El 15 de octubre de
2006 era el día de la Madre, y el diario El Sureño publicaba en el suplemento
Nuevas Letras esta sentida relación que hoy recuperamos en otro 24 de marzo,
Día de la Memoria, la Verdad y la Justicia. Jovita fallecería el 3 de diciembre de 2012, en casa de su sobrina Leticia.., frente a mi casa...
Guillermo Carlos
Barrientos Vargas es uno de los tres fueguinos que forman parte de la negra
lista de 30 mil víctimas de la última dictadura militar. Jovita Vargas, su
madre, lo recuerda junto a Nuevas Letras a casi 30 años de su desaparición.
Para ella el día de la madre nunca fue motivo de festejos, pero cada día de su
vida recuerda a su hijo.
El joven había
marchado a Córdoba para estudiar Ingeniería electrónica en busca de sus sueños;
quería un futuro y una sociedad más justa, si hasta peleaba junto a otros
amigos por un mejor régimen de becas en el Territorio. Pero allí solo
encontró su desaparición durante el
último régimen militar argentino. Nunca más se supo nada de él y su madre aun
lo espera.
Jovita Vargas llegó
a Río Grande en el año 1950. En esa época no había agua, ni luz, ni gas. La
vida era distinta, dura y sin embargo esta mujer no bajó los brazos. Se casó
con Guillermo Barrientos a dos años de su llegada a la ciudad y al siguiente
año nació su único hijo, Guillermo.
“Nació con un kilo y medio, era huesito y piel porque mi embarazo fue
muy malo, no podía comer nada. Pero era tan sana esa criaturita, es que lo crié
bien cuidado. Que no esté mojado, que no reciba correntadas porque no había
gas, nada”, expresa doña Jovita. Guillermo como tantos otros fueguinos
nació en la enfermería del BIM Nro 5, que era el único que podía atender esas
urgencias en la ciudad, y a sus diez años falleció el padre.
Tiene la mirada
perdida, melancólica quizás y cuéntalo difícil que era ser madre por aquellos
años. Corría el año 1953 y había que salir adelante: “el agua era de pozo y cuando nevaba o hacía mucho frío, escarchaba
dentro de casa, en los pisos estaba todo escarchado, era difícil porque no
había gas”, recuerda.
Una herida eterna.
Guillermo
desapareció el 7 de noviembre de 1977. “Luego de cenar en casa de su mejor
amigo y mientras esperaba el colectivo que lo llevaría a su domicilio en calle
Guillermo Miller Nro 1227, es secuestrado por un grupo de civiles portando
armas largas, que se había identificado como “fuerzas conjuntas de seguridad”. Ambos esperaban en la avenida
Colón, pleno centro de la ciudad de Córdoba, cuando varios vehículos se
detuvieron, obligándolos en forma violenta a subirse en dos de ellos. De allí
en más el amigo de Guillermo pierde el rastro, desconociéndose el día de hoy su
paradero”, relata el historiador Mingo Gutiérrez el 3 de noviembre de 2002 en
Rastros en el Río”.
“Cuándo mi hijo vino la primera vez de vacaciones tenía 17 años,
después no lo vi más, y cuando lo fui a buscar a Córdoba no lo encontré en
ningún lado, anduve en los juzgados, hablé con jueces y nunca más tuve
novedades de él”, recuerda Jovita con dolor.
“Para mi es una herida eterna, era el único que tenía en la vida”,
dijo esta madre resignada afirmando que a pesar de lo dura que ha sido su vida,
se ha obligado a ser una mujer “firme”.
“Eso lo sufro sola y callada, mi hijo no
pudo conocer esta casa, y cuando vi que mi marido no estaba y mi hijo no venía
me quería morir”, dice pensando en aquellos primeros momentos de
incertidumbre.
Un hotel, ser madre.
“Tuve un hotel alquilado y lo compré, después lo vendí y compre esta
casita, pero mi hijo no la alcanzó a conocer, fue después que el desapareció”,
recordó esta mujer que vio crecer Río Grande y comenta que era muy difícil ser
madre por aquellos años. Cuando quería ir al frigorífico debían pasar en bote, “aparte la gente de las estancias pasaba a
caballo, después hicieron pedregados, cercos y al final llegaron las rutas”,
destacó.
Finalmente invocó a
aquellas épocas cuando vivía con sus padres, “mi madre era una mujer muy sencilla, muy suave que nunca me castigó. A
veces nos retaba pero nada más. He sido hija de un buen matrimonio y eso me
ayudó a aprender valores”.
Al ser consultada
sobre la juventud actual, es muy tajante. Sus apreciaciones son debido a los
años que ha vivido y a lo difícil que ha sido su vida. “Yo no creo que la juventud vuelta a tener respeto, cuando una se
acostumbra a algo siempre lo va a hacer. Como tenés que comer, como criás a tus
hijos. Las mujeres tienen que saber que deben cocinarle a su esposo y su hijo”,
destacó Jovita.
Finalizando la nota
en sus manos temblorosas, fumaba un cigarrillo lenta y pausadamente. La mujer
ya está más tranquila, los peores recuerdos ya han pasado pero ella afirma que
ninguno le hace mal, que está todo “en mi
cabeza” aclara y de vez en cuando recibe la visita de los amigos de
Guillermo que aún viven en la ciudad “¿Vos
sabía que tiraron el Miramar abajo?”, pregunta finalmente como queriendo
hacer eterna la visita.
En las fotos: Guillermo, junto a sus padres, desde la esquina del Miramar. Foto para su DNI.
1 comentario:
Hola que tal? Llegue a esta nota a través de mi madre, quien es familiar de Jovita. Soy periodista y vivo en La Plata, la verdad que nunca supe sobre esta historia y me quede impactada, más de allá de ser pariente lejano.
Mientras leía pensaba en que triste que ya no esté más porque hubiese sido interesante saber más en profundidad sobre el caso de Guillermo. Si acaso hay más información sobre esto en diarios de Rio Grande, me gustaria leerla.
Gracias por retomar esta historia y por tener MEMORIA.
Saludos.
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