Carmen Eugenia Valencia trajo la noticia que anoche terminó
la vida de este hombre ligado a la actividad comercial de Río Grande desde
mediado de los años 50. Roy tenía 96 años y había llegado con 32 a desempeñarse como contador de La Anónima,
para pasar luego a la actividad propia asociado a Luis Gliubich, con el
comercio La Estrella del Sur.
Santacruceño de origen nació en el establecimiento rural de
El Chalía el 9 de abril de 1923, cuando todavía se sentían los ecos de lo que
habían sido las grandes huelgas rurales.
Su padre era un inglés que llegó al país con 18 años para
desempeñarse en su oficio: mecánico. Con esta actividad se desempeñó en la
estancia que fue nacencia de sus hijos –cuatro varones y cuatro mujeres-
venidos de la unión con una chilena.
La Patagonia era así, predominantemente extrajera, los
argentinos serían los hijos de ese caudal migratorio. Al llegar a nuestro Río
Grande Ormiston recordaba que el 80 % de la población era extranjera, y en La
Anónima, donde tenían trabajo 60 empleados, solo cuatro o cinco eran
argentinos.
La familia migraría a Piedra Buena cuando Roy tenía 9 años,
entonces el pueblo se llamaba todavía Paso Ibañez y allí comenzaría su escuela.
Conversé con Roy el 19 de mayo de 1955 un día en que
gentilmente me recibió en la casa donde vivía junto a Angus Smith, otro antiguo
migrante de origen inglés, en dependencias de la Estancia José Menéndez; allí
prestaba sus servicios luego de haber estado al frente de su propio comercio de
ramos generales durante 30 años.
Estar allí lo llevó a recordar que en sus años de la
Compañía –Enosis se identificaba telegráficamente- era responsabilidad del
Gerente y el Contador ir visitando a los clientes, lo que hacía que se tenga
que recorrer estancia por estancia, y en algunos casos en situación festiva,
como la de ir con el equipo de fútbol del comercio, para enfrentar a los
estancieros en sus formaciones locales.
Primero con Rearte como gerente, luego con Trejo.
La Anónima funcionaba en la calle Perito Moreno, donde hoy
está el Club Los Ñires, pero a fines de 1956 comienza a mudarse a la primera
cuadra de San Martín, la comprar el comercio de Federico Ibarra que se retiró
de la actividad.
En 1957 Roy se abre paso por sí mismo cuando compran junto a
Gliubich el comercio que fuera de Menón en la calle Rosales, buscando su propio
porvenir.
La estrella del Sur competía en alguna medida con La
Anónima, con Tito Ibarra y Raful. Pero al quemarse este último establecimiento
formaran parte del gran triunvirato comercial de la localidad.
La clientela era atendida con un sistema de reparto,
indispensable en años en los cuales eran muy pocos los que tenían auto,
entonces se recibía un pedido y se salía a la calle, actividad de la cual
gustaba Roy que de esa manera se recreaba en el trato con los vecinos.
Hacer esas relaciones públicas era entrar en contacto con un
mundo marcado por el trabajo pleno y donde había pocas recreaciones: el fútbol
y el automovilismo; y la convivencia cotidiana en los clubes, fundamentalmente
para el elemento soltero y masculino, en este caso para Ormiston el escenario
era el Club Social.
El negocio de proveía de todo lo que necesitaba atendiendo a
los viajantes que llegaban con sus representaciones todos los meses, según el
tiempo podían ser 30, a veces algunos menos, pero era frecuente tener que
atender a dos o tres por día para ordenar las compras. Los viajantes acordaban
envíos y facilitaban créditos por cuatro o cinco meses; de la misma manera que
la clientela del negocio pagaba a 30, 45, o 60 días sus consumos familiares.
Los comerciantes a veces se llevaban
algún cheque como parte de pago, sino los compromisos se efectivizaban por el
único banco de la localidad, el Nación.
El negocio nace cuando se el gran boom petrolero de las
empresas norteamericanas: “Las americanas compraban a lo loco”, recordaba Roy.
También esos primeros años se vivió algunos momentos
políticos en los cuales Roy se enroló en el radicalismo de Balbín –UCRP-, el
otro lineamiento, que sería predominante en nuestra localidad- era el
frondicismo –UCRI- pero recordaba Roy que salían juntos a pegar carteles noche
a noche, sin conflictos.
Todos estos años nos fuimos reencontrando con Roy y la Ñeca
Ortiz, acompañándose en diligencias, primordiales muchas de ellas ligadas a la
salud.
Casi siempre la espera servía para recordar, entonces
Ormiston entonaba sus ojos claros, y algo reflexionaba sobre los enormes
cambios que se fueron dando en nuestro Río Grande, su lugar de entrega, su
lugar de vida..
2 comentarios:
Excelente! Gracias....
Una buena persona. No le hacía tanta edad. No hace tantos meses, lo ví caminando muy despacito (ya con dificultades) por las calles de Río Grande. Lamento su fallecimiento. ¡QEPD Roy!
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