Los
diferentes métodos que se usan para enseñar a leer y escribir en la escuela a
principios del siglo XXI generan polémicas de casi imposible síntesis. Desde
principios de los '90, una concepción constructivista que parte de los
conocimientos
de los chicos se empezó a expandir en las aulas de los primeros
grados.
"Hubo
una época, hace varios siglos, en que escribir y leer eran actividades
profesionales. Quienes se destinaban a ellas aprendían un oficio (...) Todos
los problemas de la alfabetización comenzaron cuando se decidió que escribir no
era una profesión sino una obligación y que leer no era marca de sabiduría sino
marca de ciudadanía", reflexiona la investigadora Emilia Ferreiro (foto) en su último libro "Pasado y presente de los verbos leer y escribir". La
institución encargada de la democratización de ese conocimiento es la escuela.
Lograr que los chicos dominen la posibilidad de expresar y comprender es uno de
los objetivos de la educación formal. El proceso no es sencillo: para un lego
hasta parece mágico el camino que recorre una criatura para traducir los
sonidos en trazos que dibujan palabras que cobran sentido en un relato.
La complejidad de la tarea -como advierte Ferreiro -
abrió paso rápidamente a la noción de "fracaso escolar". Las primeras
-y todavía vigentes-reacciones culpabilizaron al alumno por la incapacidad de
adquirir ese nuevo lenguaje. "El fracaso escolar es, en todas partes y
masivamente, un fracaso de la alfabetización inicial que mal puede explicarse
por una patología individual. Hacia 1970, los estudios en sociología de la
educación desplazaron la responsabilidad de la incapacidad para aprender hacia
el entorno familiar: en lugar de algo intrínseco al alumno habría un 'déficit
cultural'. De hecho, una cierta 'patología social' (suma de pobreza y
analfabetismo) seria responsable del déficit o handicap inicial. Efectivamente
pobreza y analfabetismo van juntos. El analfabetismo no se distribuye
equitativamente entre los países, sino que se concentra en entidades
geográficas, jurídicas y sociales que ya no sabemos cómo nombrar (...) El
tiempo de escolaridad obligatoria se alarga cada vez más, pero los resultados
en el "leer y escribir" siguen produciendo discursos polémicos. Cada nivel
educativo reprocha al precedente que los alumnos que reciben 'no saben leer y
escribir', y no pocas universidades tienen 'talleres de lectura y redacción'.
Total, que una escolaridad que va de los 4 años a bien avanzados los 20 (sin
hablar de doctorado y posdoctorado) tampoco forma lectores en sentido pleno.
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