¡Qué vida equivocada!

 



Ausente en la Gran Urbe, en cuyos arrabales transcurrió el día de su cumpleaños, el convecino Carlos Albornoz, -por razones fáciles de adivinar- prolongó su estadía en esa.

Entre quienes lo esperábamos en la Cámara de Mercaderes Zona Norte se podían ver caras largas porque la fecha inicialmente había sido programada para agasajar al más antiguo de sus fenicios..

El nivel de la aflicción fue bajando cuando se produjo en la parte esencial de este cónclave, que alentó una abundante secreción de jugos gástricos entre los concurrentes, y fue la degustación de una sabrosa ingesta de  pollo en salsa y fideos enrollables, donde más de uno pidió: ¡Repetición!

Se reflexionó sobre la vida y zonas aledañas, pensando: cuan diferente podría haber sido la vida del amigo si en su juventud –cuando era promesa futbolística con los colores del San Martín- hubiera tenido tan sano esparcimiento como el que ahora se estaba disfrutando.

Hasta que finalmente uno de los contertulios levantó  una copa invisible recordando amigo invisible y pronunció un epílogo lapidario para nuestros pesares: ¡No viniste, te jodiste!

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