Piñero y Patella, Leonor María. Gran referente cultural de río
Grande donde su familia fue pobladora de estancia La Criolla. Después
de años en el Buenos Aires regresa por los años 70 y pasa a editar el periódico
La ciudad nueva que se constituye en
el único periódico local durante años. En LRA 24 da vida al ciclo Cono de Tinta
Sur, siendo en su labor promotora de encuentros entre escritores y la misma
Feria del Libro, en su tiempo territorial y provincial. Entre su producción
literaria impresa recordamos Chepachen, libro infantil, Pasitos en la Nieve,
libro de lectura para cuarto grado, La estatua de piedra, novela, Talimeoat, el
cazador de pájaros, obra teatral, su adaptación condensada de Monseñor Fagnano
de Raúl Entraigas, y un sinfín de poemas. De niña se obsesionó por dos
circunstancias que marcaron su origen, el fallecimiento de una hermana gemela
al nacer, y la muerte el 24 de junio de 1930 de su padre –Esteban- poblador de
Estancia La Criolla, en medio de la nieve en la noche del misterio. Falleció en
esa misma fecha de 2010, siendo reconocida como Ciudadana ilustre de su ciudad
de Río Grande. Había nacido en Azul, aunque su familia se remonta a los
colonizadores patagónicos de Puerto Deseado, donde encontraba sus raíces. El
presente escrito comprende una variada serie de observaciones sobre el mundo
cambiante que le tocó vivir.
***
Hacia fines de la
década del 30 y principios de la del 40, dos eran los clubes ue existían en Río
Grande: el Club Social y el Club San Martín. El primero estaba en la calle
Perito Moreno –la principal de entonces- a media cuadra de la calle Libertad, y
el segundo en la calle 9 de julio, ubicado entre el Hotel Comercio y la
prestigiosa Casa Raful de ramos generales, conformando todas estas
construcciones de madera y zinc la esquina con la calle Perito Moreno que,
muchos años después, fue destruida por un incendio. En la esquina de enfrente
se encontraba el hotel Progreso, en la otra esquina la casa de quien llamaban
“la Pata” y en la que hoy ocupa una casa de comercio un terreno baldío, donde
solían reunirse varios niños para realizar sus juegos.
Se accedía al Club
Social por una breve escalera que daba a un hall de entrada de escasas
proporciones. Al abrirse la puerta de entrada, aparecía el salón de baile y los
recién llegados eran recibidos por sones musicales, comúnmente tango, que
emanaban de un tocadiscos . Había bien animados en este club, y en otros no
tanto. Pocas eran las muchachas que vivían entonces en Río Grande: se las podía
contar con los dedos. Los bailes, sin duda, se hicieron más animados con la
llegada del ejército (1943) y que son los que se recuerdan en especial en esta
nota. Allí asistieron el entonces teniente Héctor Castiñera de Dios, poeta como
su hermano José María, que solía improvisar buenos versos pero que nunca quiso
competir con aquel (así a él le parecía). Y el subteniente Sottanis era otro
asistente así como los capitanes Smith y Lobos. Este último, años más tarde,
como coronel colorado tuvo alguna significación en el ejército en las
diferencias de azules y colorados. También asistió, en alguna oportunidad, el
hijo de Cesáreo Bernaldo de Quirós, que enviaba notas sobre Tierra del Fuego al
diario “El Mundo” muy leído en esa época: era el más barato, costaba cinco
centavos cuando los demás valían diez. Solían concurrir las hermanas Roberts,
hijas del juez de paz Milton Roberts, que provenían de Puerto Deseado y que
formarían aquí sus hogares; las hermanas Sucic y algunas otras jóvenes. Algunas
familias iban exclusivamente al Club Social pero otras frecuentaban las
tertulias de ambos clubes. Al Club San Martín solían acudir los soldados
conscriptos y ciertos frecuentadores del Club Social argumentaban que en el San
Martín se divertían más, especialmente en los carnavales. Así recuerda la
señora Lilian Roberts de Finocchio ue, para los carnavales organizaron una grna
fiesta en el San Martín a la que acudieron, entre otros “Pachi” Bilbao y las
hermanas Sucic y el señor Finocchio, etc.
Una animadora de las
fiestas del Club Social era doña Franka Zuvic de Sucic, que asitía siempre en
compañía de su marido don Miguel y sus hijas. Sus oportunas ocurrencias
entretenían a los presentes. Entonces se bailaba tango, el vals, el foxtrot, el
pasodoble, la ranchera, el lambeth walk, el palais galde.. Al Social concurrían
las familias de los estancieros, comerciantes, funcionarios, administradores,
personal jerárquico de la policía… aunue había algunas jóvenes que debían
privarse de ese entretenimiento a causa del criterio sustentado por sus
respectivas familias.
Mi hermana y yo
íbamos a veces. Cuando se sabía con anticipación que iba a producirse una
fiesta importante, como no teníamos ningún vehículo en la estancia entonces, mi
madre contrataba con premeditación un auto de alquiler y, en otras ocasiones,
cuando se sentía predispuesto a ello, era don Esteban Antonijevic (entonces se
firmaba Antunovic) quien iba a nuestra búsqueda. Cuando cumplí 13 años bailé
por primera vez en una reunión familiar, a instancias de mi abuela materna
Bertan Dujon, a quien le encantaba todo eso. Según afirmaban mis tías, había
sido una buena bailadora de minués, valses y mazurcas en Puerto Deseado.
Algunas familias, empero, no veían con buenos ojos que sus hijas comenzaran a
bailar tan temprano. Recuerdo que en un viaje por mar en los barcos de la
carrera del sur, lo hacían al mismo tiempo dos familias de origen inglés: la
una no permitía que sus hijas aceptara un baile mientras que la otra si.
Al Club Social
también acudían las familias Antunovic, Trutanic, Roselli y la señora (él fue
el primer gerente de La Anónima) y, además, Federico Dunker, Iglesias, Tito
Ibarra, Zulema Ibarra, Santomé, Allen, Cabezas, Esteban Sigliano, Salomón
Bunader, Carlos Gómez –jefe de correos-, César Bustos, Hugo Bonifetti, Nicolás
Flores… Este era subcomisario y dirigió el teatro que se inició en el Club
Social del que participaban “Caruso” Roberts, Hugo Bonifetti, Esther Urrea.
Flores había sido amigo de Iris Marga y quien tenía a su cargo los maquillajes
era “Caruso” Roberts. Allen recuerda que él mucho no podía al Club Social
porque cuando había fiestas importantes, como policía que era, le tocaba estar
de guardia en el San Martín. Así que en el salón del Club Social se realizaban
estas representaciones teatrales que eran organizadas por los jóvenes de la
incipiente población y por oficiales del ejército, representando obras escritas
por ellos mismos. No tuve ocasión de
presenciar ninguna. Además de los ya nombrados, interpretaban papeles el
oficial de policía Sozzani –que se casó con la hija de Juan Ferrando-, el
subteniente Sottanis, Jorge Smolcich, etc. También se hizo teatro en el hotel
Progreso de Rufino Álvarez (que antes fuera de Anllo y Vidal, y después de la
familia Villa) y también en la vieja Escuela Número 2 (hoy Municipalidad).
El Club Social fue
la primera institución de nuestra ciudad en obtener personería jurídica,
habiendo sido fundado en 1937.
Leonor escribió esta
relación en octubre de 1992, y la publicó al mes siguiente en el número 211,
año 20 de La ciudad Nueva. El ejemplar costaba $1.
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