Me acosté una vez junto a un río, y al
despertar vi que mis años se habían ido.
El río había crecido, me había lamido los
pies, las manos, la cara, me había mojado y ablandado, llevándose el tiempo
adherido a mi piel.
A mi lado pasaban ya otros años, los años
de otros durmientes sorprendidos río arriba, despojados y desnudados por la
corriente.
Marcial Souto
Cuando
a mis 17 años participé por primera vez de un censo no podía entender eso de
los ambientes de una vivienda, sobre todo porque no se consignaba a la cocina
que para mí era el corazón de toda casa. Aunque después me di cuenta que no
podía haber vivienda sin cocina.
A todo esto ya Ud. Ha observado la fotografía
que acompaña nuestro Rastro, y será sobre esa imagen que continuaremos este
relato. Coexisten en la misma dos elementos de idéntica significación en el hoy
y en el ayer, en un primer plano la antigua Istilar que luego sería adaptada a
gas, a su lado, algo más moderna pero en desuso la de tres hornallas.
Probablemente sus dueños le llamaron a la primera: estufa, y a la segunda:
cocina; aunque con el tiempo se tomarían otras voces y hoy
¿Por qué coexisten ambas si con una sola
bastaría? Probablemente por una imposición de la cocinera. ¡No era fácil pasar
de una tecnología a otra! La de hornallas era realmente más económica pero en
los primeros tiempos del servicio de gas por red los cortes en el suministro
eran frecuentes dada la precariedad de las instalaciones y entonces estaba al
lado la viejita que con un poco de leña, que siempre se guardaba en el patio, o
con alguna madera de cajón se salía del paso. Aceptar la nuevo sin tirar lo viejo
fue la estrategia de esos años. Es que la cocina de hierro representaba también
otra forma de cocinar basada fundamentalmente en el guisado. La cacerola podía
dejarse largo tiempo –mientras se salía a hacer los mandados o a saludar a la
comadre- y existían en la “plancha” distintas temperaturas que la cocinera
conocía perfectamente y que resultaron mucho más estables cuando se la pudo
“adaptar”. La enorme pava tenía un lugar donde se mantenía con la temperatura
apropiada para el mate o para lavar los platos. La cafetera supliría el confort
de las eléctricas que años después nos permiten tenerlo preparado a toda hora.
Estas últimas funciones eran impensables en la de hornallas donde la llama
directa, aun en su mínima expresión-o colocando el recipiente sobre un anillo
de hierro para alejarlo de la fuente de calor- provocaba inevitablemente la
acelerada consumisión del líquido y el deterioro de los artefactos que no
fueran de hierro.
La vieja cocina de hierro aparece aquí con su
rudimentario compañero de hojalata, ese que debía orientarse afuera bien alto,
para evitar que el viento reingrese las
emanaciones que nos ponían llorosos, y contenía en su costado una lámina de
tiraje, indispensable en los tiempos de la leña cuando lo que escapaba era el
humo; muchas veces el caño salía directamente por una ventana contra la cual se
encontraba instalada nuestra estufa, de esa manera se evitaba romper tanta
pared y se dejaba una visión continua de lo que pasaba afuera a los ojos de la
más laboriosa de las patronas. Se ahorraba también tela para cortinas.
Por los años 60 comenzó a darse esta
coexistencia que muchos ambientes perpetúan hasta nuestros días. Se ingresaba a
la cocina y se descubría a veces las dos funcionando: es que había que calentar
grandes cantidades de agua en tiempos en que el calefón era más extraño que
Existió también un artefacto superior: la
cocina blanca enlosada. Mi madre tuvo una de esas que la acompañó en varias
mudanzas. Aprovechando la fortaleza de mi padre alternaba la instalación de
La estufa daba además calefacción a los ocupantes
de la vivienda y en muchos casos, salvo un octogonal –también de hierro- era la
única fuente de abrigo en el lugar más sociable del hogar.
La de hierro estaba ligada a la historia
fundacional de la familia, “la otra”vino después, y a veces fue un regalo del
hijo con el primer sueldo, hijo que esperaba una vida de mayor comodidad para
una madre que había sido hasta ese momento eje de la gran prosperidad doméstica
con el conjunto de sus desvelos.
Foto: Cocina de Carmen Torres de García.
Video Alicia Barón de Huineo.
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