LOS ANTIGUOS POBLADORES Y SU RELACION CON EL MEDIO.9 (*)

 


Tuve que hacer una pausa en la escritura para referirme a estas dos bondades de la tierra: el ruibarbo y las papas.

 

Un día sin papas era en mi infancia como un día sin respirar. Papas cocidas/hervidas, al horno, fritas, en puré, en puré con otras verduras, pastel de papa, papas rellenas, bombas de papa –más ricas que las empanadas-, milcaos, papas ralladas, con “cuero”, y hasta como decía la canción “con un poco, poco, poco de tomate”.

En casa mi padre tenía una suerte de sillón, armado con un asiento de auto, y abajo un cajón donde se preservaba a las papas de la helada. Era como si mi padre empollara este tubérculo. Pero su siembra siempre era un tanto mezquina. Viniera del brote o la semillas las melgas estallaban con la planta y sus flores, pero en algunos casos la producción se perdía por razones diversas. Y es aquí donde aparecía “la maldición de la papa”.

Se hablaba de mucha gente que había querido hacerse rica produciendo papas en cantidad, pero en medio de la experiencia la naturaleza se ponía en contra y se perdía lo que se había invertido. Aquí mismo, en Tierra del Fuego cada tanto se hace referencia a una experiencia rural que cuando se pensó en darle una producción en gran escala se frustró abruptamente. La maldición de la papa pasaría por esto, si la siembras tu esfuerzo será devuelto con creces y calmará tu hambre, pero si piensas en producirla para lucrar con la necesidad ajena se volverá en tu contra. Ahí estaba, para mérito de los pobres, la bendita papa.

 

Y ahora si, vamos a pensar en el dulce. Y el dulce será de ruibarbo. Especie que pude ser ornamental si se la poda con esmero. En sus tallos rojos, y también con sus verdes combinados, permite la elaboración de una mermelada con abundante cantidad de azúcar. Las antiguas cocinas económicas dejaban destilar dulces aromas para esta estación, con el lento calor de la leña; y más tarde, cuando el gas arrebató nuestras vidas, con situaciones generosas como para multiplicar la producción. Se hacía el dulce de ruibarbo para las necesidades del año, y también para regalar.

En muchos casos se recibían encargues, y lo tradicional era pedir azúcar y devolver sin costo la golosina. Porque el ruibarbo era eso: golosina, y cuando éramos niños nos cruzábamos clandestinamente a la quinta del vecino y comíamos los tallos de sus plantas, tallos que –no se porque- siempre resultaban más sabrosos que los nuestros.




En imágenes: Papas de Patricia Cajal.

Mermelada de Ruibarbo de Esteban Rodríguez (Barba de ruibarbo)

La planta de Esteban.



 

(*) Recuperamos en el tiempo esta conferenciada dada el viernes 18 de noviembre de 2011, en el hotel atlántida, como parte4 de la CELEBRACION DE LA OBRA DE SAN VICENTE DE PAUL EN RIO GRANDE

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