1949.5 EL BAR DE BABEL.

 


Pero entremos en el bar que decíamos,  pues habíamos quedado en la puerta. En el interior, el humo y el chocar de vasos acompañan el rumor de una clientela heterogénea. En la gran ciudad serían un mundo exótico y fabuloso.

¡Buscadores de oro de la California legendaria! ¿Tramperos de Arkansas arrancados a las novelas de Gustavo Aymard? ¿Cazadores de pieles de Alaska? Simplemente trabajadores cara a una vida nueva que vinieron de los lugares más lejanos del mundo. Como iban si a California y a los desiertos del Oeste, como iban,  si, mucho antes al Perú y a la nueva España de las Indias. Tengo la voluntad por el espejismo y las perspectivas de la tierra inédita.

 El emigrante de las tierras en formación es el de primera calidad. Difiere en su psicología del que llega a las grandes urbes donde está todo hecho, como Buenos Aires y Nueva York. O a las provincias ya en plena explotación. Los primeros son avanzadas, picada en lo incierto y reja de arado. A ellos se debe la levadura de grandes ciudades y naciones.

Estos de aquí, a la par que trabajan construyen o reconstruyen sus vidas. El vehículo de entendimiento, la lengua, es una síntesis de la Babel de todos los idiomas. En esa mesa, en torno a la ronda de coñac, hoy dos italianos, un ruso, un alemán, un francés y un checo. Todos hablan  un poco de todo y con un aglutinante castellano se entienden en lo sustancial. Más allá, un corro de chilenos se “cura” filosóficamente. Unos marineros juegan al billar y el ruido de las bolas como de cráneo de marfil se sofoca con la charla en gran diapasón de unos italianos que discuten sobre excelencias de Bolonia, Génova o Milán. Aquí está este hamburgués de talla imponente, Jager Werner, es ingeniero industrial. Tiene la patente de varios inventos. Entre ellos un motor maravilloso para los barcos.

-Cualquier barquito marcharía el doble de la velocidad conocida. Desde Ushuaia a Buenos Aires, en un suspiro. Desde Ushuaia a…

Y su gesto parece indicar desde Ushuaia a la Luna.

Pero este y todos los inventores que le rodean han inventado algo más inmediato y óptimo: impulsar un pueblo nuevo para los hombres venideros.

En la misma mesa, Teobaldi, un joven animoso que regenteaba en Bolonia la gran empresa industrial de su padre. Y que era artista coreográfico. Es comisario ahora de la empresa italiana. Más allá un argentino halaba de sus andanzas en el Congo Belga y un siciliano moreno como un bucanero, de cuando le coronaron ras en una comarca de Etiopía. De la última guerra, siendo actores la mayor parte, apenas si se escuchan algunas ligeras referencias. El disco de los que lo perdieron todo está muy gastado, y no vale la pena el de aquellos que no tenían nada que perder.

Eso sí, hombres que pelearon en distintas trincheras y en distintas ideologías fraternizan aquí y se alzan de hombros por las fobias pasadas, y la complicación de su finalidad. Un ánimo nuevo para la tierra nueva.

Y no sólo ha llegado la gente de los países varios europeos, , sino de las provincias argentinas y de Buenos Aires, donde se desconoce Tierra del Fuego casi tanto como en Europa. En aquel grupo uno delos hombres de la Babel escuchan atentamente a un cantor que porta capa  lleva barba renegrida, como un don Juan Tenorio refugiado en Ushuaia. Donde la escasez de damas haría ociosos el papel. Es sólo un honrado tornero que se llama Castaño y prefiere unirse al impulso fueguino y no ahogarse en los microómnibus de la capital porteña.

La animación no decrece y los recuerdos trenzan en un mapa del mundo.

En la puerta suena el tartamudeo de un pequeño motor.

-El conde- Nos dicen. Es el conde Rossi, aristócrata de cepa en la vida pasada: doctor en leyes señor de uno de los casillos más afamados en su comarca. Ocupó puestos elevados y tuvo una hora de notoriedad y simpatía, cuando con gran revuelo en los círculos sociales anunció su enlace con una humilde muchacha del pueblo. Gran figura  del mundo que se vuelve patas arriba, y donde  los fuertes saben olvidar el ayer. Con su bicicleta de motor, el conde cumple dignamente, su nuevo cometido.

Aunque el cielo sigue claro,  la hora de descansar se percibe y cada cual se dispone a separarse de la ronda de copas porque el trabajo empieza pronto al día siguiente, De pronto sólo se habla de las tareas. Hay conciencia colectiva del  salir adelante y construir. Es otra vez América. América de nuevo, esperanza de los hombres. Poblándose por el sur, no con los despojos de los bandazos de Europa, sino con los hombres emprendedores que se vieron envueltos en el drama y tienen energía para recomenzar. América, que todavía ofrece en una tierra virgen, vida y prosperidad por esfuerzo y tesón.

 

Los epígrafes.

Tambo modelo con ciento cincuenta vacas de pura raza holandoargentina, base de la futura hacienda y de una industria de leche y crema, espléndida y rendidora.

Este rollizo, cuya sección mide más de un metro, es un ejemplar elocuente de la riqueza forestal de esta zona. El técnico Risler  contempla al gigante caído.

Siguen los italianos, trabajando. Un antiguo director de diario en su patria, ahora capataz de segunda, nos muestra uno de los zanjados.

El conde y doctor Rossi. Se olvidaron los castillos y las recepciones, y ahora se trabaja aquí para levantar algo que podrá valer más que un castillo.

Uno de los sistemas de galpones ya levantados por los italianos llegados en el “Génova”. La celeridad de los trabajadores peninsulares es sorprendente

Próxima entrega LA COLONIA ITALIANA MÁS AUSTRAL.

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