El 12
de noviembre de 1916 apareció en Ushuaia un periódico con el nombre de El Sur Oeste. Francamente no nos imaginamos al sudoeste de
qué se colocaba el director, aun cuando la ciudad esté precisamente en ese
rincón del territorio. Era una hoja más o menos mezquina, del tamaño que hoy
llamaríamos tabloid, escrito en ambas
faces a mano.
Arnoldo Canclini escribió sobre este
particular una nota titulada PERIODISMO PERTURBADOR, la que publicara en su
libro NAVEGANTES, PRESOS Y PÌONEROS EN TIERRA DEL FUEGO.
La
confusa historia se conoce tanto por el expediente del Ministerio de Interior,
como por las publicaciones de los implicados. El principal era un español,
Manuel Puente Carracedo, que había llegado allí en el Guardia Nacional, del que había sido dado de baja, según se dice,
por mala conducta el 26 de julio de 1913. El sumario policial explica que se
quedó trabajando de repartidor de pan, carpintero luego y finalmente
periodista, aunque parece obvio que eso no daba para vivir. La autoridad
también consigna que había vivido en malas compañías y que había tenido varias
entradas por ebriedad y desorden, lo que naturalmente no lo hacía una rareza en
el pueblo.
El
ejemplar que se conserva del periódico es el número 4 y basta una primera
mirada para comprender su intención. No es difícil admitir que el editor era
anarquista, cuando se lee a toda página: “Defender a la justicia es estar
contra la autoridad”; luego aclara que se refiere al gobernador don Manuel
Fernández Valdés. Este se encontraba en su cuarto período, quizá sufriendo algo
de desgaste y puede ser que este episodio pueblerino haya sido la gota que
colmó el vaso.
Declara
que su intención es defender “el derecho de los ciudadanos ultrajados”. Un
párrafo más o menos claro dice: “Serénese el Señor Gobernador, vuelva sobre sus
pasos y no exponga al pueblo a más peligros de los expuestos y dé las gracias a
los vecinos que influyeron sobre el sufrido y valiente cuerpo de
guardiacárceles, que indignado por el proceder de la Policía querían
presentarse en la población armados y equipados a defender los intereses
hollados. Este seminario, aunque dio las gracias más efusivas, les recomendó la
cordura; hoy al señor Gobernador le pedimos calma”.
Sin
duda, Puente Carracedo quería explotar en su provecho o en el de sus ideas la
siempre tensa relación entre el personal del presidio y la policía o la
gobernación. El sumario dice que había sido visto incitado a los
guardiacárceles a manifestarse públicamente por no sabemos qué ofensa. Había
cierto mar de fondo, que reconoce el mismo director de la cárcel, quien declara
que eso era “una seria amenaza para el pueblo de Ushuaia”.
Un
grupo había realizado una “manifestación pública” en razón de lo publicado en
el número anterior, colocándose frente a la policía. Podemos suponer que se
debía a la detención de Puente, a causa de esas sospechosas visitas a los
guardiacárceles, que fueron denunciadas también por distinguidos comerciantes.
El español fue metido en un calabozo y según él y su gente, fue maltratado. Su
amigo Roberto G. de Rosis, en un folleto que publicó luego, dice que salió “con
equimosis en los ojos, desfigurado en forma lastimosa y con tremendos golpes y
tumefacciones, desde la cintura hasta la nuca”. Segú el expediente oficial,
sólo tenía una marca en un ojo, que pudo hacerse él mismo. La verdad,
suponemos, estaba en el medio.
El
tal De Rosis encabezó un grupo que fue a protestar por el arresto. Parece que
Fernández Valdés no les hizo mucho caso o que, por el contrario, los echó con
“frases obscenas y repugnantes hasta en boca de un carretero” (De Rosis). El
mismo mandatario admite que apostrofó a un honesto comerciante, que dijo haber
sido engañado, creyendo que se trataba sólo de defender a un connacional. De
Rosis también fue a parar a la cárcel. Entonces ocurrió que los principales
negociantes mandaron otra nota, denunciando al periodista y sus actividades,
entre las que mencionaban un intento de promover una huelga en el aserradero de
Lapataia.
En el
interín, se quiso también desviar el curso de un festival que se había
organizado a beneficio del muelle y que se trató de destinar “al sufrido cuerpo
de guardiacárceles”, pero eso no llegó a ocurrir. Que las cosas estaban tensas,
lo demuestra el hecho de que otros vecinos, también caracterizados, mandaron un
telegrama al Ministerio de Interior, protestando por las detenciones.
Y entonces nos acercamos al
acontecimiento del cual hoy hacemos memoria.
El 16
de mayo de 1917, Puente fue remitido al juez de Río Gallegos y el 4 de junio –
un día como el de hoy- fue sobreseído. Dos años después, la policía de esta
ciudad advierte a su similar ushuaiense que el sujeto había llegado allí,
procedente de Punta Arenas, lo que era de cuidar por la grave situación social,
que culminó con la gran huelga de 1920-1921. El 10 de agosto del mismo año, la
policía ushuaiense pedía al gobernador la expulsión de Puente, que andaba sin
duda perturbando a la población, donde tenía muchos amigos que le decían “el
Pera”.
Por
su parte De Rossi, publicó un folleto en forma de carta al gobernador,
evidentemente impreso fuera de Tierra del Fuego, lo que puede indicar
interesantes conexiones.
Es de
suponer que Puente Carracedo no haya sido inocente de todo. Su actuación
revolucionaria en Punta Arenas, Puerto Deseado y Comodoro Rivadavia indica que,
sin ser una figura de primera línea, se trató de un sujeto peligroso y que
Ushuaia se vio a punto de estar envuelta en episodios tan graves como los que
agitaron el territorio de Santa Cruz.
Con
el tiempo Canclini volverá sobre este tema, con otro enfoque, será en el
capítulo ACTUACION POR LA DENUNCIA SOBRE MOVIMIENTOS DE GUARDIACÁRCELES, que
figura en su libro INDIOS, POLICIAS Y AGITADORES. Documentos policiales
fueguinos.
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