El 25 de Octubre de 1863, aparece registrado
en Punta Arenas su primer comerciante.. se trata del marino argentino y
patagónico Luis Piedra Buena. En la fragata
Espora se había dado la presencia del marino solicitando autorización al
gobernador Schyte para vender lo que contenían sus bodegas entre los pobladores
de entonces. La primera autorización se dio subiendo los interesados a bordo,
pero como la tarea así era muy lenta pidió autorización para dejar en tierra la
mercancía con un encargado de efectuar los despachos.
El gobernador chileno no solo autorizo a que
lo hiciera, sino que entregó un local en alquiler de aquello que era entonces
una pequeña colonia penal, comprometiendo a Piedra Buena a mantener precios
fijos y equitativos.
El maragato tenía para sus incursiones en la
región una nave, el Espora, que antes fue el Nancy, embarcación que había
pertenecido al capitán Smiley, con quien Don Luis se había formado y ahora se
había independizado.
Con el nuevo nombre se daba homenaje así a
uno de los próceres de la incipiente historia naval argentina.
La nave tenía por capitán a Luis Piedra
Buena, quien llevaba como piloto a Gregorio Ibañes, argentino como el capitán,
quien percibía una soldada de 25 patacones, el contramaestre se llamaba
Francisco Hatouh, y era el mayor de la dotación con 40 años diez más que el
comandante.
El cocinero era un portugués Manuel Joaquín,
y su sueldo descendía a 20 patacones, en tanto que en la marinería aparecen los
nombres de Vicente Ortiguera, Luis Ibañez, Benito Paz, Ignacio Montsiro,
Augusto César y Juan Boyd. Cuatro argentinos, un brasilero y un americano,
cobrando la mayoría de ellos 14 patacones de soldada.
Aquella dotación se aventuraría en los mares
del sur, haciendo comercio y negocios.
Todos, del capitán –inicialmente- al último
marino.. eran solteros.
Aquella embarcación tenía las siguientes
características: Cubierta corrida de
gran brusca y arrufo, proa elevada pero bien alterosa; alojamiento para la
tripulación y para el capitán debajo de la cubierta, a los que daban,
respectivamente, acceso dos escotillas de brazolas, no mas altas que los
tablones de aparadura que constituían la amurada, con grandes escotaduras a modo
de bocas de tormenta para deahogar los golpes de mar, en caso de mal tiempo.
Dichas escotillas, situadas, una a un tercio aproximado de la eslora, y la otra
a parecida distancia del espejo de popa; el ancla adosada al exterior,
descansando sobre el cintón y fuertemente trincada; las meses de guarnición ,
centrales y al pié de cada palo; el timón a mano de gran dimensión, algo
adelante de la bajada de popa e inmediato al compás ....
Tendría por otra parte algún cañoncito de
hierro adosado a proa y uno a cada banda a popa. No muy separados de los
pescantes de los botes por sendas bandas. Estos últimos trincados, aunque son
sus tiras pasadas, para echarlos al agua prestamente. Completando esta visión
panorámica, tal cual tina amarrada a la amurada debajo de la tabla de jarcia,
destinada a recoger el agua de lluvia para el lavado de los 7 u 8 tripulantes,
cubiertas con capas embreadas, al igual que los botes y escotillas; la bomba
amarrada aun palo, y, a lo largo de las bandas, los tachos para la próxima faena...
Todo olía a grasa de lobo y de pinguino, más
que a brea, penetrándolo todo, desde el alojamiento de la tripulación con
cuchetas patinadas de mugre, hasta la cámara del Capitán, presentablemente
aseada, y el camarote no muy distante del piloto.
El camarote de Piedra Buena presentaba una
cama revestida con una manta de piel de lobo o de guanaco debajo de la cual se
interponían, hasta la tabla del piso, fregada a estropajo de arena, dos o tres
cajones de ropa interior; una mesa de abatir, en la que lo mismo se comía, se
extendía una carta de navegación o se daba una mano de naipes; algunas sillas
mas o menos construidas a bordo, y –lateralmente- la taquilla del festejo o la
conserva extra con la que en las noches de las grandes faenas, capitán, piloto
y contramaestre echaban su trago a la humana sentina delante del aneroide,
mientras un marinero de confianza giraba compasivamente una cabilla del timón,
bostezaba contra la vela o paseaba distraídamente la mirada sobre el desierto
horizonte.
A la vista todavía ninguna prenda de
uniforme y si acaso una gorra con escudo
a mano para afirmar ante algún extraño la figura un tanto corpulenta del
capitán, más afecto al uso de un saco de piel, o grueso o cortón capote
marinero, que a la vana ostentación del
uniforme que él honró, más que usó, y que también pudo haber prodigado el
Gobierno al indio Casimiro si, con ello, le hubiera servido a sus planes un
tanto cómodos y olvidadizos.
Luis Piedra Buena fue el primer comerciante
de Punta Arenas, y el gobernador Schyte argumentó en favor de los beneficios
que su presencia podía dar a la colonia chilena:
“Considerando que Chile acuerda una acogida
benévola a todo extranjero que viene a mantenerse honradamente en su trabajo
–dirá mas tarde el gobernador Magallánico a las autoridades de Santiago- que un
despacho como el proyectado es una necesidad que se ha hecho existir durante
toda la existencia de la
Colonia , por cuyo motivo me he empeñado hace años ya con
varios comerciantes de Valparaiso para que lo establecieran de su cuenta, pero
sin lograr mi objeto, y también que tal depósito de provisiones libraría a esta
autoridad de la obligación en que algunas veces se ha visto de auxiliar con los
víveres del almacén fiscal a los buques
que han tocado este punto por causa de la escasez, y finalmente que la misma
empresa podría ofrecer un recurso favorable para evitar a esta población los
sufrimiento que pudiere padecer por la pérdida o prolongada demora el buque
transporte, no he trepidado en conceder al capitán Piedrabuena el permiso que
solicitaba, franqueándole también dos piezas que estaban desocupadas, cuyo
arrendamiento deberá pagar con seis pesos mensuales”.
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