Una
extensa nota en la cual el expresidente fija posición con respecto a tema
juridiscional entre Chile y Argentina.
Un
artículo que pocos han leído, menos entre esa mayoría que se atreve a decir que
Sarmiento vendió, o entregó, la Patagonia.
Tan graves acontecimientos han producido la
cuestión suscitada por el gobierno de Chile, sobre el dominio del Estrecho de
Magallanes, que sería de grande importancia recordar los antecedentes
económicos que la han provocado, y examinar la importancia real que hoy tiene,
con respecto a las ideas que impulsaron, hace cuarenta años, a fundar en el
extremo oeste del estrecho un establecimiento chileno.
A uno y otro país interesado, a punto de un
rompimiento puede ser útil corregir las malas impresiones en el exagerado
interés que la controversia suscita.
Doblar el Cabo de Hornos era, no más lejos
que el siglo pasado, empresa rodeada de pavores, aun para los marinos más
experimentados, a causa de los vientos sudoestes (origen del Pampero) que
reinan, a veces por meses.
El estrecho, que lleva el nombre de su
descubridor, era todavía más temible. No pudieron colonizarlo los Sarmiento,
que dejaron de su presencia el Monte y canal Sarmiento, y el Puerto del Hambre,
de triste memoria por haber perecido los colonos, a causa de no poder en doce
años acudir en su auxilio con víveres desde Montevideo y Río de Janeiro el
almirante Sarmiento, ni su hermano desde Lima, donde quedaba representada esta
familia. El capitán Fitz Roy descubrió un membrillo, y las célebres palomas
blancas del cabo parecen los únicos restos de aquella malograda tentativa.
El fondo del estrecho es generalmente roca
viva, y las anclas garrean o se rompen, al punto de salir escuadras españolas
enteras, sin un ancla.
El 1817, San Martín fomentó en Chile el
puerto de Valparaíso apenas indicado, pues el apostadero español era en Chiloé
camino del Perú, y que Chile no conquistó sino en 1827. Esta circunstancia
servirá para indicar cuán indiferente era para Chile y la República Argentina
la ocupación del estrecho.
En 1840, empero, un gran cambio amenazaba a
las relaciones comerciales de la Europa con el Pacífico. Hasta entonces se
proveía este último de mercaderías por el cabo, y por el intermedio de
almacenes de Depósito de Valparaíso, la costa de América, Chile, Bolivia, Perú,
Ecuador, y aun puertos de México, lo que dio al comercio chileno una gran
prosperidad, con leyes de tránsito para las provincias interiores de la
Confederación Argentina.
En 1840 se inició la atrevida empresa de
atravesar por un ferrocarril el Istmo de Panamá; y, a realizarse la empresa, el
comercio volvería a tomar sus primitivas rutas, a saber, proveerse el Pacífico
por el Norte, en lugar de hacerlo por el Sud, como ahora.
Los filibusteros y bucaneros fueron la plaga
de aquel comercio, hasta que, destruidos por las fuerzas combinadas de
Inglaterra y España, contra Morgan, el contrabando descubrió el Río de la Plata
para proveer a estos países, el Perú, Chile por tierra, y el comercio regular
por el cabo.
Los
escritos de Sarmiento se corresponden a un tiempo en que nuestro periodismo
tenía prioridades formativas, antes que informativas.
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