En una tarde ventosa de un jueves
primaveral en Río Grande, tuvimos una charla con Oscar Domingo Gutiérrez
(48), quizás la persona que más sabe sobre una historia no muy antigua y no
muy conocida, la Historia Fueguina.
Era media tarde de aquel día, en su
oficina ubicada en las instalaciones de LRA 24 Radio Nacional Río Grande. En
aquel recinto habían afiches pegados de antiguos pobladores como don Segundo
Arteaga. También habían libros, una computadora, y una vieja máquina de
escribir.
Mingo, como todos lo llaman, nació en Río
Gallegos, porque sus padres habían tenido algunos problemas con unos embarazos
anteriores y les recomendaron una mejor atención médica de la que habían tenido
en el campo. Él se considera un santacruceño concebido en la Tierra del Fuego.
Actualmente está casado, pero es divorciado de un matrimonio anterior. Tiene 4
hijos, dos de los cuales estudian en universidades de Capital Federal, y los
dos menores viven en esta ciudad.
Han pasado tantos años de aquella visita de Eber, cumplía tareas encomendadas en su colegio, y es uno de los pocos de los tantos jóvenes con los que he conversado que tuvo la gentileza de devolverme el tiempo entregado por escrito.
– ¿Usted
es profesor de Historia?
–
No, yo soy profesor de Comunicación Social.
Pero cuando llegué a Tierra del Fuego, en el año 1975, había terminado mis
estudios y traté de conseguir un empleo afín con mi capacitación que era el
periodismo, encontré algunos obstáculos pero también encontré algunas puertas
abiertas en el Colegio Don Bosco donde yo había hecho mi escuela primaria y
secundaria. Y tuve la posibilidad de comenzar a dar clases en materias como
eran Formación Cívica, Instrucción Cívica e Historia, para las cuales mi título
tenía carácter supletorio. Y estuve dando continuamente clases hasta el año ’83
donde hice un receso en mi labor docente por actividad política. Pero bueno,
uno un poco tiene cierta identidad con respecto al tema histórico por dos
motivos: uno porque di clases de Historia a casi toda una generación de
riograndenses, y otro porque siempre tuve un gran interés desde que comencé la
universidad por profundizar mis conocimientos con respecto a la historia de
Tierra del Fuego. Yo solía ir regularmente dos, tres, cuatro horas a la
biblioteca Dardo Rocha de la Universidad de La Plata o a la biblioteca de la
legislatura de la ciudad de La Plata, a leer antiguas publicaciones sobre
Tierra del Fuego, cosas que aquí no existían. Entonces me fui formando de un
caudal de conocimientos librescos, que no me lo daba ninguna carrera, es decir,
no existe la carrera Profesor de Historia Fueguina, pero yo un poquitito
me fui formando en esa especialización.
– Investigando,
¿no?
–
Sí, es continuo. Es lo que hago todos los días. Todos
los días uno trata de acostarse sabiendo un poco más de lo que sabía cuando uno
se levantó.
– ¿En
qué establecimientos ha ejercido la docencia?
–
La docencia en el Colegio Don Bosco, en el Instituto
María Auxiliadora y los últimos tiempos en el profesorado del Instituto
Salesiano de Estudios Superiores, allí estuve por un lapso de cinco años hasta
que me retiré en agosto del año pasado. Allí estaba dando un módulo de
Problemática Socio-cultural y otro en pareja pedagógica con la docente Patricia
Irurtia en Ciencias Sociales y Enseñanza de las Ciencias Sociales.
– ¿Qué
representa la historia para usted?
– Bueno, la historia son,
en alguna medida, algo más que los recuerdos. Porque los recuerdos formarían
parte del caudal personal de las vivencias. Para mí, el desentrañar la
historia, el conocer el pasado, es una forma de mostrar que las sociedades
humanas siempre han tenido una serie de constantes, de valores, de ideales y de
equívocos también, que no solamente se encuentran el día de hoy. O sea, es muy
fácil encontrar entre gente de mi edad o mayor aún, gente que dice: Todo
tiempo pasado fue mejor. En realidad todos los tiempos tuvieron sus cosas
buenas y sus cosas malas. Y la Historia es un campo de experimentación de la
verdad. Uno descubre, a veces, que hay muchas verdades, porque cada uno vive
convencido de que lo suyo, su visión del mundo es la verdad. Bueno, esto
siempre ocurrió a través de los tiempos. Y también, la Historia es una madre
que enseña la humildad, por sobre todas las cosas. La gente que no tiene un
conocimiento cabal de la historia, generalmente se muestra muy soberbia y
piensa que se va a llevar el mundo por delante. Pero todos somos efímeros y la
historia nos sobrevive a todos.
– ¿Qué
lo llevó a estudiar la Historia de Tierra del Fuego y convertirse en un
Historiador?
–
Bueno, hubo una gran motivación familiar. Mi padre era
una persona muy lectora y que le había tocado vivir una parte importante de su
existencia en Tierra del Fuego, llegó aquí en el año 1930. Trabajó en un ámbito
rural, que era muy plural, donde había gente de muy diversos orígenes y también
nativos. Y había un culto muy particular de la historia oral, o sea de
la narración, de contar lo que me pasó a mí, lo que yo di, lo que me dijeron.
Durante mi infancia, en una familia pequeñita como era la mía (soy hijo único),
en una época en la cual no habían grandes medios de entretención a la noche
como es la televisión, por ejemplo, se escuchaba radio hasta cierta hora; en un
tiempo en el cual papá no tenía trabajo siempre porque era portuario (entonces
tenía trabajo solamente cuando había parco), era muy común la tertulia
familiar en la cual a veces se sumaba alguna amistad, algún vecino, algún
visitante y formaba parte del culto el recordar, o sea el recordar era una
tradición continua. Y cuando yo voy a estudiar periodismo a La Plata, veo que
hay un caudal enorme de información relacionada con el ayer de Tierra del
Fuego, que corroboraba un poco lo que decían los viejos. Y también me doy
cuenta que en esa historia que se va escribiendo de la Tierra del Fuego, habían
componentes clasistas, es decir: la historia del campo escrita por los
ganaderos, la historia de la evangelización escrita por los salesianos, la
historia de la institucionalización escrita por los marinos. Pero no había una
historia que involucrara a todos los sectores, cada uno escribía la historia de
su sector social como si fuera el mejor y el único; y sobre todo había un
sector que estaba excluido, que eran los sectores populares, la historia no
estaba vista desde la gente común, la gente que trabaja, las clases bajas. Sino
que la historia estaba vista siempre desde cierta elite del poder. Yo pensé que
se podía con el tiempo, construir una visión diferente, y por eso también a lo
largo de muchos años, he venido desarrollando trabajos de historia oral, que es
lo que hago también en Radio Nacional, donde uno le da un micrófono a una
persona que es un hombre común, y ese hombre común tiene posibilidades de
explicar cómo era su mundo, el mundo que él conoció, cómo era su vida, cómo
eran sus inquietudes y su esperanza.
– Supongo
que usted tiene un gran archivo de documentos históricos.
–
Y también muy desordenado (risas). Bueno, yo
creo que en casa se encuentran todas las publicaciones que se han hecho sobre
Tierra del Fuego. Originales en su gran mayoría, algunas pocas por inhallable,
fotocopiadas, algunas porque uno las compra a medida que van saliendo; otras
porque invierte el dinero que vale cierta documentación. Y ahora estoy tratando
de expandir mis archivos documentales, porque desde hace bastante tiempo ya
dejé de consultar solamente de los libros (que es un material de acceso fácil
si se quiere), sino que he comenzado a hacer abordajes en algunos repositorios
documentales de los cuales se puede extraer información interesante sobre el
ayer. Por ejemplo he trabajado con archivos de Vialidad, he trabajado cuando he
podido viajar a Buenos Aires con el Archivo General de la Nación, donde hay
mucho material sobre Tierra del Fuego, inclasificado, muy bien conservado, pero
hecho paquetes; he tratado de ordenar los papeles dispersos del Juzgado
de Paz de Río Grande, que estaban expuestos a las ratas, a la humedad; he
estado trabajando con los archivos de la Misión, desde hace muchos años, las
crónicas, que son los cuadernos donde los sacerdotes día a día escribían lo que
pasaba; voy semana por medio a Ushuaia, para revisar los archivos de la
Justicia. Y bueno, es cuestión de sistematizar toda esa otra información,
muchas de estas cosas no recordadas por la gente. Porque la gente por ahí
tiene, sobre su ayer, visiones parciales de eso, o sea, se acuerda de ciertas
cosas que fueron alegres, de ciertas cosas que fueron tristes, pero hay ciertas
cosas que a lo mejor, a ellos no les pasó o tal vez porque era un mundo
diferente. El Río Grande que tenemos hoy, no era el de otra época; el Río
Grande que tenemos de otra época era un pequeño poblado donde a veces se estaba
unos días, pero fundamentalmente se vivía en la zona rural, entonces la gente
se conocía poco entre sí.
– Entonces,
Río Grande no era un lugar para permanecer diez o doce meses seguidos.
–
Muy poca gente vivía en el ejido urbano de Río Grande,
la mayoría vivía en relación con las estancias. Recién después de los años ’50,
y sobre todo con el auge del petróleo, comienza a haber una población estable
mayoritaria, comienza a haber más gente en el pueblo que en el campo. Antes
siempre, cuando se hacía un censo, había más población en el campo que en la
ciudad. Además con algunas salvedades, esa gente que vivía en el campo, los que
tenían familia, eran los administradores, los dueños de las estancias, los
capataces, y a veces el cocinero. Pero el trabajador común de campo, el
ovejero, el peón rural, el esquilador muchas veces no tenían familia porque las
condiciones laborales no se lo permitían; o si tenían familia, a lo mejor la
tenían en otra parte. Un esquilador, por ejemplo, venía, trabajaba sus meses de
verano y después se volvía con su familia. Su familia podía estar en Corrientes
o en Punta Arenas (Chile).
– ¿Cómo
se decidió poblar precisamente esta zona, lo que hoy es nuestra ciudad?
–
El proceso de poblamiento de Río Grande, se encuentra
vinculado a un proceso mayor. Es cuando en la segunda mitad del siglo
pasado el país, que estaba comprendido nada más que por catorce provincias,
comienza a organizarse a través de la Constitución del año 1853, y comienza a
ganar los espacios interiores que en aquel momento estaban en manos del indio.
Tras el proceso militar, conocido con el nombre de la Conquista del Desierto,
quedó un vasto sector por consolidar la ocupación por parte del gobierno de
Buenos Aires, pero existía un doble interés sobre la región. Tanto Buenos Aires
como Santiago (Chile) aspiraban a ser los herederos de esta parte del dominio
español, sobre los cuales se habían consolidado muy pocas posesiones. Por
ejemplo, desde la década del ’40 del siglo XIX, existía en el Estrecho de
Magallanes, Fuerte Bulnes primero, y Punta Arenas después, como un
asentamiento argentino. Pero para ésa época, Argentina estaba con un
asentamiento sureño en la zona de Viedma y Carmen de Patagones, lejísimos. El
asentamiento en Malvinas lo había perdido en manos de los ingleses. Repartirse
todo este territorio fue producto de una diplomacia, que en el año 1881 trazó
un límite, que después con el tiempo se fue perfeccionando y que delimitó todas
las comarcas australes entre Argentina y Chile. En el caso de Tierra del Fuego,
también pasó lo mismo, media Tierra del Fuego para Chile, media Tierra del
Fuego para Argentina, y algunos conflictos que se fueron perpetuando en el
tiempo. Pero, el poblamiento efectivo de la región de Río Grande, no fue por
una inversión del Estado argentino, sino fue por el interés de los particulares
que descubrieron que en estas áreas, se podía dar con mucha facilidad la cría
de ganado ovino, de la oveja; y que la producción de esa lana y de esa carne
ovina podía servir a los mercados europeos, fundamentalmente al mercado inglés.
En esta zona, podemos decir que llegaron antes las estancias que la población
en sí, la población después existió porque existían las estancias. Y las
autoridades argentinas llegaron para regular el funcionamiento del comercio, de
la industria, de la ganadería para convocar al orden a través de sus efectivos
policiales; y también en alguna medida para cobrar algunos tributos y para
hacer flamear la bandera argentina en un ámbito que no era muy diferente, no
era muy diferente una estancia de la Tierra del Fuego argentina que otra de la
Tierra del Fuego chilena, los dueños eran los mismos: Menéndez, Sara Braun tenían estancias tanto de un lado como del otro.
– Sí,
eso lo noté el verano pasado cuando visité Punta Arenas, me llamó la atención
ver una calle con el nombre de José Menéndez.
–
Claro, acá hay una calle con el nombre de José Menéndez
que está en Chacra, pero acá hay una calle Fagnano que está en Punta Arenas
también. Los restos de Fagnano están sepultados en Punta Arenas (risas).
Hay una escritora, ya fallecida, de Santa Cruz, Elsa Barrelía, historiadora,
ella hablaba de una región autárquica en el sur. Ella decía que
prácticamente todas las tierras al sur del río Santa Cruz, tanto argentinas
como chilenas, más Malvinas, formaban parte de una entidad económica que se
manejaba autárquicamente, que funcionaba por sí sola. Al margen de que
hubieran tres Estados distintos, o sea el Estado británico, el Estado argentino
y el Estado chileno. En realidad, los dueños de toda ésta región eran los
mismos capitalistas.
– ¿Cómo
fue el proceso de fundación de Río Grande?
–
En realidad, a partir de los años ’90 (siglo XIX) ya se
hace una reserva del lote 41 de la demarcatoria de tierras para la construcción
de un pueblo, y ahí es como espontáneamente van apareciendo las primeras
instituciones. Creo que en el año 1895 aparece la Policía, que no tenía local
propio, acampaban en carpas al lado de la Misión, que se supone que para
aquella época estaba en la zona próxima al cementerio; posteriormente cuando la
Misión se quema la Policía se va a la Margen Sur, donde se está instalando la
estancia Primera Argentina en 1896, y la Misión se va en 1897 al lugar donde
ahora la conocemos. Posteriormente en el año 1917, se instala la
Sub-Prefectura, por una necesidad: se crea un frigorífico y es necesario que
alguien controle la regulación del tránsito de entrada y salida de las
embarcaciones, y al mismo tiempo que cumpla las funciones aduaneras, es decir,
de controlar qué era lo que entraba y qué era lo que salía, sobre todo porque
el Estado pagaba una prima en la producción de carne ovina, es decir, el
frigorífico era una actividad subvencionada, por cada animal que se exportaba,
el Estado pagaba una pequeña contribución que de todas maneras era importante
como estímulo a ésa actividad que se desarrollaba en la Tierra del Fuego. En
Río Grande hubo una realidad: siempre llegó primero la actividad privada y
después llegó la actividad estatal. Por ejemplo, hace unos días, la Escuela Nº
2 estuvo festejando 75 años, y los 75 años es un reconocimiento oficial que se
dio en el año 1926, cuando en realidad ya existía desde hace cinco años antes
la labor de algunos maestros que comenzaron a enseñar sin esperar que llegara
la autorización de Buenos Aires como para que ello funcionara. El Juzgado de
Paz de Río Grande, que está al lado del Hotel Villa, antigua construcción, la hicieron
los vecinos por suscripción propia, no esperaron que el gobierno nacional
viniera a poner la plata; el edificio de la Municipalidad fue escuela, y fue
pagada por los vecinos que realizaron desde carreras cuadreras hasta
juntaron dinero para obtener su propio recinto escolar. Hubo por ejemplo
marcadas diferencias entre Ushuaia y Río Grande. Río Grande era una comunidad
que casi no necesitaba del Estado, en Río Grande las cosas se iban dando en la
medida de las urgencias que se creaban y la gente se autoabastecía, a veces
eficazmente y otras veces no. En Ushuaia por el contrario, todo lo daba el
Estado: todo dependía de la Gobernación, del Presidio, toda la gente trabajaba
en el área del Estado. Para que vos te des una idea, en el año, creo que fue en
1970 cuando el señor Néstor Nogar se hace cargo de la Municipalidad de Río
Grande, habían 14 empleados en la Municipalidad, cuando él se va, en el año
1973, hay 16 empleados y un secretario político, y lo criticaban, porque decían
que había tomado mucha gente, que había tomado muchísima más gente. Y si uno
compara la realidad de ése momento, con la realidad actual donde prácticamente
casi todo el mundo trabaja en la administración pública.
– En Ushuaia.
–
¡Y acá! Acá en Río Grande también. Porque hoy, ¿qué cantidad
de gente trabaja en relación con las estancias, con la madera, con el petróleo?
Muy poca. Con las fábricas cada vez menos. Es como que el gran empleador aquí
pasó a ser el Estado, que es una señal de la crisis. Esto en su momento, era
capital económica de la Tierra del Fuego porque se autoabastecía, no necesitaba
favores del gobierno para superar muchas dificultades. En cambio, en los
últimos tiempos se ha hecho crisis, o sea, la población creció en una medida
que la actividad privada no la puede soportar y entonces el Estado es el que
ofrece el gran resguardo. Acá por ejemplo, en Tierra del Fuego, las primeras
escuelas tanto a nivel primario, secundario como terciario fueron toda
iniciativa privada. En la actualidad ya no, en la actualidad uno ve que hasta
en las escuelas privadas los sueldos los paga el Estado.
– ¿Usted
conoció a algún habitante Selk’nam personalmente?
–
Tuve oportunidad de conocer a varios. Tengo un libro,
que se llama Los Selk’nams: de Ausencias y Presencias, en el cual, en el
momento que lo compagino habían ocho vivos y ocho muertos, entonces son
evocaciones y situaciones documentadas en relación a cada uno de ellos. Y en el
trajín, de pasar de la idea libro al libro concreto, se fueron muriendo tres:
Segundo Arteaga, Virginia Choquintel y Pablo Pacheco. La muerte última fue la
de Virginia, que a mí particularmente me dolió tanto que cuando muere Pacheco,
cuando muere Segundo, yo modifico los capítulos destinados a ellos con la idea
de actualizarlos. Pero cuando murió Virginia, yo dije: No, dentro del libro
Virginia va a seguir viva, porque ya era una cuestión que se desencadenaba
de manera tremenda. Yo creo que en mí salió una situación particular, porque
trabajando mi padre en aquellos años en el campo, en la zona rural, más que yo
conocer a los indios, los indios me conocían a mí (risas), entonces, en
casa, se han dado muchos testimonios, hay fotos con ellos, hay recuerdos de
ellos porque tenían amistad con mis padres, con algunos tíos. Y ya en mi
infancia, y en mi adolescencia, pude tener algún trato sobre todo con Ángela
(Loig), la cual concurría asiduamente a entrevistarse con doña Anne Chapman, una
investigadora franco-norteamericana, que ha trabajado mucho en el ámbito de la
Tierra del Fuego, por encima de nuestro interés, o sea, acá hay situaciones que
son particulares. Tal vez si hubiera sido por los argentinos, nunca se hubiera
investigado mucho con respecto a los aborígenes. Siempre los grandes
investigadores de nuestros temas antiguos han sido gente que vino de lejos: el
austriaco Martín Gusinde,
por ejemplo que ha hecho una obra monumental, Anne Chapman, en el fondo más
reciente. Y ahí la trataba a Ángela, lo que nunca yo pude disociar es que de
los indígenas yo siempre me hice como una imagen común, en alguna medida era
gente pobre, gente de trabajo, nunca los pude ver como muy diferentes a mí. Tal
vez cargaba con algunos estigmas, con algunas limitaciones, se quería
desconocer que tuvieran algún derecho. Cuando se dieron esos derechos, se
dieron en forma tardía y hoy los que se benefician son algunos descendientes de
ellos, cuando en realidad los padres y los abuelos indígenas vivieron
prácticamente en la miseria, buena parte de ellos.
– ¿Y
por qué se extinguieron los Selk’nam?
–
Bueno, el proceso es múltiple. Luis Garibaldi, que era
mestizo, probablemente descendiente de italiano y de madre haush solía
decir que el tema fueron las enfermedades, la bala (muerte por arma de fuego) y
el alcohol. Entre las enfermedades tenemos que entender que los indígenas que
vivían en la Tierra del Fuego no tenían contacto con otras culturas, por lo
tanto no tenían defensas para las enfermedades que el hombre europeo portaba.
Fue una guerra invisible, la guerra de las enfermedades contra ellos:
desde las enfermedades venéreas hasta la viruela, el sarampión, la tos convulsa
causaron estragos entre la población aborigen. El hecho de la bala ya
presupongo era una acción deliberada. Es decir, hubo gente que se encargó de
matarlos; y en los albores de la historia de la Tierra del Fuego aparecen
varios nombres de personas que son sindicadas como cazadores de indios, incluso
hay un célebre juicio que se hace en el año 1895 en Punta Arenas que se llama Vejámenes
a los Indios de Tierra del Fuego, sobre los cuales Carlos Vega Delgado, un
historiador de Magallanes (Chile) está por publicar tres tomos en éstos
próximos días, en los cuales se desarrollan precisamente todos los testimonios
de aquel momento que hablan precisamente de que a los indígenas no se los
trataba de la mejor manera. Y se da un listado de una serie de veintena de
personas que vivían de cazar indios, el famoso tema una oreja de indio, una
libra esterlina. Y el tercer factor, el alcohol ya entra con la cuestión
social. El consumo de bebidas alcohólicas entre los indígenas indudablemente
los lleva a una situación de... de desencuentro interior, de reyertas, de
peleas, muchos indígenas se mataban entre ellos en medio de sus alcoholismos. Y
muchos también ingresaron en situaciones que no pudieron revertir, a uno le
llamaba la atención por ejemplo: muchos indios no tenían mujer; las indias, en
buena medida, que sobrevivieron, estaban casadas con hombres blancos, que
probablemente las trataban mucho mejor que los indios. El indio por ahí era muy
imperativo con su mujer, muy machista. Entonces el mestizaje fue otro factor de
disolución, de la etnia. Porque una cosa es la supervivencia de la etnia: si
van teniendo hijos, casándose entre ellos; y otra cosa es cuando ya se casan
con otros grupos humanos: ya llevan otros apellidos, ya llevan otra identidad genética,
ya llevan otras costumbres. Ahora por ejemplo en Tierra del Fuego, existe una
comunidad aborigen, que está integrada por más de 500 personas. Casi todos
ellos tienen una abuela, o una bisabuela o un bisabuelo aborigen, es decir, una
parte pequeña de su existencia. Algunos de ellos podrían estar en el Círculo
de Residentes Gallegos, no sé... chilenos, porque tienen más sangre de
otros elementos que la suya propia, que la que reivindica, es mestizaje. El
mestizaje fue un factor tremendo de dominación, y en algunos casos el mestizaje
fue compulsivo. Por ejemplo, casi todos los policías que llegaron en los
primeros tiempos, solían tener mujeres a su servicio en los destacamentos
policiales. Con las cuales en algunos casos tenían hijos que eran mestizos, y
que no en todos los casos eran reconocidos por esos policías. Así que todo eso es un factor de desaparición de
ellos. Yo me quedo con éstas tres definiciones que da Garibaldi: los mataron
las enfermedades, la bala y el alcohol como un vicio social, ¿no?
– Cambiando
un poco el tema, ¿quién fue Julio Popper?
–
Bueno, Julio Popper fue un ingeniero rumano que llegó
por el año 1886 por primera vez explorando la Tierra del Fuego. Se sentía muy
interesado en conocer éste lugar, puesto que se había hecho un importante
hallazgo del lado de Cabo Vírgenes de oro, que fue lo que él buscó en la Tierra
del Fuego. Después de ésa exploración del año ’86, montó una empresa que se
llamaba Lavaderos de Oro del Sur, la cual funcionó con cierto éxito
durante algunos años, gracias a los capitales que aportaron mucha gente de
Buenos Aires porque veía que era un gran negocio, buscar oro en Tierra del
Fuego. Finalmente él tuvo también otros proyectos: quiso construir una colonia
pastoril, en la desembocadura del río Grande utilizando mano de obra aborigen,
y para eso consiguió que el gobierno le cediera en parte, gratuitamente y que
él comprara a precio muy barato algo así como cuarenta mil hectáreas, me
parece, en la margen sur del río. La que después de su muerte fue comprada por
Luciano Fernández, y más tarde por José Menéndez, que dio vida a la estancia
que se llamó Primera Argentina, que era una estancia que iba entre la costa y
la cordillera. Hoy hay muchas estancias donde antes estaba Primera Argentina.
Donde estaba Primera Argentina, hoy están: José Menéndez, Cauchicol, Despedida,
Rosita, San José, toda la zona de Radman, estancia San Luis, estancia Cabo
Peña. Todo eso era una gran estancia, un gran latifundio que en algún momento
fue de Julio Popper. A Julio Popper se lo ha sindicado por allí
al pasar, como un matador de indios, que indudablemente los mató él, como los
mataron los mismos salesianos. Los salesianos en algún momento, que estaban
aquí con ciertos afanes de evangelización, si algún indio se les puso bravo, y
el tema estaba entre el indio y ellos, se llegó a recurrir a someterlos. Aunque
ellos trabajaban mas bien con perros.
Para los indígenas había una presencia extraña, que estaba ocupando su
lugar, les estaba dejando sin territorios de caza. Y ellos no veían que hubiera
una razón de estricta justicia para que eso ocurriera. Aunque una parte
importante de los aborígenes fueron adoptando usos y costumbres del invasor, y
yo creo que por sobre todas las cosas las mujeres. Las mujeres fueron más
proclives a adoptar formas de vida distintas a la que tenían en orden tribal. Y
esa descomposición de la sociedad selk’nam, es la que precipitó en parte
también su extinción. En Julio Popper hay antecedentes concretos de algunas
fotos donde lo muestran junto a cadáveres de aborígenes. Pero... existen otros
personajes de ésta historia, entre ellos Ramón Lista, que llegó en el mismo año
que Julio Popper, el cual protagoniza de entrada nomás en San Sebastián, una
matanza de entre 25 y 28 onas. A los cuales parece ser que deciden atacar,
porque venía la noche y no se sentían seguros de lo que podía pasar, estando
ellos cerca. Es decir, había un clima de desconfianza natural. Pero estas
matanzas que se dieron en el ámbito de la Tierra del Fuego, no son muy
distintas de lo que ya había hecho el Ejército argentino en el norte de la
Patagonia, con la Campaña del Desierto. Son, llamémosle, sacrificios
menores, dentro de ésa otra empresa que cuantificadamente mató a
miles, ¿no? Acá puede decirse que en el proceso del conflicto habrán matado a doscientos
o trescientos indígenas, directamente.
– Adelantándonos
un poco más en el tiempo, ¿cómo se vivía en Río Grande durante la última
dictadura militar?
–
Bueno, acá en Tierra del Fuego se dio una
característica muy particular. En Tierra del Fuego podemos decir que casi
siempre, sobre todo a partir del año 1943, cuando se forma la Gobernación
Marítima de la Tierra del Fuego, casi siempre nuestras autoridades fueron de
origen naval, de origen militar. Los gobernadores, aunque cambiaran las
dirigencias políticas a nivel nacional, siempre era un marino. Es decir, que la
Marina siempre tuvo un ascendiente en éste lugar, y en aquellos años era
institución de control, de todo lo que pasaba dentro de la sociedad. Casi
siempre había un suboficial, retirado de Marina que estaba a cargo de la
Intendencia. Y en casi todos los cargos públicos se colocaba a personal que
tenía vinculación con la institución naval. Y en muchas circunstancias también,
se promovía doble empleo. Es decir, que era raro encontrar una repartición
donde no hubiera gente del proceso. Por lo tanto, podemos señalar que no era un
lugar donde se podría generar una reacción natural contra el gobierno militar.
Más aún, si acá el poder militar, tal vez existía antes del golpe de Estado, y
tal vez siguió existiendo después, del golpe de Estado. Por lo tanto no hubo
marcado conflicto. Yo quiero señalar, como situaciones de conflicto, alguna
serie de allanamientos que se dieron después del golpe de Estado, que
terminaron por llevar a prisión a algunas personas que habían pertenecido al
gobierno justicialista, sobre todo a la esfera comunal. Y que con el correr del
tiempo fueron sobreseídos por la justicia porque no habían argumentos como para
que pesaran en su contra. Pero que con la prepotencia propia de esos días, hubo
gente que perdió su empleo, que después algunos lo recuperaron con los años,
cuando volvió la democracia. Y digamos que el clima que se vivía en la Tierra
del Fuego no era muy diferente al que se vivía en el resto del país, con la
salvedad que podíamos decir que aquí todo se conocía. O sea, en Río Grande, por
ejemplo, no hubo desaparecidos. En Río Grande hubo malos tratos pero no hubo
tortura. En Río Grande hubo dos muertes después de la guerra de Malvinas,
lamentables ellas porque fueron dos mujeres. Pero no hubo enfrentamientos...
con armas de fuego entre civiles y militares para imponer el poder. Sino que,
en la medida en que todos estábamos vigilados, nos comportábamos como con
cierta libertad condicional, por así decirlo. Y, lo que es real también, es...
que por aquellos años, y en la Tierra del Fuego, hubo una marcada
militarización, que creo que ha perpetuado hasta nuestros días. Por ejemplo, es
muy distinta la forma en la cual se interpreta, los hechos de Malvinas, del año
’82, de lo que se interpreta en el resto del país. Aquí uno a veces siente,
cómo se expresa la gente, que participó de una manera u otra en el conflicto de
Malvinas, y pareciera que están dispuestos mañana a embarcarse en una empresa
similar, como sería ocupar de vuelta las Islas Malvinas. En el resto del país
se habla de que eso fue una aventura dirigida por un borracho, que era
Galtieri. Y que así nos fue, que es un episodio que esperamos, no se vuelva a
repetir. Pero en Tierra del Fuego es como que se endiosa toda esa acción.
Hubo dos factores, que creo que han sido determinantes de nuestra conducta, y
que son herencia del proceso de las cuales todavía nos despegamos: una fue
estos hechos de Malvinas, y la otra fueron los hechos del ’78 con Chile. Aquí
existía una mayoría de población de origen chileno, que experimentó en carne
propia su postergación, durante éstos tiempos en los cuales el enemigo era el
vecino país, al no resolverse todavía el tema del Beagle. Entonces se vio una
situación militar, en la cual se duplicó la población de Río Grande por
presencia de tropas, que finalmente no prosperó en una guerra, pero que generó
un clima de desconfianza muy amplio. A todo esto hay que señalar que a Tierra
del Fuego la gente solía llegar reclamando beneficios por el sólo hecho de ser
argentinos. O sea, que llegaban, decían: Yo soy argentino, me encuentro en
la Tierra del Fuego, estoy dispuesto a dar mi vida por este lugar, ¿quién me da
un empleo? ¿quién me da una casa? Y entonces fue una época en la cual
reclamar soberanía, te convenía desde el punto de vista de la reproducción
material. Y así creció la 19640. La 19640 es una ley que inicialmente no servía
para mucho: cigarrillos baratos, perfumes baratos, autos baratos. Un día
alguien descubrió que podía poner fábricas, y que si ponía fábricas la gente
iba a tener trabajo. Y a los que le iba a dar trabajo, era a los argentinos. Y
que si habían más argentinos en este lugar, estaba en mejores condiciones de
enfrentar un posible conflicto con los vecinos, con los chilenos. Hay gente
que, todavía arrastra desde aquellos años del proceso, su enemistad con Chile,
hay gente que arrastra su ansiedad por recuperar las Islas Malvinas, que son
situaciones que por ahí en otro orden del país ya desaparecieron. Ya Chile,
¿qué es? ¿Salas? No, Salas ya se fue, ya no juega más en River. Chile, ¿quién
es? Ya no existe, no existe. En Buenos Aires no existe Chile, como problema,
como conflicto. ¿Y Malvinas? Y Malvinas sí, allá, pero ya fue. Los chicos de la
guerra tienen 40 años ahora.
– Me
imagino que en Buenos Aires no usan ese insulto fronterizo que usamos acá...
–
Chilote de mierda. Claro, es un insulto fronterizo. Yo
supongo que del lado chileno debe haber otra forma de insulto, porque no es que
del otro lado estén libres de tener prejuicios. Yo recuerdo que en una época
analizábamos una situación, y decíamos que por ejemplo, que en Argentina, el
prototipo habitual del delincuente en Río Grande, era un chileno borrachito. O
sea, ese era un chileno cargado de copas, era el que robaba, el que peleaba,
hacía líos. Ese era el delincuente típico de Río Grande. En cambio en Punta
Arenas, el delincuente típico era un argentino con una chequera (risas),
es decir, un delincuente económico. Y yo tengo una colección de noticias, de
tapas de diario, donde el hecho de que un argentino cometiera un delito en
Punta Arenas aparecía a grandes titulares como un hecho que les afectaba a
todos. Y acá en Argentina también, yo recuerdo que hace unos años, salió un
titular que decía: Chileno mató a tres argentinos y se suicidó. Y
resulta que el chileno que mató a tres argentinos, había matado a su mujer y a
dos hijos. No lo hizo creo que por una cuestión nacional, dentro del raye
que tenía, porque evidentemente no estaría muy sereno, en su momento, mató a su
mujer y a los dos hijos que da la casualidad que eran argentinos. Pero no creo
que los haya matado por motivos internacionales. Pero acá es como que se ha
fomentado esa situación. Y existe eso que vos marcabas, que algunos sociólogos
lo han estudiado, que se llama la chilotización, donde a veces es
curioso: el hijo del chileno, habla mal del chileno, y él es hijo de chilenos.
O sea, ¿qué es lo que tiene de diferente? Nació acá, pero mamá y papá son
chilotes. Y lo otro que ocurre, es que en realidad, desde otro punto de vista,
se da un hecho sociológico que es importante: el chilote, así despreciado, no
es el chileno viejo que vino acá en su momento, a trabajar, a hacer las zanjas,
a trabajar el campo, a poner su bolichito, a levantar su casa. El
chilote despreciado es el hijo, de ése chileno, que es argentino, en los
papeles dice que es argentino. Lo mismo que si hubiera sido hijo de un
británico. El chilotizado no es el chilote de nacimiento, sino al hijo
del chilote se lo ve más chilote que al chilote mismo. Y en la práctica vos has
visto que hace unos años, era común que en la política, existiera cierto
ascendiente en cada partido, de algunas figuras, que tenían origen... ese
origen social. O sea, eran hombres y mujeres nacidos en la Tierra del Fuego, en
algunos casos naturalizados, cuyos padres habían sido inmigrantes chilenos. Y
esa gente llevaba votos, era respetada o tenía consenso. En la actualidad esa
situación totalmente cambió. Si vos ves por ejemplo, los resultados de las
últimas elecciones, vas a descubrir que los tres senadores y los dos diputados
que han sido elegidos, no tienen, ninguno de ellos, nacimiento en Tierra del
Fuego, partamos de la base, y ninguno tiene ningún vínculo con la comunidad
chilena. Sino que son de un estrato migratorio mucho más reciente. Incluso la
diputada que está, hace cinco años que llegó a Tierra del Fuego, y ahora es
diputada (pequeña risa).
– ¿Le
parece que al pueblo riograndense le tendría que importar más la historia del
lugar?
–
Yo creo que al pueblo de Río Grande le importa mucho la
historia del lugar. Le importa mucho más que a los pueblos de otros lugares del
país. Yo a veces encuentro gente que se pregunta lo mismo que decís vos... una
vez me pasó, te cuento una anécdota: tomo un taxi, entonces el taxista me
identifica, y me dice: Mingo, es increíble la juventud qué falta de respeto
y conocimiento que tiene por la historia. Y yo le digo ¿Por qué? Y
dice: Porque llevaba unos chicos en el taxi, recién, y se rieron de la
estatua al indio Cauchicol, que se levanta en la avenida San Martín allá a
la altura de la estación de servicio nueva. Y dice: Entonces yo le pregunté
a los chicos “¿ustedes saben quién es el indio Cauchicol?” Y los chicos dijeron
“no”. Dice: ¿Será posible que ustedes, que son alumnos del Colegio Don
Bosco (los conoció por el uniforme), los salesianos que tanto dieron por
la Tierra del Fuego, ustedes no tengan respeto por el indio, porque ellos
vinieron acá por el indio, no vinieron por ustedes, vinieron por el indio, ¡Que
ustedes no sepan quién es el indio Cauchicol! Entonces yo les expliqué quién
era el indio Cauchicol. Bueno, le digo, realmente lo felicito por
lo que ha hecho, pero ¿usted de dónde es?, y dice: “Bueno, yo soy de
Mendoza”. ¿De qué parte de Mendoza es usted?, “Y yo soy del sur
de Mendoza, de San Rafael” Y yo le digo: San Rafael queda en el
departamento de General Gutiérrez, ¿y usted sabe quién era el General
Gutiérrez? Y me dice: “No, la verdad que no ¿era pariente suyo?” Y
yo le digo: ¿Ve? ¿usted se da cuenta que usted sabe más de la historia de
Tierra del Fuego que de la historia del lugar donde nació y donde vivió durante
muchos años?. Entonces, eso es una realidad, nosotros, creo que tendríamos
que saber mucho más de nuestra historia. Porque la historia también nos ayuda a
que no nos equivoquemos, otra vez. A pesar de que dicen que el ser humano
tropieza dos veces con la misma piedra. Ese es el rescate que podemos hacer de
lo histórico. Pero en términos generales, uno va a lo mejor, a Bahía Blanca, o
a San Juan, o a Salta, y la gente sabe mucho menos de la historia de su lugar,
que lo que sabe el común del vecino de Río Grande que a lo mejor, no le cuesta
saber que José Fagnano fue un cura y José Menéndez fue un estanciero. Y que
sabe que la Misión está ahí, y por qué estuvo, y que en cierto momento tiene
ciertas reivindicaciones con respecto a algunas instituciones y algunas cosas.
Pero sí creo que eso es una inversión socialmente útil. O sea, todo lo que se
haga a favor de conocer nuestro pasado va a servir para nuestro futuro. Y a
veces la historia no tiene que ser solamente la historia de los pioneros, tal
vez todos tendríamos que conocer la historia de nuestra familia, la historia de
nuestra escuela, la historia de nuestro club. Porque es un reconocimiento a
aquellos que haciendo algo antes que nosotros, posibilitaron lo que nosotros
tenemos ya hecho, un mínimo reconocimiento. Ser agradecido, que la historia
sirva para ser agradecido.
– Los
museos de la ciudad, ¿qué aporte hacen para que los riograndenses se acerquen
más a la historia del lugar?
–
Yo creo que hacen un aporte interesante. Pero... no son
reservorios de documentación. No son lugares donde uno si quiere saber algo más
puede ir y examinar libremente, sino que funcionan a modo de vidrieras,
o sea, uno va, y ve lo que ellos tienen expuesto. Pero si uno quiere saber algo
más, no tienen áreas y departamentos de investigación que puedan fomentar
inquietudes como las tuyas. Vos vas y te muestran, te dicen: Bueno, acá está
esto. Y si vos querés saber más, se acabó, te mandan a ver a otra persona,
que está fuera de la institución, a lo mejor, para la cual te explique. Y no
tienen presupuesto para investigación. A veces si ellos dispondrían de pequeños
presupuestos, te voy a dar una idea: necesitamos tener la historia de todas las
escuelas de Río Grande, porque queremos. Y para eso podemos comisionar, formar
un grupo de gente que la estudie, y le damos un presupuesto que van a ser, no
sé... quinientos pesos por mes, durante un año. Es decir, durante un año,
durante diez meses. Quinientos pesos por mes, cinco mil pesos. Con cinco mil
pesos que nos hagan un relevamiento total: nos escriban la historia, nos
traigan fotos, las escaneamos, las metemos en un CD, la idea que se nos ocurra.
¿Alumnos de dónde? De escuelas, por ejemplo, que tengan un poco más de tiempo.
Ese dinero, esos quinientos pesos les van a servir para comprarse unos chicles,
o para reinvertirlos en CD, o para comprarse una polerita, entre ellos, van a
ser tres chicos. Cinco mil pesos no tienen ahora, por año. Y son dos sueldos,
de dos empleados en un mes, de estar ahí, sin hacer mucho. Entonces yo creo,
que faltan políticas de fomento, de la investigación, y de la difusión. Si se
diera por la cultura, en Tierra del Fuego, el diez por ciento de lo que se da
por el deporte... pero seríamos Atenas, más o menos, para que te des una idea
(risas), eso es sin lugar a dudas lo que seríamos. Y lo que sí hay, hay
políticas de difusión, o sea, uno va en Ushuaia, donde hay instituciones
museísticas importantes: el Museo del Fin del Mundo, el Museo Marítimo, que
funcionó la cárcel; también un museo yámana, de maquetas. Y uno va, y tiene que
pagar, en un lado dos pesos, en otro lado cinco pesos, y en otro lado siete
pesos. En Río Grande, vas al Museo Municipal y no te cobran nada, más aún, te
van a buscar, te fomentan que vayas, que entres. En el de la Misión, te cobran
dos pesos pero todos se hacen los giles, miran para otro lado... es
decir, no se da esa colaboración espontánea de la gente, cuando uno dice: Che,
me gusta esto, lo dejo aunque no me lo piden. Creo que también eso es un
factor de debilidad nuestro. Nosotros somos muy pedigüeños, los riograndenses,
somos muy... muy... murmuradores, muy pedigüeños. Estamos siendo cada vez más
mezquinos, y eso es una situación que tendríamos que revertir. Con nuestras
instituciones y en todos los órdenes. O sea, cuando uno descubre por ejemplo,
que en los clubes de Río Grande nadie paga las cuotas, entonces, ¿para que te
afiliás a un club? Si nunca pagás las cuotas. Los funcionarios políticos nunca
pagan las cuotas políticas que les corresponde por ser funcionarios, hay que
andar corriéndolos con la planillita. Es una comunidad que poco a poco está
perdiendo su solidaridad, que era una característica de otros días. Y tal vez
vendrá otra generación, que ojalá, replanteé todo esto. Porque la generación
mía, que yo soy un hombre de 48 años, es la que está marcada precisamente con
todos estos defectos.
– Usted
también se desempeña como periodista...
–
Sí.
– ¿Qué
le atrajo del periodismo?
–
Uhh (suspiro)... porque en el fondo, yo me
considero un escritor desde un tiempo a esta parte. En la medida que todo lo
que hago lo vuelco, a la palabra escrita, y es mi principal vehículo de
comunicación. Pero yo creo que el periodismo... fundamentalmente me da la
oportunidad de, de lo cotidiano, rescatar lo cotidiano. A mí me parece que, yo
he conseguido con el correr del tiempo, hacer de la historia algo cotidiano, y
hacer de lo cotidiano, algo histórico, cosa que en otro momento, por ahí, no se
daba. Entonces, repentinamente, un objeto que usamos todos los días, puede
convertirse con el devenir del tiempo en algo... trascendente. O sea, ésa
máquina de escribir, que está ahí atrás, hace unos días, por ejemplo, vinieron
unos chicos de un jardín de infantes, que tienen cinco años, a conocer la radio,
y ¿qué es lo que más les maravilló? La máquina de escribir; casi no existe, ya
es un objeto de museo (risas).
– Ahora
se usa la computadora.
–
Claro, ahora la computadora, ésta es vieja, no vale
nada comparado lo que vale ésa máquina de escribir que es más vieja, todavía,
está jerarquizada. Pero... yo creo que ésa ha sido mi especialización
periodística. O sea, yo no estoy especializado por motu proprio, por
trabajo de vida... yo desde el año 1970, treinta años que estoy con éste tipo
de búsqueda. O sea, yo no he querido hacer periodismo deportivo, yo no he
querido hacer... periodismo frívolo. Yo todo lo que he querido hacer, es llevar
a lo periodístico las crónicas del ayer, los conocimientos del ayer. Y bueno,
eso lo expreso a través de varios emprendimientos, en el diario El Sureño
tengo diariamente un espacio que se llama Cordón Cuneta donde publico
una foto, con intención histórica, tengo 5.800 fotos para publicar, lo que es
aproximadamente una foto diaria hasta dentro de 19 años. Y todos los días estoy
recibiendo más fotos que la gente me confía, que yo se las devuelvo. Tengo
1.482 fotos del Batallón de Infantería de Marina #5, escaneadas, nada
más, de una institución, para que vos te des una idea de lo plural que puede
llegar a ser esto. Mensualmente hago en el diario El Sureño una
columna, un suplemento que se llama Rastros en el Río, en los próximos
días va a salir un libro que se llama Rastros en el Río, que es la
recopilación de las crónicas que yo hice en ése mismo diario hace diez años. En
la revista de TV Fuego escribo una columna que se llama Río Grande en
Sepia; en Radio Nacional Río Grande, hago semanalmente los sábados,
un programa que se llama Fronteras del Pasado, donde converso con
vecinos, acerca del ayer, y que este año, para el mes de Diciembre vamos a
llegar al programa número 400. Y en casa hay más de 4.000 horas grabadas, con
reportajes a antiguos vecinos, que cada uno cuenta su parte de vida, ¿no? Y que
lo tengo ahí, formando parte de ésa, de ésa colección todavía sin ordenar mucho,
que yo te decía ¿no?, para la cual siempre te falta tiempo para ordenarla. Yo
sé que probablemente nunca más voy a volver a escuchar cuatro mil horas, de grabación. Son las grabaciones que
yo comencé a hacer a partir de mediados de los años ’70... pero intensivamente
a partir de los años ’80, y exhaustivamente a partir de los años ’90. Yo
prácticamente, no hay un día que no esté haciendo una conversación de tipo
histórico. Y ahora estoy trabajando en base a un proyecto que se llama Capítulo
1, que creo que va a salir a partir del año 2002, que la idea es hacer un
abordaje a los treinta últimos años de historia, de Tierra del Fuego, es decir
de 1970 a 2000, con una base de ciento veinte entrevistados, de los cuales
tengo en este momento, setenta y ocho. Y las entrevistas –mañana tengo que
hacer una, todos los días estoy en ésa producción.
– ¿Por
qué el nombre Cordón Cuenta para su sección en El Sureño?
–
Eso es todo un misterio, hay varias versiones (se
ríe). Yo siempre bromeo con eso: hay varias versiones. El cordón cuneta fue
una señal de progreso. O sea, cuando llegó el cordón cuneta, al poco tiempo
llegó la vereda, al poco tiempo llegó el asfalto, al poco tiempo llegaron
ciertas normas: los autos tenían que estacionar junto al cordón cuneta, los
chicos tenían que jugar en la vereda, ya no podían bajar a la calle. Así que el
cordón cuneta delimitó el mundo, pero a su vez significó una situación de
progreso. Y fijáte que hay lugares en Río Grande donde todavía no hay cordón
cuneta: atrás del asilo de ancianos, atrás del ex-hotel Los Yaganes, en
pleno centro ¿no? Esa es una de las versiones, después cuando nos volvamos a
encontrar, en otra oportunidad, yo te voy a contar otra versión. Porque tantas
veces me lo han preguntado, que yo he ideado... distintas versiones para
distintos momentos (se ríe).
– ¿Usted
también fue Concejal?
–
Sí.
– ¿Qué
lo llevó a ocupar ése cargo?
–
Bueno, yo arrastro, por experiencia de vida, una
simpatía por el Peronismo, que se remonta en lo familiar a lo que fue el
Peronismo por los años ’50. Mi padre, si bien era extranjero, era chileno, tuvo
por aquellos años una vida bastante activa en lo sindical, llegó a ser
tesorero, de la C.G.T. Y en el año ’55 cuando cae Perón, como una represalia
del gobierno militar de aquel entonces, hacia los sectores que habían estado
vinculados con el Peronismo, le quitan a mi padre la libreta de estibador, en
el puerto. Por lo cual se queda sin posibilidad de trabajar, como portuario.
Entonces emigramos a Chile, a Punta Arenas, de donde era mi mamá, papá era del
norte (de ése país), era de Temuco, y allí vivo cinco años. Hasta que en el año
’60 regreso. Los años ’60 no fueron años de plena vida democrática, pero sí
fueron años de una prédica anti-Peronista continua por parte de todos los
gobiernos. Gobernantes como Illia, que llega en su momento a la Presidencia de
la Nación, llega con una escasa representatividad, porque el Peronismo no podía
participar de los hechos políticos. En los años ’70 yo me sumo a un gran
movimiento que se da en todo el país, sobre todo con sectores de la juventud,
que esperan encontrar en el Peronismo un movimiento de liberación. Tal vez muy
similar a lo que estaba ocurriendo en otros países de América Latina. Había
luchas por formas sociales más justas en Uruguay, en Chile, en Perú, todo eso
se frustra en el año ’76. Cuando se da la salida democrática después del
momento de Malvinas, una comadre, que sabía de mi identidad política, me mandó,
a Tito Martínez a mi casa para que me afilie, el día que cumplí treinta años,
como regalo de cumpleaños. Y al poco tiempo, en el participar de las reuniones
de Unidades Básicas, el encontrarte con la gente, el dialogar con la política,
surgió quien me promovió para ése cargo, para el cual fui electo en las
elecciones el año ’83, y bueno, tuve una corta experiencia como Concejal de dos
años, que era lo que duraba aquel periodo. Que me acuerdo que estuvo doña Marta
Mondino también, por el Radicalismo. Y años después, superadas algunas
desinteligencias que tuve con otros sectores partidarios, estuve un año como
Director de Cultura, y en el año ’88 dejé la función pública, dejé la
militancia política concreta, no renuncié a mi identidad peronista, pero le di
prioridad a mi actividad intelectual, por encima de mi actividad política. No
he vivido feliz los años ’90, con lo que se replanteó como Peronismo a través
de Menem, y por supuesto que tampoco vivo feliz los tiempos que están pasando
ahora, porque creo que nos golpea por igual, a Peronistas, Radicales y a todos
los argentinos.
– ¿Con
qué cargo o profesión de las que ha tenido se siente más cómodo o más
identificado?
–
Bueno, yo creo que en mi rol de escritor
periodista es el que me siento más plenamente identificado. Pero si hay algo
que yo creo que disfruto, es el trato con la gente. Yo soy una persona que, pese
a que hace unos años volví a tener un vehículo, y con ése me desplazo, no suelo
desaprovechar la oportunidad de conversar, con los vecinos. Uno a veces cuando
tiene esta formación periodística, y te sentás frente a una radio, te creés que
tenés una cátedra, y que vos hablás y que todo el mundo tiene que escucharte, y
lo único que puede volver del otro lado son aplausos. Pero yo, ya hace muchos
años entendí que uno tiene que cumplir ciertas funciones de traducir los
sentimientos comunitarios. Y yo soy realmente muy... muy feliz por esta
elección, de labor intelectual que tengo, muy cimentada a partir de los años
’90. Y con un firme compromiso como escritor, yo en los últimos años he podido
nombrar algunos trabajos, algunos solo, otros en forma conjunta, que me han
dejado mis satisfacciones. O sea, en los últimos tiempos pude hacer un trabajo
sobre los Selk’nams, que se editó en Punta Arenas, y que ya va para una segunda
edición; el trabajo Temprano Río Grande(ver imagen a la izquierda) que
se presentó este año, el libro, que va a salir ahora para la feria del libro,
en el mes de Noviembre; un trabajo, un bosquejo general sobre la historia de
Río Grande durante siglo XIX, que va a salir en el mes de Febrero,
probablemente, que se llama Río Grande: la trama del tiempo. Hubo en
forma reciente, también un trabajo, del año ’98 sobre los cincuenta años del
petróleo, que hicimos con Néstor Ortiz; algunas contribuciones de un trabajo
fotográfico hecho por... Alfio Baldovin, un libro de fotos muy bonito sobre
Tierra del Fuego, en el cual yo puse la parte histórica. Es decir, todas estas
cosas me mantienen en un clima, en el cual a veces yo no sé si estoy
trabajando, o estoy jugando a armar un rompecabezas muy singular, que es el de
la memoria de éste lugar ¿no? Un lugar donde por otra parte, yo miro hacia el
ayer, y descubro que en este lugar hubo gente buena y gente mala, igual que hoy
¿no? Y gente con capacidad de perdonar, y gente con virulencia por castidad,
como siempre suele ocurrir. Descubrir, que esto evidentemente, es una comarca
humana. Por muy maravillosa que la podemos situar o definir, es
fundamentalmente un lugar hecho por hombres, y en la medida y en la limitación
de los hombres.
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