EVOCACIONES* 5 de septiembre de 1961. Fallece en Buenos Aires Guillermo Mac Hanaford.

Acusado de espionaje y traición y a la patria durante la Guerra del Chaco, donde se vio involucrado en la venta de planos de instalaciones militares argentinas, fue el único alto oficial del Ejército argentino degradado en ceremonia pública.

La situación ignominiosa vino acompañada de una autorización a su familia para cambiar el apellido.

Enviado a Ushuaia a cumplir su condena, hizo uso de su refinada educación haciéndose cargo de la Biblioteca del Presidio.

Las situaciones por las cuales fue condenado nunca quedaron del todo claras, hubo algunas campañas de esclarecimiento pero al desatarse la Segunda Guerra mundial el tema pasó a un segundo plano.

El ex-mayor Mac Hannaford permaneció en Ushuaia hasta el cierre del presidio, y a partir de ese momento fue trasladado a Buenos Aires donde continuó en reclusión hasta que en 1956 salió libre por indulto del Presidente Provisional Pedro Eugenio Aramburu.

Es creencia popular que el rigor climático de Ushuaia es el que apresuró su muerte a pocos años de ingresar a la libertad y el anonimato.

DE ESTA HISTORIA, ESTE LIBRO...


[ Entrevista ]
Adrián Ignacio Pignatelli
El espía argentino

por Jeremías Lynch
El traidor cuenta la historia del único militar argentino destituido por espionaje. El protagonista es el Mayor Guillermo Mac Hannaford, ayudante del jefe del estado mayor general del Ejército, funcionario en el gobierno de facto del general José F. Uriburu. En la cumbre de la carrera, en 1936, fue acusado de intentar vender documentos militares secretos a Bolivia, Paraguay y Chile. Incriminado por el testimonio de un solo testigo, Mac Hannaford se vio envuelto en una telaraña de acusaciones de la que no pudo salir, porque así había sido decidido de antemano. Fue así que ni la justicia, ni sus viejos camaradas de armas (Perón; Agustín P. Justo y M Ortiz) o antiguos jefes, lograron fundamentar ni demostrar la culpabilidad del acusado. Luego de examinar más de dos mil fojas del juicio que recién ahora salen a la luz, en esta exhaustiva investigación, Adrián Pignatelli revela el lado
oscuro de la institución militar y demuestra que, así como Francia tuvo el caso Dreyfus, Argentina tuvo su propio hecho de incriminación y castigo: el caso Mac Hannaford.
 Evaristo Cultural: La pregunta obligada es: ¿Qué te motivó a escribir el libro?, ¿cuál fue el disparador que te llevó a investigar los hechos relacionados con este juicio?
Adrián Pignatelli: Siempre me gustaron los temas históricos y, especialmente, investigar sobre aquellos hechos poco conocidos o no suficientemente difundidos de la historia argentina. En ese contexto, hace unos años me enteré del caso Mac Hannaford y ahí comenzó mi interés inmediato. En el mismo sentido, la motivación radica en poder desentrañar, aunque más no sea, algo del misterio que aún rodea este caso, que se mantuvo oculto por más de 70 años.

En principio estamos hablando de la década del ´30; este no es un dato menor si tenemos en cuenta que 1930 marca un punto de inflexión en las relaciones políticas internas, cívico militares. Partiendo de esta base, ¿qué reflexión sintetizaría el por qué del destino de Mac Hannaford?
Si bien la década del 30 es muy importante en la vida política de Argentina, ya que marca el comienzo de la interrupción de gobiernos democráticos y la intervención de militares en el gobierno, para analizar el caso Mac Hannaford es preciso, además, tener en cuenta otras variables. Más allá de las fuerzas armadas, y en especial el ejército como factor de poder, también es necesario analizar a nuestro país en su rol de árbitro y parte en el continente latinoamericano. No hay que olvidarse que no es posible despegar el caso Mac Hannaford de la Guerra del Chaco (que entre 1932 y 1935 enfrentó a Bolivia y Paraguay), como tampoco hay que perder de vista el panorama político europeo, como el auge del fascismo en Italia y el nazismo en Alemania. El ejército argentino fue formado, desde principios del siglo pasado, a la usanza germana. De todas maneras, las causas que determinó el destino final de Guillermo Mac Hannaford hay que buscarlas en las motivaciones de la cúpula militar que, desde el primer momento, lo había condenado; una cúpula militar que hacía y deshacía a su antojo.

A poco de avanzar en la lectura marcás un paralelo entre el protagonista y Juan Domingo Perón, relatando que éste último estuvo en el Estado Mayor General del Ejército antes de la revolución del ´30 que desalojó a Hipólito Yrigoyen del poder en el mes de septiembre de aquel año. Esto es así, por aquél entonces Perón ya había egresado de la escuela Superior de Guerra, donde había ejercido como ayudante de cátedra de Historia Militar, junto al profesor Rottjer. Para participar del golpe del 6 de septiembre influyó en Perón el coronel Bartolomé Descalzo, quien se desempeñaba como profesor de la Escuela Superior de Guerra: ¿Tenés idea de quién lo conversó a Mac Hannaford con la misma finalidad?
A diferencia de Mac Hannaford, Juan Perón tuvo una participación activa en cuestiones de inteligencia. Ya como ayudante del ministro de Guerra, coronel Manuel Rodríguez, a comienzos de 1930 fue comisionado a una misión de inteligencia en Formosa, en los prolegómenos de lo que sería la Guerra del Chaco; en 1937, siendo agregado militar en Chile, también armó una operación de la que Lonardi –su sucesor en la agregaduría- terminó inculpado; en 1938 lo enviaron a Europa a analizar los ejércitos alemán e italiano. Dejó testimonios de los superiores de los que se nutrió y de las experiencias vividas. En el caso de Mac Hannaford, no ocurrió lo mismo. No dejó testimonios, más allá de las cartas y las defensas que realizó por su caso en particular. De todas maneras, efectuaría una diferenciación entre el golpe de septiembre de 1930 y los hechos en los que estuvo envuelto Mac Hannaford. Para llegar al golpe militar, muchos jefes militares, con mando de unidades, debieron ser convencidos; ahora, en casos de espionaje, sólo se necesita que alguien de afuera lo reclute, compensación económica mediante. ¿Mi opinión? La justicia militar no probó taxativamente la culpabilidad de Mac Hannaford; y, en caso afirmativo, vender telegramas (porque lo de los documentos sensibles argentinos no se comprobó) no constituía traición a la Patria.

Asimismo señalás, aunque elípticamente, otro paralelo entre los generales Uriburu y Justo, quienes eran los jefes naturales de dos sectores que se diferenciaban: ¿Podrías marcar esa diferencia?
Uriburu tenía una concepción del típico dictador que, obviamente, no quiere saber nada con la Constitución ni las instituciones. Y que, cuando creyó que su gobierno de facto era popular, llamó a elecciones en marzo de 1931, que debió anular cuando sus candidatos perdieron. Justo era más inteligente. Si bien se nutrió del fraude, disfrazó a su gobierno de un tinte “democrático”. Sabía lo que era el poder. Había sido ministro de Guerra durante el gobierno de Marcelo T. de Alvear. Asimismo, conocía perfectamente bien el ejército, y mucha de la obra pública que desarrolló la invirtió allí, con la construcción del Colegio Militar, del Comando en Jefe del Ejército y de varios regimientos del interior del país.

En junio de 1930 varios oficiales superiores ya habían tomado partido y se habían comprometido en apoyar al grupo mayor. Tres meses antes del golpe se organizó una reunión encabezada por José Félix Uriburu, quien esa noche aseguró que el movimiento armado sería exclusivamente militar y se desarrollaría sin participación alguna de los políticos; por lo que no estaba en sus planes entregarle luego el poder a los civiles. La pregunta es: ¿Tenés idea si Mac Hannaford participó de aquella reunión?, ¿o estaba en la vereda opuesta?
No encontré registros fehacientes de la participación de Mac Hannaford. En ese año, Mac Hannaford era capitán y, desde el 11 de enero de 1930, estaba prestando servicios en Tucumán, donde vivía con su familia. Vuelve el 19 de septiembre de ese año a la Capital Federal, porque es llamado para ocupar un cargo dentro de Orden Social, en Casa de Gobierno. De algo hay que estar seguros: Uriburu, luego de triunfar en el golpe, se nutrió sólo de camaradas que le eran adictos y que habían demostrado fidelidad. Dejar Tucumán significó años de progreso para él: luego de su paso por el gobierno, fue nombrado agregado militar en Bolivia, aún siendo capitán, un grado considerado bajo para tal puesto. Y el país elegido no era cualquiera: ese mismo año, entraría en guerra con Paraguay, por la disputa del Chaco Boreal y Argentina cumplió un papel muy importante.

En los años 30 el Ejército contaba con jefes de prestigio intelectual y moral, por una parte, y, por la otra, estaba el grupo de los audaces: ¿Mac Hannaford dónde estaba parado?
Mac Hannaford estaba ubicado en el lugar indicado, si consideramos su legajo y su foja de servicios. Con Uriburu fue jefe en Orden Social; y con Justo (que ya lo conocía de la época en que el presidente había sido director del Colegio Militar) fue agregado militar y, luego de su paso por la división Historia de Ejército, fue nombrado ayudante del jefe del Ejército. La verdad que me cuesta hablar de jefes con prestigio moral o audaces a los que se levantan contra gobiernos democráticos. Audaces fueron Savio-creador de la siderurgia nacional;o Pujato, fundador de las bases antárticas o Mosconi, pionero en la exploración y explotación petrolífera, por nombrar ejemplos de la misma época.

Los militares argentinos estaban influenciados por los grandes cambios que se advertían en Europa pero, fundamentalmente, por la prédica del político nacionalista francés Maurras, quien propiciaba la creación de un Estado fuerte; todo esto, obviamente, sin perjuicio del contexto político que describís, con claridad, finalizando el libro. Estos militares nuestros aspiraban a llevar a la rosada a un “dictador patricio”: ¿Mac Hannaford coincidía con este pensamiento o tenía las mismas reservas que Juan Domingo Perón?
Una de las cuestiones que en su momento deja asomar el hermano de Mac Hannaford (que fue quien durante los 19 años de cárcel intentó todo para liberarlo) fue las diferencias políticas entre el general Martínez Pita –de simpatías pro nazi- y el propio Mac Hannaford, más cercano a la causa de las potencias que luego de aliarían contra Alemania, en la Segunda Guerra Mundial. Mac Hannaford venía de padre escocés y de madre de ascendencia francesa. Cuando visitaron nuestro país el presidente norteamericano Franklin Roosvelt, el general de ese país Pershing o el Príncipe de Gales (inglés) Mac Hannaford fue comisionado como acompañante. Y no creo que haya sido sólo por su dominio del idioma inglés. No hay que perder de vista que algunos integrantes de la cúpula militar de entonces, fueron fotografiados en el famoso acto del Luna Park de 1937 del partido nazi.

Por último, Mac Hannaford: ¿Culpable o inocente?
Algo es seguro: Mac Hannaford fue condenado por algo que no figura en los 14 cuerpos del juicio que se le sustanció. Recordemos que fue acusado de vender documentación secreta a países extranjeros, algo que antes que él hacía el Teniente Primero Azpilicueta. Por el mismo delito, a Azpilicueta lo condenaron a 5 años de prisión en Martín García; a Mac Hannaford, a degradación pública y a condena perpetua a cumplir en el penal de Ushuaia. En mi opinión, es probable que haya vendido telegramas paraguayos a Bolivia, pero insisto: ese delito no configura traición a la Patria. Es muy significativo que toda la acusación se centre en los dichos de una sola persona que, luego se supo, era un servicio civil de inteligencia del ejército. A Mac Hannaford no se le permitió presentar testigos y pruebas; levantaron los pisos y los cielorrasos de su casa en busca de una documentación que nunca encontraron e intentaron ligar su condición de mujeriego y de apostador con el perfil del espía.

La justicia militar, como última instancia: ¿Qué opinión te merece?
Voy a hablar de la justicia militar que condenó a Mac Hannaford. Claramente, respondía a los intereses de la cúpula militar, que ya había firmado la sentencia el primer día del juicio. El juez, coronel Calderón, siempre mostró su animosidad hacia el acusado. Esto está claramente reflejado en las más de 3000 fojas que consulté. Claro que tuvo su premio: apenas Mac Hannaford fue degradado, fue nombrado jefe de Gendarmería, recientemente creado. Algo importante detrás de este caso hubo: una vez que fue degradado, nunca más se volvió a hablar de él dentro del ejército. En la elaboración de El Traidor, tuve oportunidad de entrevistar a diversos oficiales de inteligencia del ejército, y el caso no se enseña ni se menciona en el Colegio Militar o en clases de Inteligencia. No solo lo taparon y lo ocultaron. Fue borrado. Lo cierto fue que Mac Hannaford clamó, hasta el último momento, su inocencia. En su último alegato, dejó escrito que no hablaría “por el bien del Ejército”. Espero que este libro sea el punto de partida para comenzar a desentrañar esta trama de espionaje, engaños y complicidades, de la que nuestro personaje pudo haber sido una pieza más, pero no la única.


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