Muerte para los holandeses al sur de la Tierra del Fuego.



El encuentro entre los holandeses de la flota nasávica y los canoeros de península Allí tuvo un saldo lamentable para los europeos.

La crónica se encarga de testimoniarlo:

“Cuándo los marineros fueron a buscar agua, se les acercaron unos salvajes, con quienes hablaron muy amistosamente por medio de gestos. De inmediato se desató una tormenta tan violenta que 19 de nuestros hombres tuvieron que permanecer en tierra firme, al no poder regresar a sus chalupas. Al día siguiente, de estos 19 hombres solo dos se encontraron con vida. Los salvajes habían llegado al atardecer y habían matado a 17 con sus hondas y mazas,  lo que les resultó fácil ya que los nuestros no habían llevado armas consigo.  Y eso que ninguno de los nuestros había ofendido en lo más mínimo a estos bárbaros. En la costa solo se encontraron 5 cadáveres, entre los cuales se hallaba también el del timonel principal y los de dos peones de a bordo. A estos los habían cortado en cuatro pedazos y aquél había sido desmembrado de una manera extraordinaria.  Después de esto, no se mandaron más chalupas, al menos que en cada una se encontraran de 8 a 10 hombres para defenderse; fe demasiado tarde, ya que este pueblo salvaje no pudo volver a verse”.

Era el 24 de febrero de 1624.

Con el correr de los tiempos vendrá George Foster a analizar lo ocurrido:

Los marinos holandeses y especialmente Jacob L’Hermite, quien condujo la flota de Nassau al mar austral en el año 1624, afirman que los indígenas que habitan las costas australes de Tierra del Fuego, son verdaderos antropófagos, que se matan entre sí no solo por hambre sino siempre que desean preparar una buena comida. Si esta horrible costumbre
Se practicara en algún lugar por verdadera carencia de alimentos, entonces se podría haber practicado como máximo en un pequeño número de pobres desgraciados, que habrían sido desterrados de su fértil hogar, en los desiertos confines del mundo. Pero una tribu tal no podría subsistir durante mucho tiempo.
El incidente ocurrió entre los que viajaban en chalupas a la altura del Cabo de Hornos a la vista de dos islas que no figuraban en las cartas aprovechándose la situación para bautizar a una de ellas con el nombre del almirante L’Hermite, y dentro de ella una bahía que bautizaron Schapenham en honor del vicealmirante, lugar donde encontraron abundacia de leña y agua.

Se llama chalupa a una embarcación pequeña que puede llegar a tener cubierta y hasta un par de velas aunque se utilicen remos en su desplazamiento.

19 marinos debieron permanecer una noche en tierra al sorprenderlos una tormenta, 17 de ellos fueron víctimas de la muerte directa o fueron hechos prisioneros.


“De acuerdo con su manera de comportarse son más bien bestias que hombres ya que desgarran los cuerpos humanos en pedazos y comen la carne, cruda y sangrienta” –dice la antigua bitácora- agregando que: “No hay en ellos la más mínima chispa de religión o cortesía. Por el contrario, en todos los aspectos son brutales...”

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