente colgante utilizando
elementos nuevos, y para el caso se redondeó una cifra: doce millones.
Nos han
dicho que en se párrafo del informe los encargados de leerlo cerraron la
carpeta. El área patrimonial provincial se maneja con moneditas, para el caso
una referencia: el Museo Histórico Khami, inaugurado un día de sol y asado,
debió cerrar al llegar el invierno ¡porque no tenía calefacción!
El puente
colgante ya no cuelga, tal vez por eso merezca este otro nombre: El Puente
Mutilado.
1 comentario:
Hola Mingo, buen día. A propósito de su articulo y por si no ha leído mi aporte, le cuento que en la edición 33 de la Feria Rural entrevisté a un concejal riograndense (nacido y criado) que daba su parecer sobre el Puente y luego, entrevisté al exdirector de DNV en Ushuaia.
Héctor Garay: http://www.momentostdf.com.ar/2012/03/un-concejal-dijo-que-salvar-el-puente.html
Juan José Sosa Zamarbide: http://www.momentostdf.com.ar/2012/03/otra-mirada-sobre-la-realidad-del.html
Un abrazo enorme.
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