FAMILIA BEGG, PIONERA DE RIO GRANDE (Segunda parte). Especial para LA CIUDAD NUEVA. Por Héctor Van Aken.

 


Hoy completamos la entrevista que Héctor Van Aken realizara hace tres décadas a los hermanos Begg. Descendiente de un tronco de migrantes británicos más que centenario.

Este trámite se da luego que pasaran por mi domicilio, para hacer un VIVO en FCB Susana Ghermas y Rubén Arismendi, integrantes de aquella progenie.

El relato nos hace avanzar hasta hace un siglo atrás, y hay detalles que merecen ser recordados por todos los que valoran el conocimiento sobre el ayer riograndense.

De Porvenir en auto una vez.

V.A.- Señora, usted me contó que hizo el viaje a Porvenir en auto una vez.

Sra.- Sí, en 1926.

V.A.- ¿Cómo fue ese viaje?

Sra.- Malo, malo

E.B:- Perdió las zapatillas en el camino… (Risas)

Sra.- La manta se quemó… Se incendió el motor del coche y se incendió la manta escocesa que llevaba porque la tomaron para ahogar el fuego. Era un auto de marca Martini. Tardamos quince días en llegar a Porvenir. Estuvimos empantanados, caminando de noche en la nieve… Yo lloraba. Porque yo vine de Inglaterra en 1925… y en el 26 venir acá a la isla, para mí era un… no había caminos, no había nada, y nieve, y frío… la nieve tenía como un metro. ¿Quinde días de Porvenir a “Despedida”! ¡UUhh!

 

Indios

V.A.- ¿Y usted cuenta, don Ernesto, que en la estancia “Sara” trabajaban algunos indios? ¿Era gente buena, trabajadora?

E.B.- ¡Ah, sí!

V.A.- ¿Eran competentes no?

E.B.- Sí

V.A.- ¿No recuerda algún nombre de indio que fuera amigo suyo?

E.B.- Yo sabía… ¡Pero me olvidé!

Sra.- ¡El indio Pacheco! Y bueno… Él estaba en “Despedida”.

V.A.- Yo me acuerdo cuando Pacheco pasó por la estancia “Río Claro”, antes se llamaba “E.V.A.” creo que fue en el año 1934… Pasando la estancia nuestra había una reserva que ahora la usan como campo de veranada. Pasó el indio Pacheco, dejó el caballito con una bolsa de harina y fue a tomar café, y cuando volvió quiso subir al caballo y se le rompió el estribo. Entonces yo fui a la fragua, lo calenté bien y se lo remaché. Y subió. Me puso la mano en el hombro y me dijo: ¡Lindo “pachano”!

Sra.- Yo le preguntaba, cuando venía a “Despedida”, porque a mí me decía novia. Venía siempre a la casa grande a ver a mi hermana porque quería cebollitas, porque decía que su señora cocinaba muy bien, cocinaba scones y todo… y yo le preguntaba: “¿Cómo está Margarita?”, porque se llamaba Margarita.

V.A.- ¿Era también india?

Sra.- Si. ¿Por qué no viene?, le decía yo. - ¡Ah!, no puede… muy ancha, che… muy ancha…, porque era muy gorda.

V.A.- ¿No sabía decir gorda?

Sra.- Muy ancha che… muy ancha che… Mata caballo… (risas)

V.A.- ¿Y él? ¡Que era tan grande! ¡Pobre caballo con Pacheco, porque yo creo que tenía como 150 kilos…

E.B. Sii… era muy grande.

V.A.- ¿Y “Carnaval”? ¿Se acuerdan?

Sra.- ¡Sí! ¡Era grandote!

V.A.- ¿Por qué le habrían puesto “Carnaval”? ¿Se acuerdan? A lo mejor lo llamaban así por el sombrero de alas anchas que usaba. Vestía así un poquito… pero que buen esquilador que era… esquilaba muy bien.

E.B- Si, esquilaba muy bien.

V.A.- ¡Qué interesante todo!

Sra.- Había muchos en “Despedida”, mujeres, varias mujeres… llevaban acá atados a sus bebés.

E.B.- Muchos indios había antes.

Sra.- Acá, atados… Venían en fila india, los días domingo… porque tenían sus toldos aparte de “Despedida”, abajo de un cerro, y venían uno detrás del otro, y venían así y miraban por la ventana. Yo tenía una amiga india, Micaela, era jovencita, linda… Y yo la llevaba a la casa, la llevaba al baño, para que se lavara, para que se peine bien… Le gustaba mucho el perfume. Mucho perfume le gustaba.

V.A.- ¿Ah? ¿Mucho perfume?

Sra.- Después se fue a vivir con el sargento Álvarez… después murió.

V.A.- ¿Y las hijas del indio Carnaval? Eran muy lindas también. Eran dos, vivieron en la chacra después. Una de ellas sufría de asma.

Sra.- Si, si.

V.A.- Federico Martinez, que tenía uno de los boliches de aquellos años estaba casado con una nativa, lo mismo que don Simón Imperial y don Ferrando. Ferrando tenía tres hijas muy lindas.

 

El automóvil.

V.A.- ¿No recuerdan qué estancia tuvo el primer automóvil?

E.B.- No, no me acuerdo.

V.A.- En la estancia “Sara”, en 1911, ¿había automóvil?

E.B.- No, eso sí que no me acuerdo. No. No. En la estancia “Sara” había un camión grande, un T, encajonado…

Sra.- ¿Cuándo vos eras chico?... ¡Ah!

V.A.- ¿Lo habrán llevado en carreta?

Sra.- Seguramente.

V.A.- ¿Así que todo a caballo? Usted me contaba que su papá hacía viajes desde Porvenir a San Sebastián, con correo.

E.B.- No, yo vine con el correo.

V.A.- Acompañando al correo. ¿Quién era el que hacía el correo?

E.B. Un yugoeslavo, no se cómo se llamaba… Felipe se llamaba… Cambiaban de caballos en San Sebastián, en caleta.

V.A.- ¿Cuántos días demoraban en hacer el viaje a caballo?

E.B.- Como tres días.

V.A.- ¿Dónde terminaba el viaje, en San Sebastián o en Río Grande?

E.B.- Río Grande. Traían la correspondencia acá.

V.A.- Así que la correspondencia era traída desde Porvenir a Río Grande. ¡Qué viaje!

E.B.- ¿Usted se acuerda en que año vinieron los camiones a “María Behety”?

V.A. Los camiones a “María Behety”… Creo que en 1935

Sra.- Papá todavía manejaba el carro… cuando estábamos en la chacra… Puede ser 1934.

V.A.- Yo digo 1935 porque en esa fecha llegó el primer camión para la Comisión de Fomento.

Sra.- Si, si… porque Luis Barría manejaba el primer camión.

V.A.- El Sr Sterling, de estancia “Susana” igualmente tenía un camión.

E.B.- Su papá tenía un camioncito.

V.A. El de Sterling lo manejaba Antonio. Y mi papá también tenía uno en el año 35.

Sra. Su papá tenía un camioncito en el 33. Y tenía un auto, porque venía a la chacra… era de vidrio, ¿no era de vidrio?

V.A.- ¡Ah, sí! Ese era un Chevrolet modelo 29. Era un modelo cerrado.

Sra.- Cruzaba la vega, de la chacra a la vega. Tenía un camino, que creo hizo su papá.

V.A.- Yo me acuerdo cuando iba a buscar a la vaca, para ordeñar, yo no demoraba nada desde el muelle a la chacra, porque era todo pampa y se hacía en un minuto porque se cruzaba en diagonal.

Se hacía en pocos minutos. En cambio, ahora, a pie es posible que se demore una hora porque hay que ir por las calles.

Sra.- Yo iba de la chacra a su casa, a comprar… ¡Lo hacía en un ratito! También iba a la chacra de Chamorro, de allá en unos diez minutos… porque no había casas como ahora…

V.A.- ¿Qué otras cosas puede contar, D. Ernesto? ¿Conoció al Sr Livasic?

E.B.- Si…

V.A.- Él llegó en 1905, a caballo.

E.B.- Si, lo conocí yo.

V.A.- ¿Usted hizo muchos viajes a Porvenir, a caballo?

E.B.- Sí, unos cuantos.

Sra.- Mi papá iba a caballo a Porvenir.

V.A.- Su papá también. ¿Y don José?

Sra.- Vino a caballo.

J.B.- Si.

Sra. -Tenía 18 años. A trabajar acá. Y después nunca. ¿No viniste con el caballo de papá? Papá llegó con el caballo a Porvenir y dijo: Hijo, a trabajar.

J.B.- Por Casa Latas, que era un hotel en el camino. Y luego a Río Grande.

V.A.- Don José, ¿en qué año vino?

Sra.- En el 23… no, no, en el 25. Yo hacía poco que había vuelto de Inglaterra y papá te mandó acá a trabajar. En el 25.

V.A.- Mucha gente inglesa vino a la Patagonia. Yo tenía entendido que era D. José Menéndez que ponía avisos en los diarios de Escocia…

Sra.- Todas las estancias…

V.A.- Claro, todas las estancias eran de ellos, casi.

Sra.- Sí… “Sara”, “María Behety”, los únicos peones eran chilenos, los demás eran ingleses: administradores, capataces generales, capataces de ovejeros.

V.A.- Yo me acuerdo de don Mc. Kay. Que era conductor de los carros, que murió trágicamente, cayó de uno de los carros y fue apretado por los caballos. Y me acuerdo de Mr. Roberts, que clasificaba carne en el frigorífico…

E.B.- Miguel.

V.A.- A Mr. Roberts lo invitaban mis padres los domingos, con otras personas, a almorzar. Un domingo falló el…

 

Y así los recuerdos, durante una hora tomaron los caminos del pasado, una huella larga y polvorienta, surcada por caballos, carros y carretas y a la que al automóvil comenzó a cambiar en camino, muchas convertidas en modernas rutas y otras, aún en etapa de transición. Nuestros recuerdos retornan por ellas dejando la ensoñación de la remembranza y tornándonos a este presente de progreso, pujante, febricitante, que ha convertido a Tierra del Fuego, demográficamente, en la zona de mayor crecimiento del país. Quienes vimos nacer a sus poblaciones podemos sentirnos hondamente satisfechos.




 

 

 

 

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