Don José Rosa Aguilar Chacón “..he tenido la suerte de ser siempre bien visto por mi trabajo”


Con don José, con El Torero, nos sentamos a conversar una mañana. Nos acomodamos en un rincón de la cocina en la casa de su hija Maruja, allá por la calle Patagonia, en Chacra 2. Era la primera vez que hacía una entrevista a un antiguo poblador en esa barriada. Es que Aguilar no tenía casa propia, la vida no se le había prestado para esos logros. Y invierno de 1987 él tomo la iniciativa en las palabras..

-Acá había muchos casos, que a veces a uno lo hacían hablar y coloquear, y después le hacían una nota o algo y después le venía la deuda que tenia que pagarle pues.
-No, en todo caso tendría que pagarle yo, porque usted, va a ser la estrella del espectáculo…Don José Aguilar… ¿Ese es su nombre completo?
- Sí, José Rosa Aguilar Chacón.
-Usted en el mes de octubre va a cumplir 56 años en Tierra del Fuego… ¿Cuántos años tenía cuando llegó?
-No tenía los 16 años cumplidos todavía.
-Era un muchachito entonces.
-Era un mocoso sino, pero yo ya sabía de trabajo y todo eso y llegué allá y tuve suerte y me puse a la par de cualquier hombre grande a trabajar, oiga. Y siempre fui querido de todos los amigos, de los años que estoy no sé que es tener enemigos. Todo ha sido bien eso, he tenido suerte, todos han sido muy buenos amigos he tenido. En todas partes. Trabajé como, a ver…del ’31 hasta el ’35 en Policarpo, pero siempre con buenos amigos, todos son…el capataz, el patrón, todos son, muy bien. Y de ahí todos esos donde he trabajado, todos son buenos amigos…
-Entonces vamos a conversar con la gente de Radio Nacional don José, como buenos amigos y vamos a recordar, a ver si usted nos quiere decir, cuáles fueron los motivos, para que un mocoso como decía usted, de 16 años, decidiera venir a Tierra del Fuego, y de donde venía usted.
-Yo venía de Chile, de la parte de Chiloé, pero usted sabe que en esos años venía poca gente acá, y a veces llegaban muchachos más o menos ya de 20, 25 años que venían…y entonces charlaban esto y lo otro y bueno, yo decía: Pucha, y estos como van allá y yo no puedo ir, si yo soy hombre igual. Y mi finado padre trabajó en el año ’10 me parece por acá, en esta zona, el más antiguo, cuando recién empezaron estos acá y cuando yo le dije: --Papá, yo tengo que ir para Tierra del Fuego, dijo: Hijo, no te vayas porque esto es así o asá, esto y esto…
-¿Le hacía mala propaganda?
-Claro, porque en esos años ya no… ¿Cómo diría?...quedaba la mitad de la gente sin trabajo…”Y allá se sufre”. Y yo le digo: No, no, ¿Y los otros como van y no vuelven y yo no puedo hacer lo mismo? Así que me voy.
-¿Cómo se llamaba su papá?
-Enrique Aguilar.
-¿Y usted sabe en que lugar trabajó él acá en Tierra del Fuego?
-Trabajó acá en la estancia Viamonte, trabajó muchos años…trabajó acá en esa, ahí, mi querido finado padre, ahí en esa. En esos años, ahí, había gente en la estancia Viamonte que, gente que ganaba 25 pesos, de ahí pa’ arriba. Y era la única estancia que recibía cualesquier persona, ellos no les interesaba el rendimiento del trabajo. Lo tenían. Y mi finado padre le pagaban ciento veinte pesos allí, pero él trabajaba por ese sueldo, trabajaba treinta días, no esperaba campana. Desde que aclaraba el día hasta oscurecía. Y ahí ganaba ese sueldo.

-¿Con don Guillermo Bridges estaría?
-Sí. Bueno, después vine a trabajar ahí…
-¿Usted mismo también trabajó ahí?
-Sí.
-¿Y había gente que lo recordaba a su padre?
-Síiii…cuando llegué a trabajar, ahí, yo cuando vine, llegué, fui en la tarde a pedir alojamiento. Entonces vi a un hombre con esa ropa de Chiloé, no sé si usted conoce eso, el tractor por acá, pantalón y jersey todo eso. y buen tamango Estaba trabajando unas correas y todo eso cuando iba llegando, pegó una mirada y dijo que quería, y yo le digo si me dan alojamiento y Fernández dice, bueno, ate su caballo ahí, no, ninguno le va a decir pa’ agarrar su caballo, no, y después le hago un cachito de carne para comer, tenía su casita. Entonces viene el hombre, viene y me saluda, y yo me quedé sorprendido y me dice:-¿Y, mi amigo? Yo le digo quedó allá en la casa. ¿No viene?, porque lo esperaban. Yo le digo no, no. Así que yo nunca creí que era el patrón, en verle la pinta de él porque…yo estoy bien vestido, pero verle la pinta nunca creía. Me dice: Bueno amigo, yo soy muy amigo acá de los patrones y todo eso. No ate el caballo, yo traía un lindo caballo que me había pasado mi tío en Chile. Lárguelo en ese potrero.

Y ahí me ofreció trabajo en seguida, pero no trabajé porque tenía que ir a buscar un caballo que había dejado mi padre por acá, por la…donde justo, donde trabaja “La estrella”, ahí estaba el caballo y ahí quedé trabajando. Me gustó eso ahí, en esos años…
-O sea que la gente era leal, porque hoy vaya a dejar a lo mejor un caballo un tiempo, cuando vuelve no lo encuentra ni en mortadela.
-No, no, no, no. Pero hoy, oiga, mire en esos años, la gente no es como hoy en día. No, en esos años había mucho compañerismo, mucho todo. No es como hoy día que hay un egoísmo en todo. En esos años mire que la gente, usted veía quince, veinte personas de a pie, porque no se podía conseguir caballo, pocos eran los que andaban de a caballo, los veía de a pie, y donde ya corría a nombrar que se iba a recibir un trabajador o dos, se juntaban cincuenta, sesenta personas ahí, hombres, para ver si quien lo cazaba, llegaba el patrón, el administrador, el capataz, miraba. No hay trabajo para ninguno, salían nomas algunos…
- Y eran duros esos viajes, no. Porque de Chiloé habrá salido en barco usted.
-En barco, sí.
-¿Se acuerda el nombre del barco?
-Vine en el Alejandro…Alejandro había un barco que era de los Menéndez, ahí vine. Ahí, con el pasaje, era doscientos con veinte centavos, doscientos pesos con veinte centavos, en esos años.



-¿Era un vapor aquél, no?
-Claro, sí. Pero venía bien seguro. Ese barco dos días y medio a tres, hacia ya de allá de Castro a Punta Arenas y de ahí se cambiaba acá a Tierra del Fuego.
-Por suerte ustedes allá, eran medio marinos allá ¿No? Porque hay que aguantar la travesía.
-Sí, no, pero uno se acostumbra de chico allá. Como le digo, nací en Chiloé y ahí acostumbraba de chico a andar en bote y todo eso, así que uno no…no le hace nada eso.
-No le tenía miedo.
-No.
-Usted me dijo que el primer establecimiento en el cual estuvo trabajando se llamaba “La estrella” y era de un hermano de Esteban Piñero. ¿Cómo fue que llegó a trabajar ahí?
-Bueno, en busca del caballo que dejó mi padre. Me dijeron que ahí estaba, que lo tenía un muchacho que estaba ahí, así que ahí llegué yo. Y ahí trabajé., la primera estancia que trabajé esa. Pero eso fue en el año ’30.
-Mire que habían pasado años también, desde que había estado su padre.
-Sí, ya en esos años como le digo, todo eso. Pero estaba, lo tenía un buen muchacho, un buen amigo. Y como le digo, después trabajé un tiempo y después ya en mayo, o como en abril quedé ya sin trabajo. En ese tiempo andaba, como le digo yo ahí, está un puesto de San Pablo, Puesto García, un matrimonio, un paisano de allá mismo. Estaba ahí, era conocido con el capataz, un tal Guerrero.  Entonces le digo: Este muchacho  quisiera trabajar y le voy a decir que venga a trabajar porque hacen falta dos hombres en Policarpo.


-A todo esto me tiene que contar, porque aquel año treinta fue un año muy duro, con muchas nevadas y a Piñero  no le fue muy bien con su estancia, ¿no?
-Claro, mire, no le digo que de las tres mil ovejas le quedaron ciento cincuenta. Eso fue bravo, ese año. Y después otra nevada grande  también fue en el ’37. En esos años no sé si usted estaba acá…
-No, yo nací el ’53, pero en casa hay fotos de las nevadas del ’55, que también fueron grandes, ¿No?
-Ah, sí, eso fue ayer nomás. Claro, sí…
-Don José: ¿Y cómo fue que le toca ir a trabajar allá, bueno, un poco suerte conseguir trabajo en aquellos años, a Policarpo, un lugar que estaba tan aislado?
-Oiga, pero para mí fue una suerte. Porque ya le digo, en vez toda esa gente que andaba así de pie y todo eso, porque en esos años, en mayo, como el 25 de abril, ya había que arrear caballo, no es como hoy día, si hoy día acá no hay invierno. Y en mayo ya había casi un pie de nieve. Y usted sabe esa gente que uno lo veía de a pie andar, a veces sin zapato ni nada, a veces con los zapatos atados con cáñamo, y a veces tamango.
-¿Qué es un tamango?
-Un tamango es un cuero, que muchos lo hacen sí, que son de guanaco, del garrón del guanaco y vio, de la pata…
-¿O sea como usaban los indios, no?
-Claro.-
-Y andando por Viamonte, usted se habrá encontrado con más de un indio, porque trabajaban en esa estancia, ¿No?
-Sí, si. En esos años había mucha paisanada. Usted sabe cuando yo estaba ahí en Policarpo, a veces solían caer diez, doce, hasta veinte indios con las mujeres, se iban para allá, para Cabo San Diego, y dejaban las mujeres en el rancho. Estaba yo… y ahí, ahí quedaban, pero…buena gente, mientras que usted no moleste, todos estos y…se hacia buenos amigos. Lo único que usted tenía que tener cuidado, si alguno se quería enojar con uno, uno agarrar un hacha, cualesquier cosa y dale sin lástima en la cabeza, cosa que voltearlo, porque entonces era un flor de amigo, lo respetaban como a Dios, le hacían un círculo. Pero si usted se le acobardaba así, no…por ahí lo emboscaban en cualquier lado.
-O sea que no se podía ser sumiso.
-No, no, no, no. Eso sí, ahí si. Si usted veía alguno de ellos que, así, hacer eso. Entonces sí, ese es un buen amigo, respetado. Yo ahí, como digo, siempre tuve suerte. Después cuando me cambiaron fui a la hacienda vacuna. Ahí si recién al año veía a la gente de la estancia, el capataz y…el patrón casi nunca le voy a decir. En el año llegaban ahí recién cuando había que señalar la hacienda. Después lo de la playa, que yo a la cordillera. Eso me arreglaba solo, tenía nueve perros, trabajaba…ese lo llevaba a la cordillera. Y en mayo lo bajaban a la playa.
-Ahora dígame don José: Usted tenía un trabajo muy particular, que desarrolló tanto en “Estrella” como en Policarpo, que era trabajar la madera.
-Claro, sé trabajar a madera. Voltear y labrar. Usted sabe, ¿Se da cuenta de eso?



-        Hablemos primero de las herramientas que usaba, porque muchas de esaas ya ni se usan.
-        - El hacha para voltearlos…-Sí, y después la sierra esa que…
-¿Esa que se tira entre dos personas?
-Sí, esa era la herramienta.
-¿Para hacer las tablas’
-Sí. Para hacer las tablas, tirantes y todo eso. Todos estos…estantes que hay por acá, antiguos, son todos hechos así.
-Claro. Porque inicialmente cuando se puebla Río Grande, y más en esta zona que no había bosques ni nada, se tuvo que traer todo prácticamente de Punta Arenas, pero las estancias que estaban en el campo donde había bosques aprovechaban eso, ¿No?
-Claro, se aprovechaban ahí, si, en esos tiempos había cuadrillas y cuadrillas eso…haciendo justo la madera en invierno se trabajaba, porque es un trabajo que da mucho calor, todo eso.
-Usted debe haber sacado mucha musculatura ahí.
-Puf!, más que musculatura. Usted sabe lo que es hacer eso, a veces pasar el día dele ahí y…
-Vamos a recordar un poco a ver como eran esos días, don José. Por ejemplo vamos a recordar como sería un día suyo ahí en Policarpo. ¿A que hora se levantaba? Por ejemplo año 1931.
-Mire,  allí uno se levantaba a las seis, cinco y media, seis de la mañana. Era el horario, como todavía se acostumbra, sigue eso.
 -¿Y qué es lo primero que hacía?
-Y bueno, lo primero que hacía cuando ya me mandaba a alambrar un cerco, y ahí iba se cinchaba leña de a caballo. Según el tiempo también con una yunta de bueyes. Y hay un cordón, el cerro Policarpo, de ahí se sacaba la leña para abastecer la estancia ahí cerca, pero turbales, pura turba. Y a veces se aprovechaba el invierno cuando estaba escarchado un poco, para el verano, ahí. Todo eso.
-¿Y en aquella época se trabajaba en el bosque todo el año? No había controles como ahora, ¿No?
-No, no, no, no. En ese tiempo no. Yo ya le digo, ahí me tocó un año trabajar en la estancia, después me cambiaron a cuidar la hacienda vacuna.
-Ahora dígame don José, por ejemplo, por día: ¿Cuántos tablones de esos se fabricaban asi a sierra nomás, a serrucho?
Bueno, a veces cincuenta, sesenta, hasta cien piezas de madera se hacían. Tirantes se hacían más, si. En esos años.
-¿Y en aquel entonces esa producción era destinada nada más que a las necesidades que tenían, o se vendía algo también?
-No, no, de vender no, era eso todo para uso de la estancia que se hacia. Para venta no, no habia en esos años, no. Era todo uso de la estancia.
-Un lindo lugar Policarpo, ¿No?
-Lindo, lindo lugar. Usted sabe que ahí muy lindo…ahí, yo como digo me tocaba ese año que estaba en verano…recorría todo ese cordón arriba, turbales de la estancia, pa’ arriba, hasta bahía Tettis. Y esa estancia en esos años tenia como catorce, quince   mil ovejas, daba el rendimiento que da una oveja hoy día.




-Además la dificultad por ser zona de bosque…
-Claro, había ahí. Eran 15, 20 días que uno tenia que andar a pie, cuando venia el rodeo de la señalada, pa’ rejunta de animales, de ovejas, por todos eso cordones. Uno a veces salia a la mañana y llevaba un pedazo de pan,  bueno, con eso pasaba y se alojaba en el cordón, adonde terminaba el…o cerraba la noche, ahí alojaba uno. Y para orientarse usted, donde había un palo ladeado, prendía fuego, y el humo ya sabia que en esa altura estaba. Hay un cordón, doce horas de camino así de a pie y tenía que hacer uno, pero se acostumbra, se acostumbra…
-¿Qué se hacía con toda esa producción, con la lana? Se la sacaba de Policarpo por mar, ¿No?
-Sí, ahí la bahía Policarpo… ¿No conoce usted?
-No, no tengo la suerte de conocer.
-Ahí la Bahía Policarpo es linda, la bahía. Es linda. Claro que de lejos, veo como que no hay nada, angostita, pero por dentro se ensancha. Igual que allá la bahía Tettis. La bahía Tettis usted ve ahí parece que no hay nada, pero llego ahí, una parte un poco más ancho que acá Río Grande, pero dentro se destiende mucho. Puede entrar un barco grande, esconderse ahí, todo eso. Y ahí en Policarpo ha llegado a sacar la lana.
-¿Los barcos de los Menéndez?
-Claro, los Menéndez llevaban todo. Ahí en esos años se esquilaba a tijera.
-No me diga que también fue esquilador.
-Mira ahí practiqué un poco de esquilador a tijera, a veces de muchachón. Porque como no había gente, yo ahí me tocaba embretar, envellonar, hacer los vellones, y la prensa. Y yo…
por ahí me sobraba tiempo pa’ agarrar una tijera y esquilar una oveja.
-Que vida de trabajo, eh. Porque hasta ahora de lo único que hablamos con don José fue de trabajo. Parece que con el trabajo se divertía usted, ¿O había algo para divertirse acá en Río Grande?
-No, en esos años no habia nada, oiga. No se en que año cuando vine acá, pusieron una casa para diversión, pero eso fue como el año ‘34 por ahí.
-¿Dónde estaba esa casa?
-Y, de la Delegación, abajo.
-Donde esta el Banco Nación más o menos.
-Creo que sí, ahí estaba. Ha de ser esa casa.
-Pero deben haber hecho plata también en esa época, porque no esta más la casa, ya se deben de haber ido.
-No, ese, un tal González el hombre. Se echó a perder después, no, lo abandonó y así todo eso…Después sí, ahí el hombre se echó a perder y los hijos no supieron mantenerlo, asi que se perdió todo eso.
-Ahora dígame don José: ¿Se venia a veces a Río Grande?
-Sí, pero uno venia acá, pero no habia nada.
-Simplemente parar en un hotel, a veces traer algo del campo, traer los piños en otro momento.
-Sí, eso si. Los arreos al frigorífico que se hacían, todo eso, nada más ahí. Y a veces cuando había las carretas también. Porque en esos años no había camiones. Pura carreta. Entonces ahí se bajaba al pueblo. Pero acá…Después llego a ver, Van Aken, que estuvo abajo en la playa, con su negocio. Después vino, este, Raful, que estaba al otro lado con don Roque y Raful se vino y se puso un negocito acá y Roque quedo al otro lado, pero chiquito. Después vino este Federico Ibarra que estaba justo ahí donde se quemó la otra vez, esas casas, ahí tenía una mediagüita, que era un gallinero y ahí el hombre puso su bolichito…como, vos esta ahí y su carro acá…




-¿O sea que tenía la cama ahí mismo nomás?
-Claro, si era una cosa…Ese hombre la hora que llegabas ahí, cuando uno se bajaba al pueblo, la hora que llegaba ahí, golpeaba y enseguida él le abría la puerta. Nunca le decía que no. Y tomaba a la par, así con…una o dos copas o más…vendía así.
-¿Era la costumbre de aquel momento, no?
-Claro, si el hombre se estaba haciendo la guita. No era tonto, no. Al poco tiempo después ya no, había que pedir permiso para hablar con él… Mire como es…
-Ahora dígame don José: El río, una dificultad enorme. ¿Botes para cruzarlo, no?
-Mire, en esos años, tiempo de faena había un bote, y casi siempre cuando había, había un paso de Subprefectura  al puente, en el centro ahí. ¿Vio que hay una parte angosta ahí? , bueno, ahí. Tenia que ser conocedor si, y entonces ahí uno se pasaba de a caballo. Y después arriba donde estaba el puente también, del puente ese de fierro que hay, viejo, al ladito, arriba, ahí había otro paso también.
-Claro, se describe incluso que los indios aprovechaban las bajas mareas para cruzar el río a pie, antes de que existiera otra forma de acceso, no
- Claro. Bueno la paisanada, los que estaban del río pa’ allá se aborrecían con estos de  pa’ acá. Así que se combatían entre ellos, así que de ahí pa’ allá y…
-A veces es una suerte, porque a todo esto, yo voy a hacer un pequeño comentario porque el programa lo comenzamos con un pequeño relato de lo que fue la primera Misión Salesiana que existió, y que existió muy cerca de donde están los viejos puentes sobre el Río Grande y hemos tomado para escribir ese relato los testimonios que nos quedan de aquella época, que ocurrieron unos 30 años antes que llegara usted. Pero aparentemente se sabía bien en aquella época lo que habia ocurrido, aunque no se lo había leído nunca, ¡no!
-Claro, mire en esos años, porque esto no, no recuerdo que año lo descubrieron esto ya, cuando llegaron los pobladores, que vino los Menéndez y estaba la estancia, la Primera y la Segunda. Después, según lo que contaba mi finado padre, vino la, La Armonía… ¿Cómo era?
-La Sociedad La armonía.
-Sí. Sara Braun, que vino acá la…la Sara es…y Ruby. Y Sociedad Armonía estaba arriba por ahí, donde está La Herminita, en esos años. Pero eso lo conversa mi finado padre, todo eso…yo cuando vine acá había ya como si fueran…había varias estancias, estaban divididos los lotes. Pero no, pero casi siempre lo tenían las estancias. En esos años cuando trabajó mi finado padre había una…bien pocas estancias. Los tenían del otro lado de Harberton, ¿conoce?...Ushuaia, hasta acá, hasta el Río Fuego. Todo ese lote o esa faja de campo lo tenían ellos, los paisanos.
-Ahora dígame don José: ¿Alguna vez anduvo en Ushuaia en aquella época?
-Mire, allá en el año ’37 estuve en Ushuaia, y ’38. En el año ’37, esa vuelta cuando se empezó la huella, estuve. Y fuimos 76 personas. Y claro, acamparon ahí, donde está la Policía del Lago, ahí estaban acampados. Y claro, en ese tiempo no trabajaba todavía porque trabajaba en la estancia Viamonte y me dijeron venga más tarde, en la señalada, y me dijeron cuando llegué ahí: Están recibiendo gente en tal parte. Y me fui y lo conseguí en el año ’37.
-¿El año ’37 y ’38 trabaja en la construcción del camino?
-Desarrancar los árboles de raíz. En ese tiempo no se veía una máquina, era puro azadones, hachas, y eso nomás.
-¿Y hasta donde llegaron con el camino ustedes?



-Mire, llegamos hasta Rancho Hambre, ¿Cómo es?...detrás de los barcos…¡bha!, que quedamos en la subida de la cordillera. Empezamos de allá…del otro lado…de ahí pasar por Las Cotorras, y de ahí vinimos acá, y por Piedra Barco, y llegamos tres cuadrillas que estábamos trabajando por contrato.
-¿Usted se acuerda el nombre de alguna gente que estaba trabajando con usted en esas cuadrillas?
-Sí, había un tal Pedro Díaz, Luis Oyarzún, y puro apellidos, Cárdenas…éramos 14 en la cuadrilla…
-¿Gente que se quedó después o se fue?
-Se fue, porque ya cuando llegó el invierno ya no hubo más, ahí.
-Ahora dígame don José: ¿Fue difícil trabajar ahí en la zona que se conoce ahora como Paso Garibaldi?
-No, no, no. No era difícil en esos años, porque era voltear los árboles nomás…
-¿No era un trabajo tan complicado?
-No, no, no, no,…lo que si que había que hacer fuerza para dar vuelta los palos y todo eso ahí. Yo ahí, como le digo, caí muy bien con los ingenieros. Ahí estaba trabajando un poco, como tres meses o cuatro. Y entonces, este, el papá o el hermano del Juez Cabezas acá, a lo mejor lo conoció…
-El hermano de don Pepe Cabezas…


-Sí, el mayor, Francisco. Entonces ese hombre se ganaba la vida así, sacando contrato, mandaba gente a cortar leña, rollizos… y todo eso. Así trabajaba, no. Entonces al hombre  le llega un pedido de Buenos Aires, de mil rollizos, una madera especial, porque querían conocer la madera de Tierra del Fuego, a ver como era. Entonces el hombre no se como se orientó y me mandó una carta. Que por favor le viniera  a hacer ese trabajo, un trabajo de una madera especial para mandar a Buenos Aires. Y me pagaba un peso veinte el rollizo, o sea la viga o acá no se como la nombran. Y que por favor se lo haría. Entonces yo le dije al capataz, yo le digo: -Mire compañero, acá está la carta y quisiera ir a hacer a este hombre, porque es buena persona-…y dice: -Bueno, andá-. Así que bajé, fui allá y pase, hable con el Ingeniero y el sobrestante, Otelo, un italiano. Y dice: -¿Por qué se va a ir?- Y empezaron que no, que no me retire, vino el ingeniero, no, no.  Y el Prefecto de policía y vino y ¿Por qué se retira usted? ¿Anda mal con los compañeros, con el capataz? Si anda mal con el capataz usted se hace cargo de la cuadrilla y entonces, todo eso. Yo le digo: -Mire, lo que pasa es esto; acá está, fulano me manda esta carta pa’ hacerle esta trabajo, para, de esta madera especial que tiene que ir a Buenos Aires pa’ conocer la madera de acá, de la zona…- ¿Puede comprobarlo?- dice, y yo le digo: Sí, acá está la carta. Se lo di y entonces dice:- Bueno… ¿Cuánto tiempo?- Yo le digo: -Más o menos un mes diez días, un mes veinte días voy a tardar a lo  mucho. Bueno, vaya y se vuelve otra vez, me dijo.
-Era como si le dieran vacaciones…
-Claro, así que me fui y esa madera se fue a Buenos Aires para ver, y ahí con la primera madera. Después ya vinieron y empezaron…creo que esta madera no daba resultado pa’l norte.
-¿O sea que en aquella época no había casi aserraderos, salvo el que había en Ushuaia, en el presidio, no?
-Claro, esos los cortes en los campos de Bridges en Harberton. Vinieron por Almanza, no…más para acá…Amat, ahí…
-¿Qué tal era Ushuaia por aquella época, comparada con Río Grande?
- Mire, era casi  la misma forma. Era un poco mejor Ushuaia, porque era más familiar, como no habia mucha gente  y todo eso, usted… la poca gente que había la encontraba en la calle y lo saludaban y le decían vuelva por casa, vivo en tal parte…Un pueblo muy familiar, muy bueno.
-¿Había mucha gente chilena?-
-Casi todos chilenos eran. Todo chilenaje. Mire, cuando yo vine acá, acá en la estancia donde estaba había cuatro o cinco muchachos argentinos en la estancia Viamonte. Pablo Herrera, un tal Rodas, otro que le decían el “Cabezón Vega”, estaban ahí. Y de ahí no había más. De ahí todos eran a veces españoles, más austriacos, gringos…
- ¿Por ahí conoció a don Norberto y Alejandrino Vera?
-Sí, los conocí cuando salieron de la Misión.
-Porque eran chiquitos en aquella época, ¿No?
-Claro, eran chicos. Hoy en día están más viejos, bueno, mi amigo Alejandrino, porque éramos muy amigos, falleció, esta nada más que Norberto que son…yo era muy amigo.    - Yo los conocí chiquitos, bueno, al finado padre de ellos también. Eran muy buena gente.
-Para empezar esta bien, no. Todo lo que fuimos recordando. Pero mire que yo le voy a hacer un poco de memoria. Usted hasta ahora me contó que llegó el año ’30 y después llegamos al ’38, nomás. Y estamos en el ’86. Calcule todo los que nos queda por delante.
-Ah. Nos queda mucho todavía para contar.
-¿Así que terminó su trabajo con Cabezas entonces? ¿Y eso se embarcó en Ushuaia, o donde lo embarcaron? ¿En Almanza?
-En Harberton. Sí, justo ahí donde corté la madera. Ahí llegaba el barco.
-¿Qué eran los transportes nacionales?
-Claro, eran barcos grandotes que venían…Así que ahí se llevaban esa madera a Buenos Aires.
-¿Ya estaba construido todo el presidio en Ushuaia, no?
-Sí, ahí…yo estuve a punto de contratarme ahí en el presidio. Ahí tenía todo, conseguía todo. Ya ahí dejé la cédula.
-¿Qué, iba a entrar de guardia cárcel?
-Claro, la carta de ciudadanía, que la tenía ahí, también. Porque había un oficial de policía escribiente y había sido chileno, nacionalizado igual que yo, si. Y el tipo no se daba con ninguno, era huraño completo ahí, ni con los mismos ahí de la policía…
-Los que tenían su jerarquía.
- Sí, le tenían un miedo bárbaro los, la policía, los pacos, esos, tenían, a quien no se cuadraba bien lo mandaban al calabozo. Había sido, no sé, Teniente del Regimiento, después vino y se contrató ahí. Y me dice: Mira, esto es así o asa, esto o lo otro. Eso fue en el invierno, casi cuando ya pasó la temporada y estábamos en Vialidad. Pero cuando vi., oiga, la cosa, esto, como era ahí, en ese tiempo estaba el alcalde de los guardiacárceles, Fayoli, el italiano ese.
-¿Qué tuvo después un problema, que lo acusaron de apremios ilegales o algo así?
-Claro, y ahí veía, oiga, a las tres, las cuatro de la mañana, sacar esos pobres presos, desnudarlos y empezar a castigarlos. Y eran casi todos chilenos, y el chileno usted sabe que… para eso es medio criminal, tipo Pinochet. Así que ellos, la alegría de ellos era azotarlo a esa pobre gente y él contento, muerto de risa él…el alcalde. Y yo digo no…para esto, estar viendo esto. Y después en la mañana, las seis de la mañana, oiga, con esa nieve, esa escarcha, a esa gente la llevaban pa’l monte pasando esos carros ahí, así que…Después me gustó trabajar así…
- Además quería tener la conciencia tranquila, no.
-Claro. Siempre, como digo, me gustó la vida libre y todo eso. Yo, ahí cuando llegué, cuando íbamos a Policarpo o a Ushuaia, toda esa gente que íbamos, cuando llegué a Harberton, ahí estaba mi patrón Guillermo Bridges. Pucha, cuando me dio…entonces ahí ya me había dicho si quería trabajar con él, pero capataz de estancia. Y en ese tiempo, muchacho, yo le digo que no, yo vengo contratado para trabajar acá y bueno…Después vamos a hablar.



-Pero era joven. ¿Qué tendría? ¿Unos 26, 27 años?
-Claro, Pero oiga yo, he tenido la suerte de ser siempre bien visto por mi trabajo. Porque yo fui uno de ellos, que no le aflojé la soga, me gustó trabajar, cumplí con mi trabajo y todo eso. Y fui…y trabajé en pocas partes acá en esta zona. Ahora con  mi patrón Puget en el ’54.
-Pero faltan unos cuantos años para que nos cuente. ¿Se quedó con Bridges? En Harberton
-No, no, no, no. No le acepté. Voy a trabajar a Vialidad ahora. Yo…en Vialidad…Bueno podría estar vivo como muerto, pero podría estar bien ahí, porque ahí me daban cuadrilla para trabajar y todo eso, para todos esos trabajos, alcantarillas y todo eso, ahí. Pero, no…
-Si. Don Norberto Vera me contaba hace poco que estuvo trabajando también en esas cuadrillas, abriendo caminos para lo que seria Yehuin ahora, no.
-Si. También estuvo ellos ahí. Ellos…son compañeros de trabajo, como le digo. Y son más amigos que hasta la fecha he tenido, y tengo, los únicos acá.
- ¿Lo conoció a Garibaldi trabajando en Vialidad?
-Si. A Garibaldi si lo conocí. Ese era sobrestante, en Vialidad, claro.
-¿El antes había sido policía?
-Policía, si.
-¿Qué tal se llevaba la gente con la Policía?
-Bien, en esos años acá la clase eran todos gallegos y austriacos, la policía. No es como hoy día, no. En ese tiempo no había ningún control caso. Mire que yo…me vine a controlar cuando, después…yo creo cuando empecé a trabajar acá, en el Ministerio de Marina, antes de eso me parece que no. Pero en esos años me parece que…llegaba acá cuando ya le, si le veían lisito así como ahora, no. Tenia que andar la daga esta acá y el revólver. Entonces si, de lejos lo…lo respetaban, saludo y si bien o mal ya había un bolichito o dos acá y pasemos a tomar la copa y todo eso. Pero si lo veían así nomás, no, no, no…
-¿O sea que había que andar prevenido?
-Claro, si, lo único malo…pero si usted andaba bien, que nunca decía nada de lo que vea, que siga nomás.
-¿O sea que la gente se trataba bien por ahí?
-Bien…
-¿Era adepta la gente en aquella época a colocar sobrenombre, por ejemplo como picardía?
-Claro…Yo allá en Policarpo, cuando empecé a cuidar la hacienda, no ve que ahí me pusieron “El torero”…
-¿Por qué le pusieron eso?
-Sabe porque…yo, como cuidaba la hacienda y usaba un sombrero grande, un sombrero grandote de esos que había, un torero, lo usaba yo…
-Si, de esos que le decían el compra bueyes
-Claro, y un ponchito acá…Y claro ahí, un tal Naira fue, que andaba de correo. Ese me bautizó…Y después hoy día nadie me conoce casi por nombre y apellido…
-Yo le voy a contar. Porque yo lo anduve buscando estos días porque se cambió de barrio y cuando preguntaba por usted, bueno, preguntar en Chacra II es bastante difícil, bastante difícil es llegar a ubicar casas y manzanas, pero preguntar acá por la gente, por el sobrenombre, no es como en la parte vieja del pueblo, donde la gente se ubica todavía por el sobrenombre… ¿Pero nunca daba motivo para enojarse, para una pelea, no?
-No, mire, no. De los años acá nunca fui un tipo de pelea. Nunca me gustó. No fui un tipo de cargar armas ni de los años que tengo acá no he tenido enemigos, como muchos dicen enemigos, no. Donde he llegado siempre buenos amigos. En todos lados donde he llegado he sido respetado y hasta la fecha tengo la dicha y la suerte de eso, de ser respetado. Ahí, en todos lados. Trabajé en Policarpo, tres años…buenos amigos. Donde trabaje con buenos amigos, siempre fui respetado. Y cando fuimos a Ushuaia, 176 compañeros de trabajo, usted sabe como me apreciaban y querían toda esa gente…Ahora estoy como quince o 16 años a cargo de la estancia de Puget, pero hasta la fecha ninguno me ha faltado el respeto.




-Dígame don José. Yo estaba recordando, uno siempre tiene relación de las cosas ¿Ve? Cuando usted me habla de Policarpo y la gente se imagina ese lugar tan inaccesible, donde nos ha de estar escuchando Arturo Santana seguro en este momento, la zona de los barcos hundidos, que difícil era llegar por ahí, de todas maneras.
-Si, mira, ahí en el puesto Donata, hoy día ya debe haber desaparecido…
-¿Por qué se llamaba Donata?
-El nombre puesto por el nombre de la mujer, yo creo de Bilbao, una hija, bueno. Ahí se veía el barco todavía. Y un poco  más acá había una goleta y estaba con la bandera chilena porque esto antes…ahí era… era un barco chileno, casi todo Chile era esto. Ahí cuando llegué, estaba. Me llamo la atención. Y ahí, como ya le digo en esa parte, ahí se veía el barco naufragado. Pero como le digo, ya hoy en día ha desaparecido todo.
-Incluso con el tiempo hubo algunas expediciones de rescate. Algunos de esos barcos se los hizo navegar de vuelta, no.
-Si pero eso ya estaban todo…ahí en ese roquerio no…Después sacaron muchos yo creo de esos. Incluso ahí, la gente va a buscar que hay como un tesoro, cosas de servicio, plata, oro, que se yo que se enterraba ahí en esa parte…
-Si hubiera algo así usted se hubiera enterado antes, ya no estaría aquí…
-Claro…Usted sabe que yo ahí, en mayo, cuando ya se iba a largar la hacienda, todos esos campos de invierno, entonces se junta todo y se pone ahí, entre Policarpo y la estancia en el río ese. Me toco venir a cuidar las ovejas ahí, y entonces el capataz me dice entre hoy y mañana va a caer un muchacho de la Inés, y por las dudas ahí si viene y grita, que le conteste, por el paso, porque es muy peligroso, es bajo ahí. Era anchísimo el río pero bajo, le daba hasta el garrón del caballo, el agua, nada más. Pero muy peligrosos a veces se hacen unos pozos, y una noche linda, tenia un perro viejo y salí afuera porque ya estaba la marea baja y tenia que ir a repuntar, bajar todos los animales abajo a la orilla del mar, para pasar al otro lado, porque esos eran como guanacos. Llegaban, no respetaban res, acostumbrados los animales. Asi que tenia que estar toda la hora  de marea baja cuidando ovejas y cacho pa’ arriba. Y bueno, cuando llegué al rancho, usted sabe que siento unos gritos, cerca. Bueno, yo le contesté, lárguese un poco más arriba compañero, un poco más arriba está el paso. Bueno, por un rato no me contestó y al rato vuelve a gritar otra vez, tres veces. Y Yo le contesté las tres veces, pero no llegó. Y yo digo estos como no…y al otro día vine a cambiar caballo en ese puesto, y porque hay un arenal ahí, vio, y había un viento y un voladero de arena, entonces yo venia ahí, jodiendo como usted, muchacho joven, usted sabe que venia jodiendo con los caballos y todo eso, cuando de repente el caballo me pega la gambeta que ya le anduvo trayendo malísimo. Yo, porque se asusta, volví, habían cinco o seis hombres, pero estaban todos todavía sin deshacerse,  todavía con unas botas largas, todos en fila, parejitos. Y eran de los que habían naufragado y los habían enterrado ahí en la arena, y cuando había una voladero de arena, viento así, se descubrían pero después quedaban más o menos un metro y medio abajo, cuando venia otra vez de vuelta…



-Vaya a saber desde cuando estaban ahí…
-Desde que se naufragó el barco ese…Y eso era lo que gritaban en la noche…
-¿Qué le parece a usted? Hay que haberlo vivido ¿No?
-Claro…
-Ahora dígame don José. Usted nos contó hace un momento que estuvo trabajando para la Gobernación Marítima ¿No?
-Si, yo acá trabajé en el Ministerio de Marina.
-¿Eso por los años ’40?
-Si, acá. No, fue en el año ’49, parece. Cuando tomo el gobierno el amigo Perón, porque recién ahí se empezó a abrir trabajo acá y a agrandar Río Grande.
-Recién comenzó a haber trabajo en la ciudad, porque hasta ese momento había trabajo en el campo nomás.
-En el campo nomás. Y recién ahí se empezó. De ahí trabajábamos 600 o 700 personas más o menos. Todo esto acá, pero mucho trabajo. Y ahí se comenzó a agrandar Río Grande. Porque sabe que uno es chileno, claro, cuando vio todas estas probabilidades, sinvergüenza un poco el chileno, no, sabe que empezó, ¡bah!, que le daban facilidades, no, a llevar madera y hacer sus casitas, todo eso. Entonces había como 50 muchachos argentinos, más o menos acá de todos esos que habían. Y empezaron ahí, y entonces, pucha, y nosotros porque no podemos hacer lo mismo. Y empezaron a construir casas. Todo acá. Que muchos de esos que tienen casa de material acá, siempre, el que sabe vivir, vive nomás, no. Algunos se sacaban bolsilladas de cemento, cualesquier cosa, usaban unos abrigos grandotes, yo…
-Daba para todo eso…
-Claro, si ahí muchos hicieron eso que se empezó a agrandar, todo eso. Como…porque yo en esos años, yo no creía que este iba a ser un pueblo tan grande como es. Si habí como 20 o 25 casas nomás. No alcanzaban las que habia acá, pedir boleta y todo eso yo, ahí, como digo, porque pasé en todas las ramas. Entré de medio oficial carpintero, después trabajé en…
-¿En que obras trabajó, asi nos ubicamos algunos que no vivimos en esa época?
-Mire, en estas casillas que hay acá al lado del hospital.
-¿Las que están frente al correo?
-Si. Ahí, todo eso ahí. Yo trabajé en todas partes. Trabajé en Gobernación abajo, en Subprefectura, acá en el Batallón. Todo eso me mandaban a trabajar ahí. Porque como le digo ahí, yo, con la gente, los capataces me apreciaban mucho. Yo entré medio oficial carpintero, después el capataz de cañista dijo:- No, vení conmigo a trabajar, vamos a trabajar con los albañiles, electricistas, todo eso.- Y después, cuando ya me conocieron bien, me nombraron de sereno. De sereno estuve mucho tiempo ahí, cuidando. Acá abajo en la fábrica de ladrillos que había.
-¿Dónde estaba la fábrica?
-Del Hospital abajo. Ahí, en esa, ahí estaba.
-¿Dónde están las casas de YPF ahora, no?
-No se si ahí, ahora. Usted baja del Hospital así, de este lado estaban las…
-Frente a la casa de Ferrando.
-Eso es, por ahí. Asi que esta mi amigo Fayoli, que nos ha hecho muy amigos. Que me conocía de Ushuaia y acá y todo eso. Y él me decía:-Mira, tienes tantos amigos. Pone un camión, lleva cemento, cal y madera, hacete una casa o dos. Y yo le digo: No, esas cosas no. Yo tengo mi rancho ahí, pero todo hecho por uno, su propio esfuerzo no cosas ajenas. Yo le digo:- Mire don Fayole, no quiero andar con dolores de cabeza después, siempre vuá ser pobre. No, no me gustan esas cosas.
-¿Y Fallero ya se había venido para acá?
-Claro, el hizo todo eso que tiene ahí, el la Quelín como se llama.
-La confitería Libertad.
-Sí, si. Así que yo como le digo, si hubiese sido otro, hubiera tenido una o dos casas de material con todo eso, pero no. Pero usted sabe después esta gente como corría y todo eso para conseguir las boletas para comprobar, porque cuando le derrotaron a Perón ya vino el control de todo. Así que ahí, muchos lo pasaron  malísimo.
-Pero para todo esto usted ya se había vuelto al campo con Puget.
-Claro…no, después de eso. Porque ahí como  le digo, me quedé ahí porque yo ya era padre de familia, de 5 hijos, así que bueno.
-¿Usted forma su familia aquellos años que comienza a trabajar acá en Río Grande con el Ministerio de Marina?
-Si, ahí. Entonces fuimos a la Delegación, nos mandó el sobrestante. Yo, como le digo, ya no tenia mucha necesidad, porque tenia una pensión, ya me ha…acomodado, vivía bien y todo eso. Pero dice no, vayan allá. Y fuimos a la Delegación. Dice bueno, el delegado dice bueno, siendo así usted  donde quiere trabajar. Uno decía Obras Sanitarias, YPF, adonde usted quería, el delegado lo mandaba a trabajar. Y en esos años se ganaba mucha plata en Mar y Playa. Y como poco interés tenía yo así en ese…trabajar y después tenia tiempo libre…venía un barco y después ya se quedaba. Yo le pedí de Mar y Playa. Trabajé de Mar y Playa  ahí con…ahí una vuelta el  mismo de Subprefectura me dice bueno, porque habïa mucha gente de esos chorros no, que se fijan por cualesquier cosa. Una vuelta trajeron, ¡bah!, que vinimos yo también me tocó venir en un camión, nos trajeron toda Subprefectura ahí, y sabe lo que traía, una botella de vino no se, y otro como cuatro o cinco papas de esas que estaban ahí tiradas. Y entonces me llama el superior y me dice: Mire usted, puede hacerse cargo de la gente que trabaja en el puerto. Y cuando ve algo, de allá mismo habla pa’ acá.-
Así que no acepté tampoco porque como le digo en ese tiempo ya…me iba a esquilar fuera, porque igual… fui esquilador, y ahí se ganaba buena plata…Así que…Y en el ’54, ahí como jugando, estaba Puget cargando sus camiones ahí, donde esta Waldron, como es, no, de Antuno, esa casa ahí. Y ahí justo estaba mi amigo Vera, de chofer andaba. Y me dice: anda paseando- Y yo le digo: No, ando buscando trabajo. Dice: Mira acá le falta la, un carretero y no encuentra. Hablale. Yo digo: Bueno. Y justo llega Puget  y dice: -¡Ah, caray!, ¿qué pasa don Norberto? Dice: Este hombre anda buscando trabajo.- ¿Es carretero? Y él redice si. Y bueno –dice- vamos a ver más tarde entonces. Entonces llega Requela, porque Rakela era en esos años el que cortaba el queso ahí con Puget, Rakela…
-Stipe.
-Si. Entonces llegó Rakela y Norberto le dice, y entonces le dice: Llama a Puget . Y le dice y que le dijiste, no que…ah, y porque no le dijiste enseguida nomás. Iba llegando a la casa y llegó Rakela. Dice: Bueno, mañana vamos pa’ arriba. Y ahí me vine a trabajar con él. Lo que si que ahí empecé a trabajar con ellos, vine a cortar leña. Cuando venia barco ellos lo llevaban y me traían.
-¿Mucho tiempo estuvo con Puget, no?
-Y, hasta la fecha. Desde…del ’54 hasta la fecha de ahora estoy ahí. La parte que más he durado ahí.
-¿Trabajando en “La Catalana”?
-En “La Catalana”. En la estancia Viamonte también trabajé como catorce años consecutivos, después iba a esquilar nomás. Después como le digo. Pero ahora estoy aguantando más es con Puget. Ahora quiero irme ahí. Ellos no quieren que vaya pa’ trabajar nada más que para vigilar y darle orden a la gente, lo que tienen que hacer y todo eso.
-Bueno, creo que acá repasamos don José buena parte de su itinerario en Tierra del Fuego. ¿Hubo tiempos duros, no?
-Si. No en esos años como le digo. Pero ya en, a lo mejor en otra vuelta podemos hacer con más claridad, asi uno se espeja un poco más, de todo, ser un poco mejor la charla, ¿No cierto?
-Porque si bien hubo tiempos duros, también hubo tiempos felices…
-Ah, si. No, yo no…de eso no…no estoy desconforme con mi suerte. Claro que ahí, como le digo hay unos inviernos duros, bravos, que no se saben que eran, pero…mas felices de todo.
-Bueno, es importante poder hacer ese balance. Que las cosas fueron más felices que…
-Claro, si. Claro que nunca, como digo, nunca fui un tipo perdido. Me gustaba a veces hacer mi farrita como todo hombre, no. Pero perdido en la vida, no. Ni me ha gustado nunca poner la plata acá en la mano y que venga un viento y te lo lleve todo.
-Mas bien vale cerrarla un poco.
-Claro, si.





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