El año pasado me visitó varias veces dándome a conocer su
escrito sobre el Padre José Zink. Venía para que le brinde alguna información y
le de mi parecer sobre el tratamiento que daba a algunas circunstancias de su
vida.
Entonces se desempeñaba como Vicario en la Parroquia San Juan Bosco.
Hombre gentil, octogenario, me hablaba de otros libros por él
escritos, uno de los cuales se refería a las cosas que son propias a la Misión
de La Candelaria.
Solía venir previo paso por Mamá Flora, y yo le agradecía su
obsequio recordándole que no se correspondían a mi condición de diabético, pero
el bendecía los alfajores de chocolate y con ello disminuía los riesgos de la
ingesta.
Un día me dejó escrito que en un papel que tardé en
encontrar en el buzón de mi casa que la obediencia lo llevaba a un nuevo
destino: Ushuaia, pero que su libro estaría en manos de Melella y así llegaría
a la imprenta.
Recién entonces comenté esto a Omar Hirsig y Federico
Rodríguez que preparaban la edición –aun no terminada- de Zink City. Y
relacioné el hecho de dos libros sobre un mismo personaje, al mismo tiempo,
como otra de las tantas duplicidades propias de nuestro pueblo.
Langus, se iba antes de lo que pensaba, y Ushuaia tuvo otro
destino: Mar del Plata.
Me contaba de sus largos años de General Pico y en La Plata,
donde residió en el colegio que se levanta en la misma manzana de donde vive mi
hijo Marcial. Una vez le hablé por teléfono desde una de las ventanas, para que
escuchara el bullicio de este establecimiento, Langus me diría luego lo mucho
que se emocionó.
Ahora llegan noticias, aun confusas, de su muerte arrollado
por un tren del Roca en Bernal, donde se encontraba por problemas de salud.
El padre me encargó la realización de un prólogo para su
libro, del cual no tengo copia, porque nunca la obtuve del anillado, pensando
que no era propio de tomar pertenencia sobre algo que no era mío. El libro
hacía enfoque sobre aspectos olvidados de la vida del Cura Gaucho, como su
condición de matador de perros.
Solo puedo aportar el prólogo que le remití. Letras dormidas
que despiertan con el fragor de su sangre…
Llegará un tiempo en
que la población de Río Grande se divida entre los que conocieron al Padre José
Zink y los que no llegaron a conocerlo.
En esta última
categoría ingresará el Padre Jorge Langus quien, pese a formar parte de la
misma Obra de Don Bosco, no llegó a tratarlo.
Pero esta
clasificación será discutible en su
persona, puesto que al ordenarse su destino en nuestra localidad se compenetró
de la gran presencia que ha tenido en pampeano cura gaucho, en sus distintos
destinos fueguinos.
Y esa situación
despertó en él su siempre vigente empuje intelectual que lo puso de plano con
indagar entre la documentación obrante en las casas salesianas, y la memoria
comunitaria, elaborando este libro en el cual se nos presenta al querido padre
en una dimensión que presentará novedades sobre su existir, incluso para
aquellos que piensan que lo han conocido intensamente.
En estos tiempos en
que las comunidades parecen dejar de lado los valores de la espiritualidad el
Padre Zink ha sido en faro que iluminó a sus contemporáneos y proyecta sus
valores solidarios, argentinos y cristianos hacia las nuevas generaciones.
El cura que siempre
nos dejaba una enseñanza, una sonrisa, emerge en estas páginas para que nos
interioricemos con su lectura, para que la compartamos con nuestros afectos,
para que proyectemos hacia los siempre renovados pobladores de este sur la
entidad de vida que anidó en nuestro campo y ciudad.
Y si ahora, por eso
que forma parte del mundo de los sueños, se nos podría presentar el cura
después de leer el libro que habla de su existir.. ¿Con qué nos saldría para
sintetizar esta mirada de un cura a otra cura?
Tal vez tomaría uno de
sus lugares comunes, y lo pronunciaría entre serio y risueño –sirviéndonos un
mate, o un agua bendita- pero habría un decir para cada uno.
A mí me parece que me
tocaría ese que decía:
-Hacete inmortal.-
Como decía cada vez que te pedía un favor.
Y el favor se lo ha
hecho el Padre Jorge, al Padre José.
Oscar Mingo Gutiérrez.
Catecúmeno del Cura
Gaucho año 1961.
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