RASTROS EN EL RÍO.91* “De cómo en su momento se consideró digno de rescatar de todo olvido a una figura pionera del un ayer riograndense menos mezquino del que comenzaba a presentársenos.”


Pocas vidas tan ganadas para la historia de Río Grande como la de Don Francisco Bilbao Irralagoitía.

Claro que él no utilizaba el apellido materno, como luego sus hijos se despojaron del Arriola que heredaron de Doña Jesusa.

Francisco Bilbao fue su nombre, su identidad política, su razón social. Hoy es también una calle. Por eso le advertimos que no es el nombre del publicista chileno de tanto desempeño en su labor en la ciudad de Buenos Aires.

Este Bilbao vino de España, ...vasco para mayor dato.

En 1905 recaló en la Isla. Tuvo su vinculación inicial con los Menéndez, el boliche de Soldani –llamado entonces El Cañón- pasó a ser su casa, donde reunió entre otros enceres algunos que le vendieron en la Misión. Al tiempo sería dueño de su negocio y de varias interesantes iniciativas.

“Aquí la vida en general es constantemente de lucha y trabajo porfiando adelanta cada cual lo que pueda –le escribía en Julio de 1913 a su cuñado Marcelino residente en Elgoibar- el que no está dispuesto a la lucha tiene que vivir peor que en España y que en cualquier punto de Europa, no se conocen los bailes y fiestas ni el país se presta tampoco, en ninguna parte de América se acostumbran bailes y fiestas al aire libre como en España, aunque las personas de esa afición siempre encuentran jaleo en las casas de mal vivir, pero a los aficionados a esto se les mira con cierto desprecio especialmente entre los Europeos, por que es opinión general que a la América no se biene a divertirse sino a trabajar mucho mas firme que en Europa y especialmente que en España que se dice que es el país de los toreros y chulos por excelencia que por eso está pobre y atrasado y no por culpa de los malos gobiernos como se dice allá.” Ocurría que el muchacho había malgastado el dinero de una pasada en el puerto de Burdeos, y ahora arrepentido pedía otra oportunidad para venir. Por eso el sermón severo, reflejando el pensamiento austero de nuestro hombre. “Ya te digo –proseguía Bilbao, comerciante y estanciero- todo lo que sean de aires de jaranas son despreciados, lo que se aprecia es el hombre de actitudes de trabajo que es la base de todo progreso; en una palabra ya que tu estás por venir a quí es conveniente que sepas que ahí se viene a trabajar firmemente en cualquier trabajo que se presente basta que sea en vivir onrado y a luchar firmemente para ahorrar el dinero que se pueda, para el que no se estubiera completado dispuesto esto, aquí es cincuenta mil veces peor que en España.”

El negocio de Bilbao prosperó en el puerto: agente naval de los Menéndez, dueños ellos de cuanto campo existía inmediatamente al norte y al sur del río. Hotel a veces fue su casa a falta de un reducto en el caserío con las más elementales comodidades y cordialidades.

Allí falleció el dentista norteamericano Ralph Newbery cuando realizaba prospecciones mineras en uno de los yacimientos de la zona norte. El padre de Jorge Newbery afectado por las condiciones climáticas y ambientales muere en el hotel de Francisco Bilbao el 20 de abril de 1906 y fue cinco días después –mientras se construyó el féretro y mejoraba el estado del camino- que se lo sepultó en el cementerio de La Candelaria, en una fosa que abriera Aurelio Nepi y a donde se lo llevara en el vehículo policial del comisario inspector Domínguez.

Estas y otras experiencias que lo muestran siempre solidario fueron dibujando el perfil más recordado de Bilbao.

Así llegaron los hijos: Donata, Ruperto –quien sería nuestro primer y único gobernador nativo, Luz, Pache, Ana... una familia fueguina.

Al momento de invertir Don Francisco lo hizo sin reparos ni especulaciones, por eso en tiempos en que la Tierra Fiscal fue distribuida elige el asentamiento de Policarpo, lejano si pero dotado de las ventajas de tener acceso por mar, en tiempos en que los vapores parecían ser modernos y perdurables vínculos de la producción ganadera con el resto del mundo.

Crecida la colonia agrícola accedió a la Chacra II por eso de que se privilegiaba a los estancieros que tenían lejos sus campos de darles un lugar de pasturas a sus majadas en tránsito.

No le fue fácil llegar a Policarpo, hubo que levantar puentes sobre el río Bueno, un entramado de madera de más de cincuenta metros de longitud, y también sobre el río Leticia –nombre dado al curso de agua en memoria de Leticia Esperanza-, esposa alacalufe de Juan Ferrando, ex coadjutor salesiano que trabajaba en sus campos luego de protagonizar ambos una singular historia de amor.

Pero en el pueblo Bilbao, era más conocido por su negocio: “En lo que yo me dedico –escribía- es un almacén de Campaña que es venta de mercadería generales o sea comestibles, licores, ropa, calzado, etc. Y algo de hotel, por1ue también se da de comer como en todos los almacenes de campo en este país, y también tengo crianza de ovejas, actualmente unas seis mil –era 1913- en un terreno fiscal –que sigue- de propiedad del gobierno, en un paraje situado en la misma isla a unas veinte leguas distancia que aqquí sería más lejos que dos veces de Mallavia a Bilbao, esta distancia lo hago de a caballo en mis viages que hago allá y algunas veces paso temporadas de 15 días o un mes allá trabajando con los travajadores que constantemente tengo allá cuando estoy aquí –señalaba Bilbao- tengo que travajar desde travajos de escritorio para abajo hasta barrer si es necesario.”

La carta enviada a su cuñado, que tiempo después haría también sus pesos en nuestro Río Grande. “Estos negocios que acabo de citar los tengo en sociedad a medias con unos señores muy ricos de Punta Arenas, pero toda la administración de los negocios que te he dicho lo tengo bajo la firma social de “Bilbao y compañía” mis socios no se ocupan más que en mandar una vez al año un representante a revisar los libros de contabilidad y a pasar balance”.

Pero pasemos a recordar la vida pública de Francisco Bilbao, esa que lo llevara a ser presidente de la Comisión de Fomento, desde su constitución en 1928 hasta 1949, con un solo lapso de ausencia entre 1946 y 1948.

Néstor Tadich ha dicho sobre su conducta: “Don Francisco ejercía aquél cargo con total absorción de tal manera... que parecía imposible imaginarlo en al­guna otra actividad o que algún otro ciudadano pudiere suplantar­lo. Su espíritu de trabajo irradiaba a su alrededor una atmósfera de actividad creadora, y dentro de los menos que precarios recur­sos que contaba ejecutaba todas las obras de bien común que su buen criterio le dictaba.

“Una de sus principales iniciativas fue la creación de una plaza en Río Grande. Plaza en la que apenas comienzan a prosperar los árboles que plantó con cariño y fervor, que cuidó con férrea voluntad y que vigiló día tras día en empeñoso ánimo de verlos crecer, a pesar de ser sacudidos por el viento fueguino en aquellos largos veranos, y apretados y heridos por las crueles escarchas en las eternas jornadas de invierno.”.

Don Francisco, además de la plaza cercada que se inaugurara el 16 de Diciembre de 1937, diseñó la Escuela Fiscal cuyo edificio sirve hoy a la Municipalidad.

Tadich nos hizo también un retrato del personaje: “Era un hombre alto, pero cuya corpulencia hacía pasar inad­vertida esta condición. Cuando lo conocí, una calvicie total co­ronaba su frente. Bajo espesas cejas, sus ojos vivísimos radio­grafiaban al interlocutor. No era don Francisco hombre al que se pudiera mirar de soslayo. Su rostro, cruzado por las arrugas de la madurez, daban a su gesto una extraña movilidad y magnificaban sus afirmaciones. Su voz sonora y recia estallaba en frases ro­tundas. Su andar, algo pesado pero ágil. Su risa franca y jovial. Sus enojos temibles y sus caprichos admirables.”

El mismo cronista que al referirse a Bilbao lo identificaba como “Un patriarca fueguino”, recuerda una anécdota importante para describir su rol social en nuestro pueblo:

“Corría el año 19, cuando don Francisco, ejercía en Río Grande las funciones de Juez de Paz y Encargado del Registro Civil. Más tarde se agregarían a éstas la de Jefe de Correo, ya que en su negocio se instaló una estafe­ta. En aquel entonces era casi nula la población urbana. En gene­ral ella se componía de ovejeros, mineros, loberos, peones y aventureros; es decir, una heterogénea comunidad de hombres que iban y venían buscando su destino sobre las agrestes y desoladas regiones de Tierra del Fuego, circunstancias en que el Gobierno Nacional estimó necesario ir organizando la administración públi­ca de la zona.
“Fue por aquel entonces que llegó un nuevo Comisario de Poli­cía, quién, con su reducida dotación, se encargaba de custodiar la vida y orden de la incipiente población.
“El tal comisario era muy aficionado al boxeo y para acortar las tediosas horas de guardia había recurrido al arbitrio de or­ganizar y a veces protagonizar sesiones de «guantes» con sus sub­alternos. Fue así que una tarde cualquiera, con uno de sus «ca­bos», se trenzó en un gimnástico y elegante pugilato. Pero por allí los ánimos se enardecieron y la sesión de boxeo se transfor­mó en gresca descomunal y escandalosa. Hubo insubordinación y hasta rebelión de las tropas divididas automáticamente en bandos irreconciliables. Constituido, digamos así, el primer «planteo» fueguino, un agente corrió a dar cuenta de estos hechos a don Francisco, el cual acudió presuroso al lugar de los hechos. Y allí, «manu militari»: ¡Arrestó inmediatamente a los contendien­tes y asumió en forma instantánea las funciones de Comisario!
Días después, en un transporte de la Armada, de los escasos que recalaban en el puerto; remitió a los detenidos a Río Galle­gos, dejándolos a disposición de la justicia letrada. Asumió mientras se normalizaba la situación... y fue así como don Fran­cisco durante ese lapso ejerció de Jefe de Correos, Juez de Paz y Comisario...” es decir que tuvo la suma del poder público existente en Río Grande.

Vamos a terminar esta evocación del Primer Bilbao con otra anécdota, transmitida por el Comisario Anibal Allen, cuando fuera Comisionado Municipal: “la expansión poblacional del barrio La Vega llevó al otorgamiento de terrenos hasta la última calle del perímetro urbano original de la Colonia Agrícola –tal como se la pensara en 1921- allí donde comenzaban las quintas habría que abrir una calle, y esa arteria pasó a ser denominada por sus vecinos, gente humilde y reconocida, por el nombre de Francisco Bilbao. Cuando Allen se dio cuenta que no existía denominación oficial la convalidó mediante una ordenanza. Y ahora –esa calle- que debería llevar el título de “Don” para correlacionarse con los sentimientos populares, guarda un homenaje espontáneo para el hombre que encontró su destino en nuestro suelo, y de cuyo bautismo aparece el primer hecho de democracia directa, y bosqueja el procerato de la figura indiscutible de Don Francisco Bilbao Irralagoitía.”



2 comentarios:

Anónimo dijo...

... Muy interesante este artículo Mingo ... Y además contiene un “rastro visual” que es una perlita.

Siendo “A hacha cuña y golpe” al momento mi único libro que cuenta específicamente sobre la ciudad del norte fueguino, de allí tomo una anécdota narrada por Juan Muñiz que da cuenta un poco de la personalidad de Francisco Bilbao, además de conectarse ésta con algunos aspectos referidos en tus líneas.

Juan Muñiz nació en Gijón (Asturias) en 1907, llegó a Río Grande en 1937, año en que fuera trasladado desde La Anónima de Río Gallegos a la sucursal abierta en Río Grande. Al respecto de la instauración del llamado “sábado inglés”, Juan Muñiz cuenta lo siguiente:

“Yo le di trabajo (a José Cabezas) de cajero en La Anónima cuando salió de la policía (...). Entre él y yo fuimos quienes establecimos el ‘sábado inglés’ en Río Grande. Entre los dos, le preguntamos al gerente, el señor Roselli, y él nos dijo que no había inconveniente porque todas las sucursales de La Anónima hacían sábado inglés. Pero, no obstante eso, para no chocar con la Comisión de Fomento, me presenté al Señor Francisco Bilbao y le dije: ´Don Francisco, tenemos este pensamiento, queremos que acá rija el sábado inglés’. Y él nos dijo que no, que estábamos locos porque los sábados y domingos eran los días en que la gente de campo venía a comprar al pueblo. Bueno, nos callamos la boca, pero luego de consultar otra vez con Roselli, le dijimos que el sábado siguiente cerraríamos a las trece y veríamos lo que hacían los demás, Raful e Ibarra, porque Raful e Ibarra tenían despacho de bebidas en el mostrador mismo de la casa almacén. Después de cerrada la puerta, a las siete u ocho de la noche, estaban allí atendiendo hasta las doce o una con parroquianos de la noche. Entonces cerramos la primera vez, que habrá sido en el año 40. Llegaron las trece, cerramos la persiana y no pasó nada. Los demás siguieron abiertos. Pero para el otro sábado cerraron también. ¡Entonces quedó establecido el sábado inglés! Al día siguiente, Bilbao se vio conmigo y me dijo: ‘Ustedes ganaron, pero no tenían derecho. Van a bajar mucho las ventas porque los estancieros vienen a comprar sábado y domingo’. Y yo le dije: ‘Y bueno, Don Francisco, que vengan lunes, martes, miércoles, jueves y viernes’. El primer encargado de Estafeta de Correos fue Bilbao. El primer Juez de Paz de acá, fue Bilbao, Francisco, el viejo. Él fue el ‘hombre múltiple’. Bilbao fue el que ideó e inició la escuela y todo lo que hizo, lo hizo ad honórem. Y fue Bilbao, el que trajo de la plaza de Punta Arenas, las plantas para la plaza de acá”.

Un abrazo Mingo ...!
Hernán (Buenos Aires).-

Anónimo dijo...

Mingo,

Para quienes seguimos tu blog, interesados en aquellas historias poco conocidas o que no traspasaron a las páginas de los libros, ¿Podrías escribir un "rastro 2014" sobre la historia de Leticia Esperanza y Juan Ferrando?

Sería también la explicación de un topónimo para el río que lleva el nombre de uno de ellos ... !
Un abrazo,
Hernán
(Buenos Aires)