Viajando en el “Allen Gardiner” desde
Ushuaia hasta Punta Arenas, encontramos nativos todos los días hasta que
llegamos al Paso Brecknochk. Debo decir que dejamos Ushuaia el 20 de marzo y
atravesamos el Brecknock el 27.
Nuestro viaje fue hecho lentamente y
tratamos de anclar todas las noches. El domingo 26 permanecimos tranquilamente
en una caleta, donde con marea baja, el “Allen Gardiner” reposó sobre un fondo
arenoso. El arreglo para esto fue hecho el sábado a la noche, después de un día
húmedo y molesto, durante el cuel habíamos llegado al extremo y soportado
continuamente las ráfagas del huracán que rugía sobre nosotros desde las
montañas. El refugio de la caleta donde estuvo el “Allen Gardiner” era muy
agradable y nuestro Día del Señor pasó pacíficamente, iluminado por los
servicios de nuestra iglesia.
El lunes temprano el capitán nos puso
de nuevo en navegación y pronto entramos al paso Brecknock. Los botes del
“Beagle” pasaron a través de los canales por los que el “Allen Gardiner” hacía
su viaje desde Ushuaia a Punta Arenas. Posiblemente, con esa excepción, nuestro
pequeño velero misionero ha sido el primero en usarlos. Pero cuando llegamos al
Paso Brecknock, estábamos cerca del mar abierto y de islas frecuentadas a veces
por loberos. Habíamos oído de una reciente colisión de una nave americana con
los indios y, como había habido pérdida de vidas, esperábamos alguna
hostilidad. Hasta entonces, los indios nos habían buscado y se habían puesto a
la par, mostrando placer por nuestra presencia; su conducta había sido
perfecta. Muchos de ellos habían visitado Ushuaia y todos habían oído del
lugar, de Mr. Bridges y Mr. Lawrence, que estaba a bordo, y de otros amigos de
su gente. Ofrecían pieles de lobo en venta y aceptaban dinero, con total
confianza de que al volver a visitar la Misión , o por medio de amigos, obtendrían su
valor en bizcochos, ropas u otros artículos para su uso. Invariablemente decía
“Gracias” al recibir cualquier cosa, aun por el pago de pieles, lanzas o
flechas.
Tuvimos una gran satisfacción con su
conducta y vimos con mucha satisfacción la extraordinaria influencia de la Misión.
Durante unas 120 millas , la corriente
de sentimientos amistosos y de confianza se veía muy vivamente. Hasta entonces,
también hablaban el mismo idioma. Yo había observado cuidadosamente el límite
donde no sólo podíamos encontrar el yagán, sino también otro idioma. Esto
ocurrió en el Paso Brechnock y excitó grandemente nuestro interés. A una gran
distancia, el capitán, mirando a través de los binoculares, descubrió una canoa
cerca de la costa, a sotavento del “Allen Gardiner”. Íbamos en busca del
viento, pero de inmediato alteramos nuestro curso y nos llegamos hasta el grupo
de la canoa. Remaron con fuerza para alejarse, manteniéndose cerca de la costa,
evidentemente esperando que, antes de llegar nosotros, pudieron dar vuelta a
cierta punta de tierra y encontrar un escondite en una caleta cercana.
El obispo Obispo Waite H. Stirling,
escribirá:
Al principio, estábamos tan lejos que
sólo podíamos ver sus movimientos con poca claridad y cuando, de repente, se
encendió un fuego en la costa y se levantó una señal de humo, nos imaginamos
que el grupo de la canoa había desembarcado y estaba invitando nuestra
presencia. Sin embargo, una búsqueda decidida, por medio de los anteojos para
campo (que son un admirable regalo al “Allen Gardiner” por los hijos de Mr.
John Fair) reveló que la canoa seguía retirándose, presionando hacia adelante
con los mayores esfuerzos por parte de los brazos masculinos y femeninos. Era
evidente que uno de los indios había dejado la cano y nadado hasta la costa
para encender el fuego, con la intención de desviarlos y retrasarlos. La
cacería se tornó excitante, ya que el “Allen Gardiner” contaba con una brisa
que lo empujaba, y los indios estaban remando como si les fuera la vida en
ello. Al final, la entrada de la caleta fue alcanzada por la canoa, justamente
cuando llegamos al alcance de los nativos con nuestras voces. Hubiera sido
riesgoso ir más cerca con el “Allen Gardiner” sin una investigación previa, de
modo que nos contentamos con acercar el velero y gritar a los nativos que no se
asustaran, sino que se acercaran a la nave. Sin embargo, fue en vano y después
de un infructuoso retraso, retomamos el viento favorable. En unos tres cuartos
de hora o algo así, la canoa en cuestión fue vista saliendo al canal y, a la
entrada de la caleta, observamos una segunda. Pensando que los nativos ahora
podrían tener valor como para comunicarse con nosotros, volvimos a retroceder
para tener eventualmente una conferencia. De ninguna manera, los visitantes
tenían confianza en nuestra buena disposición y, sin embargo, habían quitado de
su asta todas las puntas de lanza y sostenían pieles a la distancia, como para
indicar sus propósitos pacíficos. Cuando llegamos a su lado, dando salida a sus
sentimientos, lastimados por su experiencia anterior, gritaron con excitación:
“¡Hombres blancos malos, tacaños! ¡Hombres blancos malos, tacaños!” No nos
indignamos con ellos, pero sí con algunos que los habían impresionado tan
lamentablemente con en cuanto al carácter de presuntos cristianos.
Habíamos llegado al límite del idioma.
La canoa contenía representantes de dos tribus y dos idiomas. Los hombres se
habían aventurado y consentir en tener comunicación con el velero, persuadidos
por un muchachito, que los convenció con labios muy fervientes. Había oído de
Ushuaia, pues algunos amigos habían estado allí. El “Allen Gardiner” era para
él una señal de paz y buena voluntad.
Desde este punto hasta Punta Arenas no
vimos indios, aunque un marinero de a bordo, que había estado cazando lobos en
estas regiones 18 meses antes, nos señaló bahías que entonces estaban “llenas
de indios”.
Tengo en mente la impresión de que,
cerca del Estrecho de Magallanes y en zonas visitadas por loberos, los nativos
de Tierra del Fuego son maltratados. Esta impresión fue confirmada cuando lo oí
de boca del gobernador en Punta Arenas. Si es así, es simple la explicación
sobre su no aparición entre el Paso Brecknock y Punta Arenas.
En su conjunto, el viaje a través de
los canales de Tierra del Fuego fue muy agradable y muy interesante. Los
glaciares eran soberbios y el panorama grandioso, mientras que la presencia de
los indios durante nuestras primeras semanas de viaje aumentó grandemente nuestra
alegría y satisfacción.
1 comentario:
interesante
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