En la película EL CAMINO HACIA LA MUERTE DEL VIEJO REALES hay una escena en la cual la policía allanan la vivienda del viejo. El responsable del operativo le pregunta violentamente por el hijo. Y el viejo le responde algo así como: -¿Y que me venís a preguntar a mi!¡Vos sos el policía!¡Vos tener que saber!
Esta idea es propia de nuestro pueblo, la gente cree que la policía lo sabe todo y si no lo dice es porque tiene complicidad con los hechores de un delito, o no tiene las pruebas suficientes.
Relaciono estas apreciaciones con lo que está pasando en estos días en temas tales como la trata y la droga en nuestro Río Grande.
Alguien debe saber quien trata y quien trafica pero no está en condiciones o interés de explicitarlo.
Habrá temores, negocios compartidos, falta de pericia en la tarea.., lo cierto que hay realidades que se perpetúan.
De leer numerosos expedientes judiciales de otros tiempos fueguinos viene a mi memoria el recuerdo de los procedimientos de antaño, en manos tal vez de la policía brava:
Se conocía de un robo. Era tarea de los uniformados averiguar quien podía haber sido y recuperar las pertenencias.
Se comisionaba a un agente policial. El mismo salía de civil visitando bares y prostíbulos donde alguien soltaba la lengua, y daba un dato que orientaba la búsqueda. -Lo vi a fulano, que se aloja en la pensión de mengana, comprándose una radio. ¡De donde habrá sacado plata para tamaña inversión!
Por supuesto se verificaba en el comercio, se buscaba la coincidencia de los datos, y citado a dependencia policial terminaba por confesar sus culpas.
No sabemos si por algún apremio físico, moral, o simplemente por el peso de las evidencias.
El ambiente marginal, la noche, era el espacio donde circulaba la información sobre el hampa local. Entre ellos parecían traicionarse.
Otro factor de de búsqueda del policía eran los informantes. Se consignaba que fulano de tal se presentó a la comisaría y expresó que en tal circunstancia vio que perengano estaba en una situación sospechosa. Al tiempo se veía que perengano aparecía en varios expedientes a la vez, lo que hablaba de su gran vocación de servicio, o su condición oficiosa de informante. Era una forma de ganarse terreno entre los simples espacios de poder de aquella época.
Se agregan a mis recuerdos la clara referencia que se tenía en cada cuadra, en cada manzana, de donde vivía el policía. No había mayores comunicaciones que las que podían brindar ellos. Ante un problema uno se acercaba a la casa y le contaba al agente lo que le había pasado, si el no estaba estaba la mujer que aconsejaba sobre que hacer.., en muchos casos si la complejidad lo ameritaba se mandaba a uno de los chicos pidiendo la intervención paterna, si este estaba de guardia, o de otro agente de confianza. Si el tema era mayúsculo en algún comercio legajo -generalmente de hotelería- podía haber un teléfono que resolvía en parte la comunicación. En muchos bares no había teléfono, pero si un auto de alquiler, que en ese caso prestaba colaboración, sin cobrar un peso.
No obstante esto habían muchas situaciones sin resolver. Entre ellos la desaparición de personas. Los casos más comunes era de los que repentinamente habían cobrado mucho dinero, o los que acumulaban deudas. Cuando la desaparición de las personas se prolongaba se suponía que; -Había partido para Chile. Pero alguno podría haber partido de este mundo.
En algunos casos cuando una persona se volvía molesta para el orden público se la sacaba de la isla, sobre todo si era solo y no dejaba problemas de familia atrás. Persiste en el vocabulario de antiguos vecinos aquello de: -Y que lo echen de la isla.
Si era chileno: a su país.
Si era argentino.., ¡No los argentinos nos portábamos muy bien!
Los delitos más frecuentes parecían ser aquellos contra las personas: la riña y el alcohol eran una combinación fatal, señales de hombría. Pero entre aquellos contra la propiedad estaban en un primer orden los robos de gallina -donde desaparecía pronto la prueba del delito- y la sustracción lisa y llana de dinero. No había muchas cosas que robar: una casa se podía dejar sin llave porque todo era muy voluminoso o identificable en manos de quienes no eran sus dueños. Una radio era un mueble, un lavarropa era una una tina construida con media bordalesa con su enorme tabla de rasqueteo.
Las chicas de la noche informaban con facilidad, el investigador detallaba en su informe lo que se le había ido de su bolsillo en pago de copas, tal vez por ello recibiera algún reintegro.
Muchos ex policías eran más diligentes en su tarea de informar, en su nuevo tiempo que cuando ejercían plenamente su función.
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