LA MUJER Y LO SAGRADO EN TIERRA DEL FUEGO –Mito y Logos- Un libro de Delia Etchegoimberry.

Ya va a ser para una década en que en prolija edición vio la luz este libro que analiza aspectos relacionados con el existir de la mujer entre los pueblos originarios de nuestro archipiélago.

Fruto directo de su interés como Profesora de Historia de estos temas que si bien tienen una dimensión local logran una trascendencia universal.

Etchegoimberry nació en Uruguay pero se ha desempeñado eruditamente en ambas márgenes del Plata.

Cada capítulo tiene pórticos poéticos sobre el habla de aquellos otros fueguinos, y es así que se distinguen como Yékali, Kompeipe, Máten, Wúgnu y Yekali yesh. Y entre los subtítulos aparecen de manera sugerente: No hay pueblos sin historia, , ¿Es necesario que caiga una cabeza de mujer para que surja un héroe cultural?, La mujer como mediatriz simbólica, , Ritualidad entre cultura y Naturaleza o Las creaciones espirituales visualizadas desde el hoy.

Pero nosotros elegimos a modo expositivo, este que la autora presente bajo el siguiente enunciado.


¿Quién es esta mujer que da tan poco que hablar?

Tanto como el hombre, ella también anduvo caminando por unos 14 mil kilómetros, atravesando el continente de Norte a Sur. A igualdad de exigencias, igual rendimiento. Y una vez llegados al “confín del mundo”, hacen la escala más prolongada. En cuando a los selknam, no salían de la Isla Grande, no navegaban ni atravesaban los estrechos y canales. La Isla era su tierra. La misma historia para hombres y mujeres. Similares historias vividas en común deben haber inspirado las siguientes palabras de un gran historiador francés, Marc Bloch, al que debo parte de mi formación.

“El objeto de la historia es, por naturaleza, el hombre; mejor, los hombres, (el plural es el modo gramatical y conviene a una ciencia de lo diverso) (agrego que en este siglo XXI, teóricamente entendemos lo de “plural y diverso” como propio de hombre y mujer integrados en la sociedad) y quien no llega a ese objeto plural, jamás hará otra cosa que una maniobra de erudición”.

Mientras, en Argentina, hacia 1910, Carlos R. Gallardo publicó un estudio sobre los onas donde describe la tierra, sus animales y las especies forestales, el paisaje, los ríos y las montañas y nieves. Cuando habla de las personas dice que hay entre ellos, hombres y mujeres, que comparados con los de cualquier otra región del globo no se hallarían muchos que los sobrepasaran en hermosura y corrección de formas. Y que el hombre es más hermoso y dotado físicamente que la mujer y que le lleva la supremacía en la inteligencia, pero que ambos son fuertes, ágiles, resistentes, infatigables, sobrios y demuestran en todos los ejercicios corporales la excelencia de sus cualidades. Pero la ona es de color más claro que el hombre y que los chicos son bastante más rosados, que el cutis es suave al tacto y que la mujer supera al hombre cuando se trata de alzar algo pesado y esto sucede porque ella está siempre obligada a hacer ese ejercicio. Que en la marcha, el hombre y la mujer revelan poseer mucha resistencia y la hacen con gran celeridad, que es notable el primero cuando corre carreras, pero cuando el ona demuestra superioridad sobre el blanco es cuando tiene que estar agachado, ya sea el hombre observando los movimientos del guanaco o la mujer juntando mejillones. Los hombres y las mujeres son trabajadores… En general el sentimiento de pudor es convencional… jamás se verá a una india desnuda y a las criaturas les cubren las partes del cuerpo que consideran que no deben dejarse ver…



El autor escribió sobre la vida social, sobre su industria y comercio, sobre sus médicos y remedios, sobre su vida espiritual, sobre su vida intelectual y es un libro hecho sobre los conocimientos adquiridos a consecuencia de sus viajes y también su gran admiración por las comunidades onas. A pesar de los elogios de sus relatos acerca del valor de aquellos seres, tampoco pudo contribuir a despertar la sensibilidad de la Nación Argentina en el sentido de arbitrar soluciones para detener las persecuciones que se hicieron contra pos indígenas por esos años. Los estudios y las protestas, tanto de Martín Gusinde como de otros observadores, no pudieron contra el ansia de riqueza del extranjero y del criollo, a quienes se debe el proceso de genocidio en el siglo XX, lo que llevó a la desaparición de los pueblos fueguinos que habían sido los señores del lugar durante miles de años. El mismo fin tuvieron  las historias de los yámanas y los haush. Diez años después de la obra de Gallardo, Gusinde visitó la misma tierra y de las mujeres onas describió sus costumbres. En cuanto a la construcción de la choza dice: “Tanto el hombre como la mujer trabajan por igual”, sobre la preparación de las pieles: “toma el cuero duro y tieso y lo tienden en el pasto, luego se coloca sobre él y empieza a raspar…”, describe su vestido como “parte de su decoro”, y esto último no indica que los fueguinos hayan tenido una idea del decoro. Sabemos que el uso de las pieles sobre el cuerpo tenía la función primordial de abrigar o de proteger de lluvia o frío. También describe las pautas de aseo, pinturas, adornos; su organización social y las relaciones intergénero y, como se verá más adelante son datos recogidos en plena época histórica y de avance en la disolución de las costumbres tanto como de la pérdida de la imagen del mundo que los indígenas tenían, mientras mantenían la exclusividad del espacio social, centrado en la Isla. Porque dan cuenta de la vida natural, sólo nos dice que en el lugar, las mujeres integrantes de las comunidades indígenas sabían desenvolver sus artes para la vida, igual que en cualquier grupo humano con sentido de integración e identidad. En estos y otros autores posteriores  encontramos un enfoque hacia la mujer que no trasciende sus limitaciones y posibilidades en relación con el medio. La determinación del destino de la mujer está dada por su inherente conjunción psíquica y mental para cumplir su parte dentro del conjunto. No tenemos datos que nos permitan imaginar cuál sería el camino para llegar al cumplimiento de las aspiraciones de una diva de estilo moderno, que hubiera podido surgir en Tierra del Fuego, modelada por pautas propias de nuestra cultura. La mujer selknam, en efecto, en lo histórico de su vida, da poco que hablar.


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