En el año 1824 el gobierno de la Provincia de Buenos Aires por ese entonces a cargo del gobernador Martín Rodríguez, negoció con la compañía bancaria Baring Brothers de Londres, Inglaterra, un empréstito por un millón de libras dando, origen a la deuda externa argentina. Circulan, entre los historiadores, distintas versiones, algunas determinan que el monto que arribó al país no fue mayor a 160.000 libras.
Esta actitud de vincularse de manera dependiente con el capital inglés no fue exclusiva de los gobernantes rioplatenses. En 1825 Bolivar que había contraído grandes deudas en su causa libertaria decía: Aborrezco más las deudas que a los españoles, y descubre la manera de pagarlas: he indicado al gobierno del Perú que venda a la Inglaterra todas sus minas, todas sus tierras y propiedades y todos los demás arbitrios del gobierno, por su deuda nacional, que no baja de veinte millones.. Y por 1826 ya teníamos en Buenos Aires un agente inglés: Bernardino Rivadavia. Y el capitalismo británico fabrica en función de su clientela argentina.
En Birmingan fabrican pavas para calentar el agua del mate, y muy pronto comienzan a llegar las boleadoras y los lazos británicos para competir con los productos de la criollada. Un poncho tejido en Liverpool cuesta cinco veces menos que uno fabricado en Catamarca. Los billetes se imprimen en Londres y el Banco Nacional tiene una mayoría de accionistas británicos, monopoliza la emisión en el país.
A través de ese banco opera la River Plate Mining Association, que le paga al presidente argentino un sueldo anual de mil doscientas libras.
En Inglaterra gobernaba George Canning (imagen) quien propuso que ya era hora de terminar con el tiempo de las glorias militares, para comenzar con las argucias diplomáticas. Hasta entonces, es verdad, habían hecho mucho más por Inglaterra los contrabandista que los generales; y en este tiempo son los mercaderes y los banqueros los que ganarán las grandes batallas por el dominio del mundo.
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