En mi último regreso a la Tierra del Fuego
llegué caminando.
Al poner pie sobre suelo fueguino llevaba en
mis manos el libro de Napoleón Baccino Ponce de León: Maluco, la novela de los
descubridores –último premio Casa de las Américas-que fue mi lectura durante
toda la travesía. Para aquel momento el libro me había dado respuestas
coincidentes sobre mi apreciación histórica de quién fue para la historia
fueguina Hernando de Magallanes. Eso que leí el 14 de marzo de 1986 en mi
programa de Radio Nacional, en Los Gajos de la Tierra.
* * *
Ruy Faleiro extendió en la Casa de
Contratación la carta astral sobre la expedición destinada a circunnavegar la
Tierra. Sus augurios no podrían ser más terribles.
En aquellos tiempos de enemistades e intrigas
entre las cortes de Castilla y Portugal el hecho mereció diversas
interpretaciones, la de los supersticiosos creyéndolas a pie juntillas, la de
los escépticos riéndose de los anuncios e imaginando el ánimo portugués de
frustrar la partida de la flota, y la indignación en los círculos eclesiásticos.
Falerio estaba entre los primeros y no fue de la partida en San Lucar de
Barrameda el 20 de septiembre de 1519.
El Almirante no quiso saber nada de este tipo
de caras, el prefería a los designios del futuro los descubrimientos del
pasado, y así lo había hecho desde le momento que en su condición de Capitán de
Navío pudo frecuentar la Tesorería de Lisboa y conocer allí, con la reserva que
el caso merecía, los estratégicos derroteros, los portulanos de expediciones
clandestinas en los dominios de Isabel y de Fernando. Por eso al frente de sus
cinco naves y con 237 hombres a sus órdenes salió Don Hernando de Magallanes a
cumplir con las capitulaciones firmadas por él y Falerio el 28 de marzo de
1518, rumbo a la mar océano, rumbo a la fortuna del oriente.
Magallanes conoció a Falerio después de su
incursión por Oriente. Allí se había embarcado en la armada de Almeida de 1505,
batiéndose ardientemente en Cananor, Goa y Málaca, sus empresas modestas pero
valientes le sirvieron para luego de enemistarse con Alburquerque, jefes de
disímiles caracteres, para recibir una media soldada con la cual el Rey Manuel
pensó que iría a vegetar.
Pero después de esto vino la voluntaria
incorporación a los ejércitos de tierra en los cuales combatió frente a la
ciudad de Azemmour, ganándose un tajo musulmán sobre el tendón de la rodilla
que lo dejó cojo para toda la vida.
No tuvo mayor suerte en esta empresa donde no
consiguió nunca la compensación por un caballo perdido en la pelea, y para
males fue acusado de hacer uso indebido de ganado capturado durante la empresa.
Con su porte de rengo, barbudo y poco
agraciado caballero comulgó en ideas en una taberna de Lisboa con Falerio, que
se decía bachiller cosmógrafo que no había conseguido del Rey Juan II el grado
de Astrónomo Real y que en medio de sus arrebatos de mal talante vendía
horóscopos amén de calcular longitudes –eso es lo que se creía- con el
astrolabio de espejo inventado por Behain.
Magallanes se convierte en su mejor alumno en
tiempos en los cuales las fronteras de los imposibles eran asaltadas por la
osadía del hombre. Falerio aseguraba que la línea demarcatoria del traslado de
Tordesilla dejaba en poder de los reyes de España los dominios preciados de las
Molucas, las islas de la especiería a las que Portugal llegaba monopolizando el
comercio en su navegación hacia oriente, bordeando el continente africano.
Allí estaba la riqueza y se podía llegar por
otros medios, como era la tarea de afrontar el bordear el continente americano
en la búsqueda de un canal interoceánico que permitiera ingresar al Mar del
Sur.
Pero no era tan original el planteo. Vespucio
crecía que por el Mar del Sur se acanzaría; Ternate, Leonardo da Vinci y
Schöner demostraban en escritos y cartografía la existencia de un paso al Sur
de América, y en el camino de las Molucas ofrecían sus servicios a las cortes
europeas otros navegantes, entre ellos el Piloto Esteban Gómez que finalmente
se alistaría con Magallanes desertando en la boca del paso interoceánico.
Portugal no prestaba interés a estas
aventuras, y y por demás en sus Tesorerías se guardaban celosamente las
informaciones de viajes clandestinos en los dominios castellanos de América, cuya divulgación abriría las
puertas de sus rivales por el sendero de la codicia.
De allí salieron Magallanes y Falerio, el
Capitán abandonando una mujer y un hijo pero llevando celosamente el secreto de
los mares descubiertos en el estado mayor portugués.
El globo bien pintado, en el que figuraba la
tierra toda, pretendía ignorar la existencia del paso que con certeza se
conocía, de ello dio cuenta Antonio de Pigaffeta en la crónica del primer viaje
alrededor del mundo al decir que el Almirante “había visto en una carta de
marear, hecha por Martín de Bohemia, gran piloto y cosmógrafo, que estaba en la
Tesorería del Rey de Portugal, el estrecho pintado a la manera que lo halló,
ese paso de sus quimeras ya figuraba en la cartografía secreta de los dueños
del Atlántico con el nombre de Frentum Boehmicum, y su inscribidor, el nombre
del navegante se ha perdido en la anónima historia de las intrigas. Martín de
Benhaim pertencecía a una familia asentada por doscientos años en Nuremburgo,
hombre que habiendo residido largos años en la Isla Fayal en el archipiélago de
las Azores prestó servicios al Rey de Portugal Juan II del cual recibió la
distinción de Caballero de la Orden de Cristo.
Magallanes y Falerio fueron a Zaragoza a
vender lo que otros ya conocían y traban relación con Duarte Barbosa, casándose
Don Hernando con Beatriz, la hermana de Fuarte. Ronda las cortes y cenáculos
intelectuales para desmotar con Falerio el complejo ensamble de longitudes y
latitudes ante una España repartida entre la pasión de crecer y las nostalgias
de un Rey, que pronto sería Emperador de Alemania.
Y ambos temen una amenaza española dejando en
la conciencia de los observadores de su existencia sobre motivos de importancia
para justificar su alejamiento de la corte lusitana, como los que en su momento
habrá tenido Colón, de idéntico motivar y parecer.
Temían por su vida, creían que en cualquier
momento la larga mano de la intriga de Lisboa frustrarían sus ambiciones
llegando a manifestarles que Alvaro da Costa, embajador portugués –en realidad
camarero y guardarropa mayor del rey Manuel-era el conspirador de su vida
mientras arreglaba el casamiento de la Infanta con el Rey Carlos.
Pero atrás de la intriga y la aventura estaba
España, la que simultáneamente a la empresa, con Niño y siete naves exploraría
el Pacífico, con Alejo García y otros náufragos de Solís trazaría un largo camino
del Brasil al Alto Perú buscando al rey Blanco, la que con Ponce de León
colonizaría Florida y en manos de Gordillos y su gente aportaría el
descubrimiento de California.
El último día de verano de 1518 partieron del
puerto de San Lucar las cinco naves que se habían preparado en el dique seco de
Sevilla. En el puerto quedaron Beatriz, la esposa española, con el hijo del
Almirante de seis meses de edad, y con otro en sus entrañas. Falerio obligado a
compartir la vigésima parte de las ganancias con su horóscopo en la mano, y una
tierra a la que pocos volverían. Marcharon en las naves en cuyo armado invirtió
critobal de Haro, banquero de Amberes, la mayor parte de los costos, 237
hombres, de ellos 45 extranjeros de distintas nacionalidades, 35 portugueses, y
uno muy especial que fue excarcelado para la aventura después de pagar con
prisión el haber vendido en el extranjero el navío que mandaba: Juan Sebastián
Elcano, el que terminaría la proeza.
Por el mar de la flota fueron navegando la
inercia burocrática para conseguir 8.747.125 maravedíes, un millón de dólares
de hoy a valores de oro puro; las intrigas de Río de Janeiro, los prejuicios
antipotugueses, el motín de San Julián y su primera misa, la incurria española
en la búsqueda de lo conocido.
El Almirante llegó el 1ro de Noviembre de 1520
a la boca del paso que alguien para nosotros hoy ignorado descubriera antes
como navegante espía; parlamentó y llamó a consejo de capitanes para exponer
después de oír razones, porque había que seguir, y en esa decisión se salvaron
en 27 días y 27 noches las aguas del Estrecho que llamara de Todos los Santos,
y que hoy como él se llama.
Al sur quedaba esa tierra helada donde los
aborígenes debían mantener encendido de continuo fogatas, pero el Almirante
miraba al frente y a la derecha y nuestro archipiélago quedó a su paso con el
nombre que le diera el Almirante rengo de la triste figura: Tierra del Fuego.
.....
En mi último regreso a la isla llegué
caminando. Fue por esa costumbre de la Capitanía de Puertos en la Primera
Angostura que exige a los hombres descender del Bus, y emprender a patacón por
cuadra el descenso a la isla que, sin discriminación de nacionalidades, nos
habita en el alma.
1 comentario:
Sobre el Archipiélago de las Molucas, importantes islas referidas de una u otra manera en diferentes relaciones de viajes vinculados a la Tierra del Fuego (como el que narra la aventura de Magallanes y demás marinos; o el viaje que luego realizarían los exploradores holandeses Willem Schouten y Jacob Le Maire buscando una ruta alternativa a las Indias Orientales), agrego estos datos geográficos, para dar un salto desde 1520 a 2013, y traerlas así al presente ...
Las Islas Molucas actualmente pertenecen a Indonesia (en indonesio se llaman “Maluku”). El archipiélago tiene al Oeste a la Isla de Célebes y al Este la gran Isla de Nueva Guinea; comprende en total más de 600 islas e islotes, con una superficie aproximada de 75 mil km2. Las Molucas tomaron relevancia principalmente en los siglos 15 y 16 en tiempos en que distintos países europeos (españoles, portugueses, holandeses) quisieron tomar el control de ellas. ¿El motivo? Las codiciadas especias. Es que estas islas eran productoras de especias muy buscadas en Europa. Nuez moscada, clavo de olor ... Fueron conocidas por ese motivo como las “Islas de las Especias”, y así se hicieron famosas al mundo.
Durante la segunda mitad del siglo 20, las islas que comprendían las Molucas constituían una provincia única. En la actualidad, hay un fraccionamiento: la zona norte de las islas se llamó “Provincia de Molucas Septentrional (Maluku Utara)”, y la zona sur/sudeste simplemente “provincia de Molucas (Maluku)”. Las islas más importantes de “Maluku Utara” - cuya capital es la ciudad de Ternate - son Halmahera, Tidore y Ternate, en tanto que las islas más representativas de la “Provincia de Molucas” son Ambon, Ceram (o Seram) y pequeños sub-archipiélagos interiores como las Islas de Banda, Islas Kai, Islas Babar, entre otros.
La isla más grande de las Molucas es la Isla Halmahera (o también llamada Gilolo), con casi 18 mil km2. La isla de Ternate, pequeñísima en proporción, con menos de 100 km2, se encuentra muy poblada en el lado Este, área en la que sin embargo se encuentra un aeropuerto llamado “Buli”. Cuenta con un curioso y pequeño lago circular llamado “Tolire”.
Un saludo Mingo ...
Hernán
(Bs. As.)
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