se suicidarían en masa.
Winston Churchill
Raúl Favella, con esta cita, la cuenta en LOTE de la entrevista que se
realizara al cineasta de Operación Algeciras:
El español Jesús Mora, desnuda un oscuro momento de la ya de por sí
oscura historia de la guerra de Malvinas: el complot tramado por Isaac Anaya,
por entonces comandante de la Armada Argentina, y el ex montonero y experto
buceador Máximo Nicoletti para volar una nave de guerra británica en la base
colonial de Gibraltar. La sola posibilidad de pensar en las represalias que
habría desatado la acción en el caso de haberse concretado nos hiela la sangre.
Más aún cuando el filme devela hasta dónde la inteligencia británica especuló
con el incidente, del que estaba informada casi desde sus comienzos, lo cual no
puede menos que hacernos imaginar en que medida éste pudo ser funcional a los
fines de su estrategia política y militar.
El filme transita uno de los más notorios episodios de coincidencia
ideológica entre los contendientes del conflicto que desangró a nuestro país
durante la dictadura militar de 1976 a 1983. Pero va mucho más allá, hasta
lograr que el humor penetre por la grieta más sutil de la tragedia argentina:
su costado grotesco. Frente a la cámara de Mora ambos protagonistas naufragan
sin percatarse de ello en el mar de autismo que hasta el día de hoy parece
hacerles sentirse los héroes de esa otra guerra que nunca existió.
Los testimonios de Anaya y Nicoletti dan lugar a una vergüenza que no
debemos atrevernos a ver como absolutamente ajena. ¿Hasta dónde el supuesto espíritu
belicoso de aquellos días no habitó en algún rincón del corazón de todos los
argentinos, aún de aquellos que veíamos críticamente las finalidades profundas
del conflicto? ¿Hasta donde solamente los dirigentes venales de las
organizaciones guerrilleras priorizaron especulativamente las coincidencias
ideológicas con el régimen, aunque para ello hubiera que olvidar a los miles de
desaparecidos y torturados, quienes por ese entonces todavía abarrotaban las
cárceles y los campos de concentración de la dictadura?
Jesús Mora corrió el riesgo de caer en una tesis miserable sobre la
conciencia crítica de los argentinos. Es cierto, pero no lo es menos que
algunos de los ataques a los que se expone guardan el eco de las actitudes de
aquellos tiempos. ¿Es excesivo decir que solamente un cineasta de su maestría
pudo afrontar la desmesura del desafío? Creemos que no. Sus ojos europeos dan
cuenta de un acercamiento original hasta ese otro americano
que, para el viejo continente, suele resultar incapaz de superar el trauma de
la integración forzada de las culturas autóctonas con los valores universales
de los que Europa se siente la depositaria exclusiva. El filme trasciende el
tono didáctico del documental histórico y constituye un verdadero ida y vuelta,
en el que el realizador se nutre de los elementos que le aporta una experiencia
distante como lo es la argentina para comprender su propia realidad.
Hallamos algo del desencanto discepoleano en las
palabras de Mora sobre la realidad actual de Europa, y en particular de su
España natal, tan orgullosa como hoy en día parece por acompañar las aventuras
bélicas de George Bush. En la extensa entrevista que nos concedió nos
dijo: “Operación Algeciras forma parte también de mi
historia. ¿Sabes? Me ha ocurrido al encontrarme con la película que también me
he encontrado con que en España tampoco hay respuestas, nadie asume ninguna
responsabilidad política, nadie responde nada por escrito, los gobernantes se
creen los más serios y eso es vergonzoso. Y como todo esto lo he sufrido con la
película yo me he quemado, no soporto ni un día más esa España que me insulta
cada vez que enciendo el telediario y un político me cuenta algo. Yo soy
sensible y no puedo vivir tapándome los ojos. Luego de dos años en el poder
Felipe González consiguió con un referéndum asimilar el ingreso en la OTAN, y
luego el ingreso a la Comunidad Europea, pero lo hizo a conciencia, y con un
plebiscito y escuchando a todos. Veinte años después estoy quemado; lo que
quiero contar, lo que me he aprendido y lo que más me violenta es qué maduros,
qué cuidadosos éramos con nuestra democracia a cinco años de instaurada, qué
convivencia, qué consenso, y cómo hemos perdido todo eso veinte años después,
con el actual discurso populista y falso. Esto me enerva”.
LOTE: ¿Qué relación te
parece que guardan los argentinos de hoy con la guerra de Malvinas?
Jesús: Un taxista en Trelew nos llevó a lo largo de cincuenta o sesenta
kilómetros hasta Puerto Madryn. Yo me dije: ¡Esto es La película del
Rey! Voy a estrenar mi película a Puerto Madryn, y entonces le pregunto
al taxista qué recuerda de aquella guerra de las Malvinas. Era un pibe de unos
veintisiete años que era bailarín folklórico, había recorrido Europa, España, y
me decía: “yo recuerdo que con tres o cuatro años veía muchos aviones, sirenas
de bombardeos, simulacros, apagones, y un miedo irracional. No sigo teniendo
ese miedo, pero nunca he sabido qué es lo que ocurrió en aquella guerra”. No
estoy hablando de algo que es una postura, estoy hablando de algo que remueve emociones
en seres que tienen veintiséis o veintisiete años, no estoy contando la
historia de nuestros bisabuelos, de la guerra de Cuba o la guerra del desierto.
Estoy hablando de una historia que pueden compartir dos generaciones muy
cercanas: los padres y los hijos. Me he dado cuenta de que la guerra de las
Malvinas las nuevas generaciones la ignoran por completo. Cuando terminé la
película entendí porque es esto. Puedo entender o comprender porque de una
manera freudiana se quiso borrar esa memoria. Fue una guerra que entusiasmó,
hizo un movimiento interno, nacional, de la población, de los ciudadanos, y
luego supuso una defraudación, porque frustró, porque lo de íbamos
ganando era una mentira más, y
luego supuso una derrota de todas esas expectaciones, ese entusiasmo, e
inmediatamente después de esa derrota supuso una victoria sobre el proceso
político militar que existía en la Argentina. Con lo cual la psicología del
argentino con qué se queda de todas esas emociones y circunstancias que vivió
en dos meses. Se queda con la última, que es que se acabó la dictadura y hubo
una guerra equivocada, o mal planteada, o sin solución posible. Pero lo que
nunca se puede olvidar es que la guerra existió. Y hoy ves gente de veintiséis
o veintisiete años que la recuerda en su memoria subconsciente.
Es un período histórico que no se estudia en los colegios
argentinos.
Pues ése es otro dato más para asustarse, porque si no aprendemos de los
errores los seguiremos cometiendo. Operación Algeciras no
solamente remueve vuestra memoria, me ha ayudado a contar y a refrescar y
revelar nuestra memoria española. A saber de dónde viene la situación en la que
estamos. ¡Qué descentrados y qué cantidad de valores hemos perdido después de
veinte años de democracia! Con la excusa de un comando que va enviado por la
dictadura militar argentina a sabotear la base militar británica de Gibraltar
desde España, había una pregunta clave que era qué ocurría en aquella España,
donde yo tenía diecisiete años para dieciocho, estaba politizado, muy
preocupado porque al entusiasmo de la juventud se sumaba el entusiasmo por una
nueva era política de un país que desde que yo tenía memoria y desde mi padre y
desde mi abuelo, no había vivido esa posibilidad, esa esperanza de bienestar,
de modernidad, sobre todo de modernidad dicho en el mejor sentido, igual que lo
promovían los franceses de la revolución francesa: ¡Acabemos con el antiguo
régimen! Con lo cual se nos hace difícil ahora en España la regresión al
antiguo régimen, a las antiguas formas. Cómo siendo joven –que en Europa
con 39 años somos pibes todavía– puedo pensar que de esa infancia que dejé
atrás hay valores que quieren volver a revalorizarlos... es complicado.
¿Cómo te informaste de la guerra en aquel momento?
Yo tenía un profesor anglófilo, mi profesor de historia. Yo era un
fanático de la historia y la geografía, tenía facilidades y recuerdo mi
discusión con el profesor de historia estando en tercero del bachillerato, como
acabándolo. Yo discutía con mi profesor que decía: “Inglaterra es la
democracia” y yo decía: ¡Argentina es la Argentina, y nosotros somos latinos!
En aquel momento en España éramos latinos, los británicos nos despreciaban,
éramos un país de segunda división. España era un país a la cabeza de los países
no alineados, o si quieres un país a la cabeza del Tercer Mundo. Acabábamos de
tener un golpe de estado que nos ponía a nivel de los griegos. ¿Cuál era
entonces la propuesta que promovía el periódico El País, de
reciente publicación? La obsesión de (Leopoldo) Calvo Sotelo (Por entonces jefe
del gobierno) era ubicar a España en el mundo occidental, por encima de
resquemores, influencias y guerras internas. Primer paso para ello: ingreso en
la OTAN. ¿ Con qué se enfrentó? Él iba a dar el primer paso para la apertura de
la verja que Franisco Franco había cerrado en Gibraltar. Ésa es nuestra
analogía con la situación de ustedes por las Malvinas. Estaba entonces (Calvo
Sotelo) viajando por Gibraltar y le comunican la recuperación de las Islas
Malvinas o la invasión de las Falklands ¿no? Y entonces dice: “son problemas
distintos y distantes”. ¡Qué lejos estaba de saber que pronto iba a tener un
comando visitándole! No estábamos ni tan lejos ni tan distantes. Estábamos muy
cerca de Argentina. ¿Cómo se podía producir el fenómeno de que el exilio
montonero, el exilio de la ultraizquierda argentina, se manifestara
entonces por lo mismo que la ultraderecha española? Lo mismo. Y los españoles,
confundidos, estábamos políticamente detrás de la democracia, queríamos la
democracia. Y hoy día a la democracia le hemos perdido el respeto, el interés,
la hemos desvirtuado y ni siquiera somos latinos ya, veinte años después.
Hay varios momentos de la película en los cuales los protagonistas, como
decimos los argentinos “se dan la cana solos”, como si alguien se delatara, se
pusiera las esposas, entrara en la celda y le entregara la llave al carcelero
sin que nadie lo obligue. Anaya y Nicoletti desnudan su naturaleza sin
necesidad de que les indagues, espontáneamente...
Sé por donde va la pregunta. Pero no hay más que lo que estoy contando y
lo que estoy mostrando. No hay más patas a la mesa. Yo quiero contar con
franqueza lo que ocurrió a partir de la Operación Algeciras que transcurrió a
partir del 2 de abril de 1982 hasta final de mayo. Quiero saber qué ocurrió y
creo que es el momento de contarlo. Yo no soy juez, ni fiscal, ni como diríamos
en España: ni la Guardia Civil. Yo soy un narrador de historias, un director
que buscaba un guión y lo he conseguido cuando he terminado la película, no hay
más.
Eso suele ocurrir con el documental, que el guión definitivo recién esté
escrito al terminarse la película...
Sí, pero no deja de haber un guión en estructuras, en ideas, porque hay
cosas que luego te preguntas cómo encajan todas, hay una especie de intuición.
Es mi primer largometraje documental, pero es mi tercer largometraje, ya he
hecho tres películas de ficción. Aunque parezca joven llevo veintiún años en
este oficio. Vivo para el cine pero el cine también me alimenta la vida. He
logrado separar las dos cosas y me alimentan ambas. Al margen de que se podía
vender como guión, saber hasta dónde me iba a sorprender saber la verdad. Y la
película parece ciencia ficción pero es absolutamente real, todo está
corroborado, comprobado; he recorrido muchos más caminos que los que cuenta la
película, porque para hacer un buen resumen tengo que saber mucho más que lo
que resumo.
Es un documental que tiene caracterícticas de ficción...
Pues me pones la piel de gallina porque eso es lo que uno pretende como
director. No te digo que haya hecho trucos pero también soy una especie de
David Copperfield que me se mis trucos, y si tú te los crees y funcionan, estoy
feliz. Pero son trucos y maneras de sentir, de emocionarse y no serviría de
nada si no lo transmito. Si hablamos de cine –podemos hablar de cine
científicamente– yo hice una película anterior con Aitana Sánchez Gijón, una
estrella, presidenta de la Academia Española, jurado en Cannes, y me tocó un
momento muy alto de ella. Después de acabar esa película me llegó la noticia de
ésta. Quería reencontrarme y poder hacer un cine útil, para mí y para el que lo
vea. Y empecé a revisar el cine útil de los años sesentas y setentas, los Costa
Gavras, los Gilo Pontecorvo. Pero sobre todo un guionista que estuvo en dos
películas de ellos: Estado de Sitio y La
batalla de Argel: Franco Solinas, guionista fundamental. Entonces
empecé a darme cuenta de una cosa: ellos utilizaban la realidad pero estaban
desarrollando una ficción. Y yo de pronto dije tengo una realidad y unos
elementos de realidad y con ellos puedo construir algo que se me asemeje a la
ficción. Yo tengo un documental ¿Puedo inversamente construir una ficción? Voy
a mantenerme como en Los cañones de Navarone y El
gran escape: te doy un momento de emoción y entonces corto y te doy
otro punto de vista. Cuando te logro intrigar vuelvo al punto de vista que
había dejado. Así todos los personajes se complementan y uno no tendría valor
sin el otro, son todas piezas que se van valorando. El testimonio del montonero
es el punto de vista del comando, pero no tendría sentido ni valor sin el punto
de vista del mando, que representa el Almirante Anaya. No tendría mucho sentido
todo el testimonio, la teoría sobre la parte española, si no hubiera una persona
que les alquilaba coches a los comandos frente a la estación de Málaga. Resulta
que aquí os parece raro la tranquilidad con la que se afronta la historia. Yo
pensaba que en Argentina iba a haber dificultades –en España he tenido todas
las dificultades posibles– pero he conseguido testimonios que no consigues en
ningún lado. He conseguido el testimonio del confidente, no hablan las personas
con cargos públicos pero habla un confidente con total normalidad y
tranquilidad. No es válido un documental si no hay un flujo natural entre los
personajes. ¿Para qué le voy a preguntar a alguien que me dice: yo no quiero
contar? ¿Conocéis relaciones carnales que funcionan si uno fuerza al otro? No.
Aquí todo fluye con normalidad y hay momentos de tristeza, de humor...
De intriga...
Pero la intriga es porque el espectador tiene un privilegio. Yo ya no lo
tengo. Yo me he enfangado en la piscina de toda la historia. Camino que me
decían, camino que emprendía. No me llevaba a ningún sitio, volvía. Pero el
espectador tiene el privilegio de que le he ordenado toda la narración. Va a
vivir la operación de la manera que la vivió el comando ¿Hoy qué ocurre, y
mañana qué va a ocurrir, y al día siguiente? Eso es lo que produce la intriga y
la emoción.
Y el miedo por el posible final de la operación si se hubiera llevado a
cabo...
Pues a lo mejor era el más famoso atentado de la historia argentina. Una
de las operaciones de más renombre de la historia bélica argentina, que no es
tan extensa...
Miedo a que no quedara nada en pie por una bomba nuclear británica...
Pero es que aquí hay mentiras, las armas nucleares estaban en el Peñón
de Gibraltar. Aquí nos escandalizamos con las armas nucleares. La película está
contando otro secreto que yo creo que debe ser compartido por la sociedad española
y la argentina. Tiene valor para ambas. Y tú ves que hay tranquilidad en
algunos testimonios. Pero ¿Y los ingleses? ¿Y el testimonio del inglés, que es
el testimonio oficial? El único que se ha atrevido a escribir un libro sobre
esta operación de la guerra secreta de Malvinas. ¿Qué bases, qué argumentos
tiene? ¿Cómo la película va de una manera normal y sin traumas desmoronando
esas teorías tan firmes? Yo he encontrado pistas, no soy un detective pero soy
un apasionado de lo que hago, yo puedo hacer un programa de lo que sea y me
empapo de ello, es lo del director: no sabemos de nada y sabemos de todo. Tú me
sueltas y yo me empapo de lo que sea. Entonces he sido como un investigador
ingenuo. No miraba nunca atrás, siempre adelante. No podía dormir con la
conciencia tranquila. Yo nunca me he cansado, nunca me ha conformado el
titular. He ido más a buscar el matiz y el detalle más que el titular. Y por
eso éste no es un trabajo periodístico, es el trabajo de un director apasionado
en busca de una historia, y al final de todo, ex profeso, tengo la película con
su guión completo.
Hay una expresión impactante del almirante Anaya, cuando dice de
Nicoletti que más allá de los errores de su vida es un gran argentino. Quizás
si no hubiera sido así no habrían podido confluir en la operación. Dos
argentinos unidos bajo un discurso nacionalista pero con un gran desinterés por
el resto de los argentinos.
Yo no puedo hablar de eso porque ya está la película. Yo solamente
permito que lo expresen en la película. Y por esto que estás comentando hay que
darse cuenta del valor histórico y testimonial que tiene el filme, aunque no
hay ningún testimonio oficial que reconozca estas colaboraciones. Por lo cual
yo me he dado cuenta del valor testimonial pero yo no voy a juzgar; sería muy
osado que me pusiera a especular sobre esto hablando de cine.
Hay un grado de compromiso que va más allá del trabajo del director de
cine. El filme sería una radiografía aséptica de un episodio de la historia
argentina si no penetrara tan profundamente en la historia española. Hay una
exposición, yo diría más escandalosa del episodio argentino, pero como un
bisturí la película cala muy profundo en la historia española.
De momento sólo me ha calado a mí y a algunos otros. Ha tenido
repercusión de medios por el Festival de Huelva pero no tengo conocimiento si
les cala. En lo que refieres al Almirante y al ex guerrillero montonero
Nicoletti fíjate si tiene valor que lo que no permití es que me mintiera
ninguno de los dos. La cuestión era que me podían mentir o no, pero no me
podían mentir porque yo estaba informado de las cosas. Yo lo que dije es: no me
cuentes historias porque ya se cual es la verdad. ¿Tú ves algún primer plano en
el que yo enfatice las cosas? Mi posición, fíjate, mi postura, como cineasta es
hacer ventanas, mostrar espacios para que las personas se expresen. Yo
manipularía si intentara decirte donde hay que subrayar, donde hay que
enfatizar, (en cambio) procuro mantener la distancia para que los personajes
respiren con su aire en su espacio. En ningún momento mi cámara se ha
aproximado a decirte queé es lo importante ni qué no lo es.
Eso es de lo más valioso de tu película porque a
uno le deja reflexionando...
Perdona que te interrumpa pero después de las risas, las intrigas y las
emociones, después de todo eso llega la reflexión, y eso es importantísimo. La
gente sale con ganas de reflexionar pero mientras la ha visto, la ha visto. Eso
es al abracadabra del director: te agarro del cuello y quédate
con todo eso.
La película con todo eso da un poquito de espanto...
Todas son emociones, unas complementarias de otras. No existe el miedo sin la felicidad o la risa, no existe el espanto sin la satisfacción. ¿Por qué te ríes? Porque es una válvula de escape. Cuando estás padeciendo toda la tensión del comando llega un momento en que cómo no te vas a reír, si hay una torpeza. ¿Cómo no te vas a reír de la cara que pusieron los españoles que se dieron cuenta de lo que estaba pasando?
También hay momentos en los que Nicoletti ríe trágicamente y da la
sensación de disfrutar del hecho de estar al filo de la muerte.
Por el humor nos conectamos. Hasta Anaya tiene humor.
Anaya en su película tiene una imagen distinta de la que se conoció
durante la guerra.
No se logra desprender del todo...
No, no. Pero por ejemplo, cuida su aspecto personal de un modo
diferente...
Pero hay una cosa, las risas. El historiador oficial británico que
participa de la película, lo hace todo con sobriedad, ¿Y? ¿Es más sincero? No.
Es terrorífico.
El aspecto más trágico de la relación de Argentina con el mundo es la
aceptación de que quienes manejan el poder son los verdaderos dueños del
sentido común. En cierto sentido es lógico que a nosotros el inglés nos parezca
una persona seria.
Pero es una pose. Hay algo que debemos aprender con esta película:
distinto país, distintas costumbres. Yo soy un europeo que cuento una historia
que compartimos. Está bien abrirnos a puntos de vista distintos. ¿Sabéis que en
España para que alguien me contara algo sobre la guerra civil tenía que ir a
ver un documental en francés de Rossif: Morir en Madrid?
Agradecía como joven que alguien desde fuera le diera valor a nuestra propia
historia, algo que nosotros mismos no fuimos capaces de valorar. Nos suena muy
bien cuando un inglés nos dice: la heroica resistencia española ¿Heroica? Es
ese punto de vista mío respetuoso, informado, sin querer aburrir; yo creo que a
los jóvenes eso les llega.
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